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CRÍTICA

'Frío en julio': Cambios de temperatura

El director Jim Mickle sorprende con su cuarto largometraje, un inquietante thriller indie ambientado en Texas y protagonizado por Michael C. Hall, Sam Shepard y Don Johnson.

Por Alejandro Rodera Herrero 2 de Enero 2015 | 11:55

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El director Jim Mickle se reafirma con esta atípica historia que nos traslada al este de Texas a finales de los años ochenta. Tras matar a un joven que había entrado a robar a su casa, la vida del tranquilo Richard Dane dará un giro inesperado, que le llevará a conocer a unos individuos con los que colaborará para hacer justicia.

 Michael C. Hall en 'Frío en julio'

El hecho de que el punto de partida de la cinta sea una situación límite supone empezar planteando la moralidad del evento y de la sociedad en general. Vemos a un hombre que, casi por accidente, mata a un ladrón que había entrado en su casa, aquí se refleja el primer punto esencial de la película: la familia. Los actos del protagonista están totalmente influidos por lo que le pueda ocurrir a su mujer y a su hijo pequeño, por lo que un suceso, como es un asesinato, que en otro contexto habría supuesto una condena para su perpetrador, en esta ocasión se comprende porque es justo. Y ahí entra el segundo valor esencial de la película: la justicia. La fuerte moralidad de la sociedad estadounidense, y en particular la tejana, no se entendería sin el férreo sentimiento de justicia. Otros directores, como Jeff Nichols ('Mud', 'Take Shelter'), han logrado aprovechar este ambiente para desarrollar sus historias, y en esta ocasión Jim Mickle y su coguionista habitual Nick Damici, consiguen sacarle partido a este marco para que sus personajes resulten creíbles.

Resulta irónico que Michael C. Hall, el actor que interpretó a Dexter, uno de los antihéroes más icónicos y sanguinarios de la televisión, se encargue ahora de dar vida a un hombre que se ve en peligro su seguridad y la de su familia tras haber matado al hijo de un criminal recién salido de prisión. Un acto aislado que provocará que su vida tome un nuevo rumbo. La intriga de la primera parte de la película se alimentará de esa amenaza constante que supone el personaje de Sam Shepard que, al más puro estilo de Robert De Niro en 'El cabo del miedo', se convierte en un primer momento en un depredador omnipresente e implacable que gracias a la habilidad de Mickle no necesita pasar demasiado tiempo en pantalla para aterrorizar a la familia. Pero 'Frío en julio' no es una película de buenos y malos, los personajes están propulsados por sentimientos tan comprensibles como son el miedo o la responsabilidad, sin caer en ningún momento en la violencia gratuita ni en demonizar a ningún personaje al que se le pueda poner la etiqueta de villano desde el comienzo. Ya que tanto aquel que en un principio parecía ser un inocente cabeza de familia, que se había visto obligado a llevar a cabo un acto deleznable, como el ex-presidiario que parece estar motivado únicamente por la venganza, sufren una evolución que hará que sus personalidades converjan más de lo esperado.

 Sam Shepard y Michael C. Hall en 'Frío en julio'

Intriga que sube y baja

El suspense logrado por Mickle en la primera mitad del film se va desvaneciendo en la segunda parte, ya que se pasa de una intriga inquietante y que desconcierta a la vez que atrae a unas situaciones más tediosas, aunque sirvan para dirigir la historia a un final excelente. El manejo de la luz, la música, el sonido, la cámara... hace que la intriga se cree de forma magistral, pero al igual que al comienzo Mickle puede pecar de alargar demasiado ese suspense, también hay alguna situación inverosímil más propia de una fantasmada de 'Misión imposible' que de un thriller de autor. Pero en general el trabajo del realizador es lo que lleva a la película a otro nivel, fijándose en detalles que otros habrían obviado, como mostrar a la familia recogiendo la casa, tirando la sangre por el retrete o comprando otro sofá tras el traumático evento del comienzo. El trío protagonista, compuesto por Michael C. Hall, Sam Shepard y Don Johnson, que forman un inesperado equipo, también tiene su mérito por conseguir transmitir en cada momento lo que el guión reclama, una labor nada sencilla teniendo en cuenta lo impredecible de la historia que durante buen rato marea al espectador.

A pesar de perder fuelle en la segunda mitad, el final cargado de rabia y de violencia, sin llegar a regodearse en esas emociones tan viscerales, pone la guinda a un thriller realmente interesante, y sobre todo diferente, en el que sus personajes tratarán de hacer lo correcto, aunque eso suponga la colisión destructiva de sus valores más arraigados.

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