Ryan Murphy tiene en sí mismo a su peor enemigo. El prolífico guionista y director, creador de algunos de los fenómenos televisivos de la década ('Glee', 'American Horror Story'), es conocido por su incapacidad para el autocontrol. Su famosa antología de "terror" ha ido acumulando temporadas más y más enloquecidas, horteras, rebuscadas y, algunos dirían, insoportables. Aburridas, también.
Sin embargo, y aunque la sexta temporada de 'American Horror Story' ha obtenido una mejor recepción por parte de los exhaustos fans, Murphy está redimiéndose por otros lados. El año pasado, la primera temporada de 'American Crime Story', que exploraba "el juicio del siglo" de O.J. Simpson, resultó ser uno de los descubrimientos de la temporada. Eso sí, los guiones de Scott Alexander y Larry Karaszewski ('Ed Wood', 'El escándalo de Larry Flynt') impedían a Murphy irse por los cerros de Úbeda. El trato era ideal: unos buenos guionistas, con una historia muy documentada y bien expuesta, encontraban al productor perfecto, con una cadena (FX) en la palma de su mano y los mejores actores tocando a la puerta de su casa pidiendo papeles.
'Feud' es otro cantar, aunque el gurú televisivo ha vuelto a elegir un material existente, el guion de Jaffe Cohen y Michael Zam, en el que se basa en parte el piloto de la serie. Pero mientras 'American Crime Story' cuenta con seriedad los episodios legales más sonados de la historia reciente de EE.UU. (futuras temporadas explorarán el caso Lewinski y la gestión del huracán Katrina), esta nueva serie quiere revelar los tejemanejes ocultos tras los mitos del cotilleo del siglo XX. La ya confirmada segunda temporada, titulada 'Charles and Diana', contará la historia del matrimonio y divorcio entre Carlos y Lady Di.
Esta primera entrega de la antología, que se estrena en HBO España el lunes 6 de marzo (un día después que en EE.UU.), lleva a la pantalla la famosa relación de odio/odio entre Bette Davis y Joan Crawford durante el rodaje de '¿Qué fue de Baby Jane?'. Un terreno perfecto para que Ryan Murphy deje volar la imaginación y la "pluma", llene los capítulos de giros locos, interpretaciones enajenadas y frases imposibles.
Por suerte, 'Feud: Bette and Joan' resulta ser un animal muy diferente. De hecho, los que esperen exageradas "catfights" y explosivos cliffhangers pueden llevarse una decepción con sus primeros dos episodios.
El piloto entra en materia muy rápidamente. Un prólogo nos muestra a dos actrices en los años 70 contando para un documental en qué consistió la gran enemistad entre las protagonistas de '¿Qué fue de Baby Jane?'. Kathy Bates y Catherine Zeta-Jones, enfundadas en lujosos atuendos y con cardados imposibles, interpretan a Olivia de Havilland y Joan Blondell, otras leyendas de Hollywood. Nos avisan de que el "feud" entre Davis y Crawford fue un lío "de proporciones bíblicas" y nos dan un primer golpe. "Las disputas nunca surgen del odio. Las disputas surgen del dolor".
Ese es el fondo real de esta historia, la de dos mujeres olvidadas por Hollywood que intentan desesperadas volver a tocar la gloria. Murphy nos obliga a mirar más allá del morbo más básico y construye un relato que evidencia el sexismo y la crueldad de una industria (y por extensión, de la sociedad) hacia las mujeres a partir de cierta edad. No se aleja mucho de lo que hizo con Marcia Clark en 'American Crime Story'. Y si Sarah Paulson se llevó todos los premios por ese papel, y merecidamente, este año el oro será para... ¿Jessica Lange y Susan Sarandon? A falta de ver más allá de los primeros episodios, ambas se merecen el reconocimiento por igual.
Lange está mejor que nunca en su construcción de una Joan Crawford rota. La primera vez que la vemos es emborrachándose en una gala de los Globos de Oro, mirando con amargura cómo Marilyn Monroe recoge el premio por 'Con faldas y a lo loco'. "Yo también tengo unas grandes tetas y no las voy enseñando por ahí", dice antes de dar un gran trago de martini.
Su búsqueda de un papel que la devuelva al candelero lleva a su sirvienta, la mítica Mamacita (que no es latina, sino alemana, y está interpretada aquí por Jackie Hoffman), a una librería a recolectar todas las novelas que tengan a una mujer en la portada. "Todos los personajes femeninos se pueden reducir a tres categorías: ingenuas, madres y arpías", resume Crawford. Hace 70 años de esto, pero la frase resuena con dolorosa relevancia.
Jessica Lange dijo en su momento que 'Feud' habla de "lo que Hollywood le hace a las mujeres cuando envejecen, que es solo un microcosmos de lo que le pasa a las mujeres en general cuando envejecen: se convierten en invisibles, no atractivas, indeseables o lo que sea". Ryan Murphy, experto en (des)mitificar a las divas de Hollywood, lleva años ofreciendo un espacio a Lange y otras mujeres "mayores de edad" para que expresen su sexualidad. Y en 'Feud', las dos actrices protagonistas son sujetos sexuales que ven cómo el mundo las desecha como antiguos objetos de deseo.
Por su parte, Susan Sarandon se estrena en el universo de Murphy demostrando que siempre perteneció a él. Su Bette Davis es tan aguda, irreverente y deslenguada como la estrella original, y la única pega que le podemos sacar es una que se aplica a todo el reparto en general. Es imposible ver aquí a las Joan Crawford y Bette Davis originales, porque uno no puede olvidar que está viendo a Lange y Sarandon. O a Judy Davis, o a Stanley Tucci, Kathy Bates o Catherine Zeta-Jones. Tener una alineación de enormes intérpretes tan conocidos es un arma de doble filo en una representación como esta. También brillan secundarios como la mencionada Jackie Hoffman, Alison Wright (la inolvidable Martha de 'The Americans') o Kiernan Shipka, que vuelve a ser aquí la Sally Draper de 'Mad Men', pero no le vemos ninguna pega a ello.
Si 'American Crime Story' se las apañó para tenernos enganchados durante 10 horas con revelaciones y giros increíbles, de esos que solo puedes aceptar porque sabes que pertenecen a una historia real, los ocho episodios de 'Feud' prometen ser una de las montañas rusas del año. Por suerte, la atracción no se construye sobre rimbombantes trucos de realización y superposición de tramas y personajes, sino de un relato simple y potente.
A Murphy no le hace falta añadir más leña al fuego, y además parece estar más preocupado en mantener el respeto y la fidelidad a las dos figuras que con toda certeza venera, Bette y Joan. Al contrario, le queda un producto sobrio, incluso tan clásico como las películas que se hacían en los 60.
Bestias y víctimas
Ya en el segundo episodio, 'Feud' muestra con toda claridad y sin tapujos cómo los ejecutivos y directores en Hollywood jugaban con los frágiles egos de sus estrellas femeninas. Cómo Jack Warner y Robert Aldrich alimentaron la enemistad natural entre las actrices, dispuestas en un principio a colaborar por el bien de ambas, solo para conseguir una promoción más ruidosa de la película. Es tan indignante que Lange y Sarandon no necesitan mucho para que uno caiga rendido a sus personajes.
Y aun así se esmeran, como era de esperar. Y se lo pasan bien, pues esto es al fin y al cabo una historia de la prensa amarilla del Hollywood dorado, y Ryan Murphy sabe que en el fondo queremos one-liners, y pullas, y largas miradas en el espejo. Pero 'Feud' consigue ser digna incluso cuando se entrega a su lado más camp.
El secreto está en el respeto de Murphy a estas dos mujeres. Y en la certeza de que lo que estamos presenciando es, como lo era ya la película de Aldrich, una tragedia sobre dos mujeres convertidas en bestias, víctimas de haberlo sido todo para acabar reducidas a la nada. Reiremos, aplaudiremos, disfrutaremos con sus peleas, pero tocará preguntarnos quién es más monstruoso aquí, las bestias o los testigos.