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CRÍTICA

'Gagarine': Homenaje a la vida de barrio

Crítica de 'Gagarine', dirigida por Fanny Liatard y Jérémy Trouilh, escrita por Liatard, Trouilh y Benjamin Charbit. Protagonizada por Alséni Bathily, Lyna Khoudri y Finnegan Oldfield. Nominada al César.

Por Miguel Ángel Pizarro Más 13 de Abril 2022 | 09:10
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Si hay una industria donde el cine social continúa teniendo su espacio es la francesa. Títulos recientes como 'Divinas', 'Los miserables' o 'Shéhérazade' han mostrado a una buena cantera de cineastas noveles que han demostrado que la mirada social, tan presente en las filmografías de Robert Guédiguian y los hermanos Dardenne, sigue presente y decidida a retratar esas realidades que la sociedad no quiere mirar. Ahora llega 'Gagarine', nominada al César a la mejor ópera prima y sello de la Selección Oficial del Festival de Cannes 2020.

Gagarine

Nada más comenzar el largometraje, este muestra un vídeo antiguo de cuando se inauguró la llamada Cité Gagarine, un complejo de viviendas construido dentro de un plan similar al Programa de Actuación Urbanística (PAU), en 1963 con el reconocido cosmonauta soviético Yuri Gagarin, quien el 12 de abril de 1961 se convirtió en la primera persona del mundo en viajar al espacio exterior. Al ser construido el PAU en Ivry-sur-Seine, que en los 60 era parte del cinturón rojo que rodeaba París, con varias ciudades que contaban con alcaldes del Partido Comunista Francés, y que fueron los impulsores de darle el nombre del piloto al nuevo complejo residencial, pensado para familias humildes, de clase trabajadora y de origen inmigrante.

Lo que parecía un sueño, con unas imágenes que muestran a varias familias ilusionadas por inaugurar unas viviendas que buscaban ofrecer casas para las rentas más bajas, contrasta poco después con la realidad que plasma el filme, con la Cité Gagarine convertida en uno de los muchos banlieues que son sinónimos de gueto, pobreza y desigualdad social. Aunque el tándem de directores del filme, Fanny Liatard y Jérémy Trouilh, hubieran podido realizar un largometraje enfocado solamente en la vida en este complejo de viviendas, el cual tuvo que demolerse tras el constante abandonado de los diferentes gobiernos locales.

Gagarine

Pero Liatard y Trouilh, quienes en 2015 rodaron un cortometraje documental sobre la Cité Gagarine, optan por rendir homenaje al barrio, a aquellos habitantes que le dieron vida a esas viviendas, sin olvidar tener una mirada esperanzadora a pesar de que fueron demolidas. Por ello, combinan el enfoque dramático con un toque de coming-age movie, al contar con un adolescente como protagonista, y un toque de realismo mágico que hacen que difiera de las producciones recientes del género.

Un alegato sobre soñar incluso en los lugares más inhóspitos

Aquí surge el carisma de Youri, cuyo nombre en francés es un claro guiño a Gagarin, un joven de 16 años, de origen subsahariano, huérfano y que se convierte en el único que busca evitar la demolición del complejo de viviendas. A través de él, se respira esa esencia de barrio, con la que Liatard y Trouilh, quienes firman también el guion junto con Benjamin Charbit, configuran un título que no solo honra a ese sueño fallido, sino que busca ofrecer una pequeña luz de esperanza a través de la mirada soñadora de su protagonista, el cual desea ser un astronauta. Eso permite combinar el drama social con momentos llenos de lirismo gracias a ese toque de realismo mágico que termina envolviendo al filme.

Gagarine

'Gagarine' huye del tremendismo y sabe evadir la ligereza de las propuestas feel-good, lo que hace que sea un filme particular. No olvida su mirada de denuncia, lo que no le impide innovar a nivel visual y narrativo. También la cinta llega a buen puerto gracias a sus actores protagonistas, Alséni Bathily es todo un descubrimiento, el joven consigue transmitir esa ingenuidad propia del niño que se encuentra frontalmente con la vida adulta, con una interpretación llena de matices que, por otro lado, viene muy bien acompañada, pues cuenta con el apoyo de Lyna Khoudri, la magnífica protagonista de la brava 'Papicha', y de Finnegan Oldfield, una de las sensaciones actuales del cine galo.

El tándem Liatard-Trouihl demuestra que es posible realizar otro tipo de cine social, aportando un toque de ciencia ficción que logra maridar bien con otro enfoque que tiene el largometraje, el documental, género que ha demostrado ser uno de los más innovadores en los últimos años. Una notable carta de presentación que es también un homenaje a esa vida de barrios que recuerda que la importancia de crear espíritu de comunidad a pesar de la adversidad.

Nota: 8

Lo mejor: El toque de ciencia ficción, que evoca a esa mirada nostálgica que se pudo ver, hace poco, en 'Apolo 10½: Una infancia espacial'.

Lo peor: Aunque el documental, el drama social y el realismo mágico terminan combinando bien, inicialmente cuesta que arranque.

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