Han pasado ya ocho años desde que James Wan convirtió a Vera Farmiga y Patrick Wilson en Lorraine y Ed Warren, los investigadores paranormales a partir de cuyas vivencias reales se ha construido una franquicia cinematográfica, convertida en el principal referente del terror sobrenatural de los últimos años.
Mientras que el propio Wan había creado un estilo propio en las dos anteriores entregas que siguen la línea cronológica de los Warren, en el resto de títulos (entre los que coexisten precuelas y una trilogía propia para la muñeca Annabelle) se han ido explorando diferentes fórmulas dentro del género, yendo desde la más pura explotación semejante a la serie B, a una clara concesión al terror más verbenero.
Basándose en el juicio a Arne Cheyenne Johnson, protagonista de un polémico proceso legal en 1981 (el primer asesinato cometido en toda la historia de Brookfield, Connecticut) conocido como el caso "The Devil Made Me Do It", nombre que toma esta tercera aventura en solitario del Ed y Lorraine para ahondar en el trasfondo de los horrores que giraron en torno a una supuesta posesión demoníaca, utilizada como argumento eximente para la pena por homicidio.
Para dejar claro hacia dónde va a ir encaminada 'Expediente Warren: Obligado por el demonio', tan solo hay que dejarse llevar por su apabullante prólogo, el cual marca la tendencia que va a irse repitiendo a lo largo del metraje: una serie de grotescas escenas elaboradas para el pertinente susto, las cuales se alejan de la complejidad que podíamos haber visto en anteriores entregas (el juego de los aplausos en 'Expediente Warren' o la terrorífica secuencia del cuadro de la monja en 'El Caso Enfield'), y juegan en la liga de un horror claramente festivo y propio del ritual ochentero que quiere emular.
Pese a que la solemnidad con la que se habían estado caracterizando algunos de los films anteriores siga presente, en esta, para la que Wan cede el puesto de director a Michael Chaves ('La Llorona'), coexisten esa máxima que rema a favor del horror concebido cual mal opuesto a la fe católica, y la pura fiesta chabacana en la que caben espectros, poseídos que son contorsionistas imposibles, repugnantes muertos vivientes y un macabro juego con ese plano de conexión mental por parte del personaje de Farmiga, quien vuelve a ser la gran baza de la película junto a Wilson.
Serie B sin ínfulas
Mucho más cercana al festín a modo de carrusel del terror autoconsciente que fueron 'La Monja' y 'Annabelle vuelve a casa', es posible que por ello se convierta en blanco fácil para quienes esperaban más construcción de momentos de infarto. En esta, cuyo guion escribe otro pupilo de Wan, David Johnson (guionista de la segunda entrega, 'La huérfana' y 'Aquaman'), el susto fácil también llega como resolución obvia ante movimientos estilizados y prolongación del silencio, y aunque solo sea por la oscuridad que se cierne a modo de misa negra sobre la investigación que veremos en paralelo al juicio y la historia de Ruairi O'Connor, ya vale la pena dejarse llevar por ella y el carisma inmortal que desprende la icónica pareja de investigadores de lo oculto.
Y sin ahondar mucho en ello, pero sí dejando clara su pertenencia a un tipo de terror que en décadas pasadas hubiese sido una serie B sin ínfulas de nada más, cabe mencionar que el universo de los Warren nos trae una nueva figura que bien podrá pasar a formar parte del terrorífico plantel de villanos del cine de terror contemporáneo.
Nota: 7
Lo mejor: Que sea consciente de que ha llegado el verdadero momento de tirarse al barro de la explotación absoluta.
Lo peor: Pese a que tenga momentos de terror que cumplen con creces, resulta difícil pensar en alguno que pueda pasar a formar parte de la memoria colectiva.