2023 fue un año de grandes biopics, y 2024 viene también cargado de ellos, desde el de Bob Marley al que nos atañe, el de Enzo Ferrari. Si la industria del cine, en un momento plagado de incertidumbre y estrenos fallidos, da luz verde a tantas películas biográficas, es porque obtienen con ellas rendimiento inmediato. Son fáciles de vender al espectador, que muchas veces acude a verlas solo por el título.
Otra cosa es que luego gusten, porque ese público o bien sabe más sobre el personaje que los propios directores y productores y nada le parece suficiente, o bien exige plasmar en una película todos los detalles de su vida como si fuera una biografía de 400 páginas o un documental de ocho episodios. Pasó en parte con 'Napoleón', la película de Ridley Scott que, a pesar de ser vilipendiada, terminó dominando en Europa, siguiendo el ejemplo del general corso 200 años antes. 'Ferrari', por el contrario, parece que seguirá el ejemplo actual de la escudería en la F1: quedarse por debajo de lo esperado.
Adam Driver y Penélope Cruz superan la barrera del idioma
Una razón manifiesta por la que los italianos no han abrazado con demasiado fervor la película de uno de los hombres más importantes de su historia reciente es, usando el ejemplo de antes, la misma por la que los franceses criticaron 'Napoleón': la incoherencia de hacer un biopic sin respetar el idioma del personaje. Ya no estamos en los 80, ver a estadounidenses interpretar en inglés a personajes europeos no es motivo de orgullo, sino de rechazo. Al menos Adam Driver, que ya cogió experiencia italiana como Maurizio Gucci en la también criticada 'La casa Gucci', es mucho más creíble como Enzo que lo que Joaquin Phoenix lo fue como Bonaparte.
Su porte y su caracterización ayudan, pero Driver ha sabido ir más allá para mostrarnos el mundo interior de un Enzo Ferrari que esconde la culpa punzante entre la sobriedad, mientras busca un equilibrio constante en su triple vida con su esposa, su amante y su escudería, todas ellas al filo siempre de desmoronarse y arrastrar al 'Commendatore' consigo. Michael Mann quiere ahondar en Enzo y no en Ferrari, conocer los temores, errores y decisiones que marcaron su personalidad. Y Driver, aun con la barrera del lenguaje, consigue plasmar, no sin un esfuerzo patente, la esencia del piloto y empresario.
A la que parece costarle nada es a Penélope Cruz. Seguro que es más fácil hacer de italiana cuando eres de Alcobendas, Madrid que de San Bernardino, California, como es el caso de Shailene Woodley, pero lo cierto es que el término 'robaescenas' se creó por interpretaciones como la suya, donde la histeria sin llegar a la parodia converge con el dolor y la insatisfacción ante la vida de Laura Ferrari, junto a una frialdad que solo puede tener una encargada de finanzas de una gran empresa. Penélope Cruz se muestra capaz de todo en uno de sus mejores papeles de la última década, con su mera presencia aportando brillo a cada escena.
Hay más química y más verdad en cada conversación venenosa de Laura con Enzo Ferrari que en todo el amor profesado por Enzo hacia Lina Lardi, la amante del empresario interpretada por Shailene Woodley, a la que parece que se le olvidó que tenía que interpretar a una chica turinesa y no a una estadounidense de Erasmus. Lina Lardi obtiene los minutos, pero no la trascendencia, que merece en un biopic sobre Enzo Ferrari.
Fuera de este triángulo amoroso tenemos a los cinco pilotos que competirán en la Mille Miglia para salvar la marca Ferrari. En el caso de tres de ellos, los conoceremos en la presentación de Enzo a la prensa y poco más, pasando totalmente desapercibidos. Los únicos a los que Mann saca del universo NPC y dota de una personalidad como si de 'Free Guy' se tratara son a Piero Taruffi (Patrick Dempsey, es decir, otro estadounidense haciendo de italiano) y sobre todo a Alfonso de Portago (Gabriel Leone), que lleva el peso de la trama centrada en la competición, pero sin grandes alardes ni momentos memorables más allá de la carrera final.
Las mejoras que no fueron 'peoras'
Todo fan de la Fórmula 1 en España recordará la etapa de Fernando Alonso en Ferrari como la de las 'peoras', aquellos paquetes de rendimiento que la escudería iba añadiendo con el paso de las carreras y que parecían empeorar el coche en vez de hacerlo más competitivo.
Cuando una película supera las dos horas, el director tiene que hacer de jefe de escudería e introducir también mejoras para mantener o superar el rendimiento. Y claro, sobre todo debe asegurarse de que no sean 'peoras'. Mann lo consigue dejándonos para el último tercio del filme el espectáculo de la Mille Miglia de 1957, el evento que aspira a sacar a la marca de la crisis económica que sufre.
Si comparamos la acción sobre el asfalto con la última película mainstream del mundo del automovilismo, 'Gran Turismo', en 'Ferrari' hay menos espectáculo (no dejan de ser coches de 1950 contra los de 2015) pero más realismo. Se respira el ambiente de las carreras de la época, lo que ayuda a sumergirte en la experiencia. Le sobran a Mann algunos pecados comunes en muchos directores, y más en este tipo de películas: el de cuestionar la inteligencia del público explicándole de forma demasiado evidente lo que va a suceder a continuación.
Se agradece, eso sí, la crudeza con la que se trata un asunto tan dramático como el de la nula seguridad que pilotos y espectadores tenían entonces. La veracidad es fundamental en un biopic, y este, basado en el libro de Brock Yates 'Enzo Ferrari: The Man, The Car, The Races, The Machine', intenta acercarse a Enzo en todas las facetas de su interesante y estresante vida y de las que le rodean.
Nada como un primer plano para acercarse a alguien, metafórica y literalmente. Michael Mann explota este recurso en cada uno de sus personajes, especialmente en Enzo y Laura Ferrari, para enseñarnos la eterna preocupación y dilema moral del primero y la mirada perdida y repleta de sentimientos encontrados de la segunda. Habrá quien se harte de esta técnica, que monopoliza buena parte de la dirección de Mann, pero a la película le viene bien para alzar las interpretaciones y reforzar el dramatismo y la seriedad que se pretenden inculcar.
¿En Ferrari vale con 'Ferrari'?
'Ferrari' es una buena película. Desde luego, mejor de lo que se dijo en el Festival de Venecia. Driver conduce (lo siento, tenía que colar el chascarrillo) bien la cinta a pesar de la dificultad de ponerse en la piel del Commendatore, y su conexión con Penélope Cruz nos deja varias de las escenas más reseñables del filme. Además, no se hace especialmente larga a pesar de superar las dos horas, la inmersión en la Italia de los 50 es correcta y la Mille Miglia, el campeonato de carreras, se siente real.
Pero bien, ¿es esto suficiente? La película tiene altibajos, actuaciones que no llenan tanto la pantalla como la del matrimonio Ferrari, historias no lo suficientemente explotadas o anacrónicas y una ausencia general de momentos que se nos queden en la retina días después de verla.
Por todo esto, a 'Ferrari' no le alcanza para ganar la carrera de las mejores películas del mundo del automovilismo. Y ya lo dijo Enzo: "¿Quién quiere quedar segundo?".