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CRÍTICA

'Fahrenheit 451': O cómo despojar al clásico de Bradbury de su esencia

Crítica de 'Fahrenheit 451', la nueva adaptación de Ray Bradbury dirigida por Ramin Bahrani para HBO.

Por Javier Parra González 19 de Mayo 2018 | 10:14

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Era 1953 cuando Ray Bradbury publicaba una de las novelas distópicas más reconocidas de la historia de la literatura estadounidense. En 'Fahrenheit 451', el autor de 'Crónicas marcianas' nos llevaba hasta una sociedad futura en la que los libros están prohibidos, realizando a modo de sátira una crítica hacia la censura y suponiendo un canto que abogaba por la libertad de expresión, el cual ya fue llevado a la pantalla en 1966 por François Truffaut.

Fahrenheit 451

Más de medio siglo después, y ahora que la coyuntura social hubiera dado mucho más juego a la hora de volver a llevar a cabo una nueva adaptación de la obra de Bradbury, HBO nos trae este nuevo 'Fahrenheit 451', el cual viene firmado por Ramin Bahrani, responsable de títulos tan interesantes como '99 Homes', que se convertía en fiel reflejo de la crisis financiera de 2008; o 'Chop Shop', el retrato de una familia de clase humilde y su supervivencia en el Queens actual.

También encargado de la nueva adaptación del guion, Bahrani deja claras sus intenciones desde el primer momento en el que se nos presenta este nuevo acercamiento a la distopía creada por Bradbury, y es que parece ser que el principal planteamiento del realizador es el de llevar a cabo una mera actualización de la historia, sin querer ahondar en todo lo que podría dar de sí.

Fahrenheit 451

Como si de una de especie de remake sin alma del clásico de Truffaut se tratase, y sin tan siquiera perder el tiempo en comparar a Oskar Werner y Julie Christie con sus nuevas encarnaciones de la mano de Michael B. Jordan y Sofia Boutella, uno de los pocos elementos que merecen destacarse en esta nueva versión es la participación de Michael Shannon como Beatty. El actor vuelve a dejar claro que es uno de los intérpretes más solventes de la actualidad, valía que Bahrani no se encarga ni siquiera de encaminar, pues si algo refleja la actuación de Shannon es el hecho de dejar puesto el piloto automático para darnos una nueva muestra de sus dotes interpretativas, sin que el director se haya preocupado por querer indagar en el interesante trasfondo del personaje.

Si en la obra de Truffaut quedaba patente el horror hacia cualquier muestra de totalitarismo y el control absoluto de la cultura para mantener controladas a las masas, en la adaptación de Bahrani el espíritu de la obra de Bradbury queda totalmente anegado por un intento de construcción de drama distópico con estética desalmada, cuya fotografía, que pretende emular a otros clásicos de la ciencia ficción, acaba jugando en su contra. Porque, siendo honestos, ni la recreación de la urbe se acerca al futuro de 'Blade Runner', ni los espacios minimalistas nos traen a la memoria a éxitos recientes como 'Ex Machina'. En todo caso, las comparaciones con los dos títulos citados no hacen más que dejar claro que este nuevo 'Fahrenheit 451' es más un cúmulo de intenciones (estéticas, que no narrativas) que otra cosa.

Fahrenheit 451

Lo que bien podría ser un conjunto de descartes para un 'Black Mirror' de saldo, no solo termina transformándose en un producto dominado por el tedio, sino que convierte a su protagonista, Guy Montag, en una de las encarnaciones más irrisorias a las que se ha tenido que enfrentar un personaje mítico de la literatura estadounidense. Y es que pese a que a Michael B. Jordan se hayan encargado de endiosarlo por sendos títulos en los que parecía destacar ('Chronicle' y 'Creed. La leyenda de Rocky'), el hecho de dejar sobre sus hombros el gran peso dramático del film hace que este acabe tambaleándose del mismo modo en el que lo hacen los valores a los que se enfrenta nuestra (controlada) sociedad de hoy en día, y que como ya reflejó a la perfección Truffaut en su momento, esperábamos que Bahrani se atreviese a plasmar en su esperada y fallida actualización.

Nota: 4

Lo mejor: Michael Shannon.

Lo peor: Que se haya quedado en un acercamiento superfluo a lo que Bradbury quiso dejar claro en los años cincuenta.