El artista suizo Germinal Roaux ha logrado forjarse un reconocimiento propio gracias a su mirada personal a través de la fotografía, al exponer todo su trabajo en un pétreo blanco y negro en el que las sensaciones quedan completamente polarizadas, invitando al público a ser el que dé color a las imágenes dentro de sus pensamientos. Ese espíritu lo ha llevado al cine, primero a través de sus dos cortometrajes, 'Des tas de choses' (2004) e 'Icebergs' (2007) y luego con su ópera prima, 'Left Foot Right Foot ' (2013), mención especial del jurado en el Festival de Palm Springs.
Si con su primer largometraje, Roaux exploraba la realidad de una juventud entregada al dinero fácil, con cierto foco de crítica social en el retrato del hermano del coprotagonista, que era autista. Esta vez, el director cambia de tercio, aunque continúa teniendo la denuncia social como trasfondo con la nívea 'Fortuna', premio especial del jurado en la sección Generación de la 68ª edición del Festival de Berlín, donde también obtuvo el Oso de Cristal, demostrando que con su segunda película, Roaux muestra una madurez suficiente para asentarse como un cineasta destacado en el ámbito europeo.
'Fortuna' hace honor a su protagonista, que da el título a la película, una adolescente de 14 años que es una menor no acompañada, refugiada etíope que ha acabado en un hospicio perteneciente a un monasterio católico en los Alpes suizos. En este contexto, Roaux muestra su mirada personal hacia esta crisis humanitaria, con un enfoque completamente diferente al visto en el cine social propio de Robert Guédiguian, los hermanos Dardenne, hasta incluso realizadores recientes como Ladj Ly o Céline Sciamma.
El drama de los menores no acompañados
Podría decirse que su mirada está más puesta en la espiritualidad de Cédric Kahn con 'El creyente', entremezclada con el tono áspero y directo de 'Ida', con la que el polaco Pawel Pawlikowski se convirtió en un referente del cine europeo actual. El resultado es fascinante, al lograr un largometraje con una mirada artística poética, mística con un trasfondo social complejo, que Roaux sabe exponer con suma elegancia. Todo ello gracias, especialmente a su protagonista adolescente, la joven Fortuna, interpretada por Kidist Siyum.
Ya desde su propio nombre, que evoca a la diosa de la mitología romana relacionada con la suerte, la joven muestra su propio infortunio. El filme muestra su sufrimiento y un tortuoso camino que recuerda el drama que existe tras todos esos menores que se juegan la vida atravesando las aguas del Mediterráneo, dejando su suerte al destino y evidenciando la desesperación que existe tras poner su propia vida en peligro. De hecho, las referencias al mar aparecen cual brutal diluvio, como cuando la joven recuerda esa dura travesía, en la que sentía como "si la Tierra estuviera ahogándose". Por otro lado, deja la incógnita de hasta qué punto la situación de la protagonista es, más que triste destino, buena fortuna que ha ido forjándose.
Es muy interesante cómo expone Roaux este problema, de constante actualidad dada la crisis migratoria que sigue siendo un problema social en Europa. Pero lo atrayente es la forma en la que la joven consigue ser la plena presencia del filme, a través de sus vivencias, con una polémica relación con otro refugiado, Kabir, en la que está la duda sobre si se está ante un amor imposible o un ejercicio de manipulación (cuyo conflicto se agrava cuando la menor queda encinta). Además, están sus momentos de confidencia con la burra de la cinta, Clochette, animal con el que la actriz creó un vínculo real, escenas llenas de humanidad, que transmiten los sentimientos de la joven.
A ello se añaden varias secuencias contemplativas, con la nieve, el hospicio y las montañas como unos protagonistas más, metáfora de la sensación de presión, de estar ante una realidad inhóspita y adversa. Roaux crea un interesante ejercicio de asertividad y empatía, con el que expone una pausada poesía, con secuencias que invitan al público a hacer una reflexión sobre la situación que está viendo. Por otro lado, se agradece que no se ofrezcan todos los detalles de la historia, recordando de nuevo a 'Ida', en la que se intuyen los hechos gracias a un acertada y discreta descripción, que permite al espectador percibir el grado de gravedad de los hechos que se narran.
Una mirada artística con un complejo trasfondo social
En 'Fortuna' juegan un papel fundamental los monjes que acogen a los refugiados, mostrando también las dudas a renunciar a una rutina basada en la recogida y la oración por una labor más social, en la que se recuerda que Cristo estuvo con los pobres. Ahí juega un papel fundamental el padre Jean, interpretado por un magnífico Bruno Ganz, en uno de sus papeles póstumos. El intérprete suizo da interesantes matices al papel del monje, el que se muestra la sabiduría que da la experiencia, así como un valor espiritual en la ayuda al prójimo. Es la otra parte, que ofrece esa imagen de empatía hacia el extranjero, hacia el necesitado.
Roaux expone una situación sin ofrecer una solución, algo muy acertado al ser un problema global que concierne a varios agentes políticos y sociales. Por otro lado, con 'Fortuna' crea un filme que permite la interpretación de la denuncia social dentro de un contexto artístico, mostrando la belleza la nieve entremezclada con situaciones extremas, que se acentúan gracias a un blanco y negro que, siguiendo la filosofía del artista, permite al público ser el que le otorgue los colores y matices que considere.
Un filme hipnótico que ofrece una sólida interpretación del célebre Ganz, pero en el que brilla con luz propia la joven Siyum, una actriz a la que habrá que tener muy en cuenta en futuras producciones, gracias a su capacidad de transmitir un carácter complejo y canalizar dentro del cuerpo de una adolescente que está aprendiendo a ser adulta y que ha tenido que empezar a madurar antes de tiempo. Un cuidado ejercicio cinematográfico con el que Roaux defiende su lugar como director de autor en la industria europea.
Nota: 8
Lo mejor: Los momentos de confidencias de Fortuna con el burro.
Lo peor: La incomodidad que causa su relación con Kabir.