Tras su periplo en televisión con las aplaudidas 'The Young Pope' y 'The New Pope', además de su díptico sobre Berlusconi con 'Silvio (y los otros)'; Paolo Sorrentino regresa con un largometraje completo con 'Fue la mano de Dios', que llega a salas comerciales tras su exitoso paso por la Biennale di Venezia, donde obtuvo el Gran Premio del Jurado y el Premio Marcello Mastroianni a la mejor interpretación revelación para su protagonista, Filippo Scotti; además de llegar como candidata por Italia al galardón al mejor filme internacional en la 94ª edición de los Premios Oscar.
Sorrentino siempre se ha caracterizado por una estética muy propia, en la que los referentes al cine de Fellini son muy claros, siendo 'La gran belleza' su obra cumbre. Precisamente, el cineasta busca alejarse de esta mirada cercana a 'La dolce vita' para hacer un ejercicio intimista y personal, con una propuesta autobiográfica en la que la inspiración del genio italiano continúa, aunque cambie de tercio, pues 'Fue la mano de Dios' sería una especie de 'Amarcord' para el realizador de 'La juventud'.
Y es su 'Amarcord' porque vuelve a su Nápoles natal para narrar su adolescencia y cómo el trágico fallecimiento de sus padres en un accidente doméstico fue la mecha que le hizo querer convertirse en cineasta. Sorrentino divide su largometraje en dos partes muy diferenciadas, que podrían ser dos miradas diferentes de observa su cinematografía. Por un lado, esos recuerdos de adolescencia festivos, familiares, cotidianos, en los que las mayores preocupaciones del joven protagonista es apreciar el escultural y voluptuoso cuerpo de su tía Patrizia.
Por el otro, ese adolescente que se ve obligado a madurar de golpe, lo que hace que todo lo que observaba cambie de perspectiva. En el caso del primero, Sorrentino vuelve a hacer alarde de su estilo entre estético y grotesco, como si de una ópera bufa se tratase o si hubiera realizado 'La gran belleza' en su Nápoles natal. Es el segundo el que hace que se esté ante uno de los largometrajes más redondos del cineasta, que se muestra sobrio y contenido, en un ejercicio de tributo y catarsis personal.
Un filme que rivaliza con 'La gran belleza' como la obra cumbre del cineasta
Y logra con un elenco magnífico. Mención primero para los padres del protagonista, Teresa Saponangelo y Toni Servillo, este último gran musa de Sorrentino y el cual no podía faltar en un proyecto tan personal, en el que encarna al progenitor, una metáfora en la que el realizador mira a uno de sus padres cinematográficos, pues el otro es Antonio Capuano, quien también aparece en el filme, sin olvidar los claros homenajes a Fellini y Zeffirelli. Aunque esos guiños cinematográficos están completamente presentes, otro aspecto esencial para entender la cinta es la presencia del fútbol.
Como el propio título del filme dice, nada hubiera sido igual de no haber estado Diego Armando Maradona jugando para el Nápoles. El dios al que hace referencia el cineasta, en una especie de rezo profano, pues fue el deseo de ver jugar al Pelusa lo que hizo que el Sorrentino adolescente no acompañase a sus padres en ese día en el que murieron en el trágico accidente doméstico. Más allá de ver cómo el fútbol fue capaz de levantar el ánimo y las esperanzas de una ciudad sumida en la más plena decadencia; esa mano de Dios convirtió a Sorrentino en el director que es.
Con una fotografía exquisita, obra de Daria D'Antonio, y unas actuaciones fabulosas, finalmente es Filippo Scotti quien tiene todo el peso del filme y muestra una naturalidad extraordinaria que lo convierte en una de las grandes promesas de la nueva generación del cine italiano, 'Fue la mano de Dios' es el ajuste de cuentas de Sorrentino con sus propios fantasmas del pasado, una auténtica joya cinematográfica que rivaliza con 'La gran belleza' como su obra cumbre, que vuelve a mostrar a Sorrentino como el gran cineasta transalpino de esta época.
Nota: 9
Lo mejor: Cómo pasa de la comedia al drama con tan solo una secuencia. El descubrimiento que es Filippo Scotti.
Lo peor: Al ser una propuesta muy personal, corre el riesgo de no gustar a aquellos que busquen algo más bufo o irreverente, en la línea de los anteriores trabajos de Sorrentino.