El alunizaje del Apolo 11, la misión que llevó al ser humano a la Luna, es uno de los momentos más significativos y extraordinarios de la historia de la humanidad. No hay quien no conozca la frase "Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad", y no hay quien no haya oído hablar de la teoría conspiranoica que dice que todo fue un montaje y que aquellas imágenes que 600 millones de personas vieron en directo por televisión las dirigió Stanley Kubrick. Pero a toda esta historia de ciencia, patriotismo, guerra fría, carrera espacial, héroes y sueños imposibles le faltaba un enfoque: el romántico. Con 1969 y el alunizaje como telón de fondo, en 'Fly me to the moon' una asesora de marketing encargada de vender la luna al mundo y el director de lanzamiento de la misión se enamoran bajo las estrellas en una comedia romántica con todo lo que le puedes pedir al género: tiene encanto, es inteligente y sus protagonistas tienen buena química. Pues ya estaría.
Huyendo del tropo "de enemigos a amantes", el guion de 'Fly me to the moon' que firma Rose Gilroy sobre una historia de Keenan Flynn y Bill Kirstein prescinde de este convencionalismo y opta por el "flechazo a primera vista" y el "roce hace el cariño". Guerra de sexos, sí, pero se lee más como una cuestión de época cuando estamos frente a dos personajes adultos, inteligentes y no lo suficientemente problemáticos para que te pases toda la película pensando "amiga/o, date cuenta". Scarlett Johansson es Kelly Jones, experta en marketing, mentirosa y con algún esqueleto en el armario; Channing Tatum es Cole Davis, un Boy Scout adulto, noble y preocupado por una sola cosa: que no se repitan los errores del Apollo 1 y esta vez nadie muera en la misión. Dos personajes opuestos obligados a trabajar juntos, pero sin muchos problemas para entenderse, solo Nixon se interpondrá en el camino del amor.
Él se doblega ante el poder de seducción de los trucos y mentiras de ella, y ella aprende de la rectitud moral de él y el poder de la verdad y la honestidad. Pero el enemigo es poderoso y más cuando se trata del propio gobierno de los Estados Unidos, que aprovechó todas las herramientas del capitalismo para promocionar la misión lunar como una prioridad a pesar de que el país estuviese completamente enfangado con la guerra de Vietnam. Una cortina de humo de progreso y positividad frente a las historias de terror que llegaban del otro lado del mundo. 'Fly me to the moon' no es históricamente precisa, pero nos presenta una versión alternativa de los hechos donde el mundo gira en torno a vender y comprar tanto lo material como lo intangible, y eso es muy real.
Mientras son los mejores en sus respectivas áreas, Kelly y Cole trabajan codo a codo para convencer a diversos congresistas de que mantengan el apoyo económico a la NASA en lo que son los mejores segmentos de la película. Esos y toda la campaña de marketing para colocar a Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin en cajas de cereales y tubos de pasta de dientes. Ya lo cantaba David Bowie en 'Space Oddity': «The papers want to know whose shirts you wear».
En un momento dado, ya cerca del clímax, dice el personaje de Kelly algo así como que una verdad sigue siendo la verdad aunque nadie se la crea y una mentira es una mentira aunque se la crea todo el mundo. Esta línea en la película es tan reveladora sobre el cinismo de la sociedad estadounidense como de la era moderna en general, donde hay quien elige creer que la nieve es plástico o que a Trump le robaron las elecciones. Porque cualquier idea bien vendida es más atractiva que una verdad empírica.
El director, Greg Berlanti, traslada la falsa idea de la perfección que caracteriza a la publicidad a su película y sus personajes. Colorida, brillante y nostálgica de una época (y un cine) más naif y soñadora, 'Fly me to the Moon' es el summum de la castidad y la pulcritud, no se ve ni un trozo de piel de más y toda señal de una relación sexual se intuye en sonrisas tontas y miraditas tímidas. Y estamos hablando de gente de 40 años. Visualmente está tan limpia y ordenada, y es tan pobre a la hora de utilizar los muchos recursos que podría ofrecer la NASA y el firmamento, que su atmósfera resulta algo impostada, lo que podría ser una decisión creativa o bien fruto de un presupuesto no muy elevado para llegar a las salas, ya que el proyecto es una producción de Apple TV+ destinado al streaming que tras una buena acogida el las proyecciones de prueba ha terminado saltando a la gran pantalla.
A pesar de tener un buen ritmo en pantalla con transiciones y montajes paralelos que recuerdan a 'Notting Hill' y 'Abajo el amor', 'Fly me to the Moon' se toma su tiempo y tarda demasiado en llegar al corazón. El equilibrio entre el enamoramiento a fuego lento de sus protagonistas y el thriller de espías donde se rueda una película secreta para que el gobierno pueda engañar a los ciudadanos y vencer, al menos en orgullo, al comunismo está descompensado. O quizá simplemente no mantienen el mismo grado de interés.
Menos es más y más es demasiado
Funciona mejor en lo romántico y convencional que en sus tramas de conspiraciones, secretos y mentiras. 'Fly me to the Moon' se alarga innecesariamente por encima de las dos horas y tarda demasiado en entrar en materia: el falso alunizaje rodado en un estudio, el único impedimento real en esta historia de amor.
Scarlett Johansson, que principalmente nos ha deslumbrado con su talento en el drama, el cine de acción o la «comedia» intelectual de Wes Anderson o los hermanos Coen, demuestra ser la estrella que más brilla en todo Hollywood. Se convierte en la actriz de otro tiempo, cargando ella sola con toda la dimensión de la screwball que de vez en cuando réplica la película. Y claro, Tatum, como contraparte, no puede llegar a divertirse con una faceta más alocada o simplemente menos rígida de su personaje. Pero juntos destilan buena química.
La película de Berlanti y Gilroy se completa con un elenco de secundarios estelares: Desde Ray Romano como un sentimental y sensato ingeniero de la NASA a Jim Rash como un extravagante director de cine frustrado. Y luego está Woody Harrelson, perturbadoramente siniestro cada vez que sonríe.
'Fly me to the moon' es una comedia romántica que hace reír lo justo (aunque con una de las escenas de los congresistas me doblé de la risa), emociona lo suficiente y tiene un aire de vieja escuela que resulta paradójicamente fresco. Es ligera, aunque tenga ese ambicioso extra histórico; así como ingeniosa y sexy a pesar de lo púdico, algo moralista y a la vez algo frívola. Es el tipo de película que sienta bien y reconforta, ideal para una cita en el cine de verano baja la luz de la luna o para huir de los sofocos de los 40 grados a la sombra.