Robert Guédiguian es uno de esos cineastas que se mantiene fiel a sus ideas. Su cine siempre ha puesto el foco en la clase obrera, con su Marsella natal como retrato del mundo, puesto que sus historias son situaciones que pueden vivirse en barrios populares de las afueras de Madrid, Londres o Roma. Después de mirar hacia la crisis de los refugiados en la estupenda 'La casa junto al mar', el director regresa con 'Gloria Mundi', presentada en la Selección Oficial del 76º Festival de Venecia, donde obtuvo la Copa Volpi a la mejor actriz para Ariane Ascaride, musa y esposa del realizador, que ha aparecido en 20 de sus largometrajes.
Realmente Guédiguian dice mucho con su título, que completo es una locución latina, "Sic transit gloria mundi", cuyo significado es "Así pasa la gloria del mundo", con la que se habla de lo efímero de los éxitos. Precisamente así comienza esta nueva propuesta del director marsellés, que escribe el guion del filme junto con Serge Valletti. El nacimiento de la pequeña Gloria en esa familia de clase obrera es lo efímero de la felicidad familiar, en la que puede verse que la llegada de una nueva vida es motivo de unión y solidaridad. Ese momento de luz es breve, como la propia locución expresa.
Lo que sucede después es un gris retrato del desencanto hacia la propia clase trabajadora, a la que Guédiguian expone como una sociedad sumamente individualista, egocéntrica, arribista y víctima de sus propias ambiciones capitalistas. Pese que el realizador ha insistido vehementemente que su película no tiene una visión pesimista, es difícil hallar un momento para la esperanza, con una familia que es la antítesis de los lazos de amor o sangre que el cineasta expuso en anteriores trabajos como 'Las nieves del Kilimanjaro' o 'La ciudad está tranquila', incluso en 'Una historia de locos' pudo verse momentos de luces gracias al amor familiar.
Retrato de una clase obrera entregada al capitalismo salvaje
El planteamiento es interesante, podría incluso de calificarse de autocrítico, puesto que Guédiguian muestra situaciones muy concretas, como la situación de un padre de familia, conductor de Uber, que es apaleado por un grupo de taxistas, hasta tal punto de fracturarse un brazo y perder su trabajo, provocando una grave crisis económica en su casa. La inacción de los sindicatos actuales, cuyas huelgas quedan retratas como movimientos meramente cosméticos o cómo la propia familia no se ayuda, que queda expuesto en Aurore, la hermanastra de la protagonista, Mathilda, cuyo negocio muestra la ponzoña más grave del sistema actual, al regentar un negocio de artículos de segunda mano donde se aprovecha de las aspiraciones de la propia clase obrera.
Pero Guédiguian hace un repaso a los muchos problemas que existen en el día a día de mucha gente que viven barrios populares, al mostrar la precariedad laboral, violencia y vandalismo, marginalidad, reinserción social, altas tasas de paro, ante situaciones que están en boca de la opinión pública como es el conflicto con ciudadanos extranjeros, hasta qué punto están fundamentados o son meras muestras de racismo y xenofobia.
Todo ello queda mostrado con un reparto que conoce muy bien a Guédiguian. El trío Ascaride, Darroussin y Meylan es el habitual de la filmografía del marsellés. A ellos se suman, Anaïs Demoustier (cuarta colaboración con el director), Robinson Stévenin (quinta colaboración), Lola Naymark (cuarta colaboración) y Grégoire Leprince-Ringuet (cuarta colaboración). Consiguen todos transmitir esa sensación de familia, pese que se les ha adjudicado una de las más desestructuradas de la filmografía del realizador.
Enmienda a la totalidad sin matices
Pese a un buen planteamiento, Guédiguian comete un error muy habitual en el cine reciente de otros contemporáneos suyos como Ken Loach o Costa-Gavras, crea un relato maniqueo, de buenos y malos, en el que sus tesis quedan en evidencia al mostrarse como verdades absolutas. A diferencia de su trabajo más cercano, la ya citada 'La casa junto al mar', 'Gloria Mundi' carece de esa visión autocrítica con una mirada más compleja, en la que los personajes provocan empatía.
Eso no ocurre con esta propuesta, siendo una enmienda a la totalidad sin matices, con juicios de valor a las acciones de sus protagonistas (pese que el cineasta haya insistido en que no es así). Todo ello desluce un trabajo que es correcto pero cuyo enfoque acaba ensombreciendo el resultado final de una película cuya realidad es necesario mostrar en la gran pantalla.
Nota: 6
Lo mejor: La precariedad laboral y la forma en que queda expuesta.
Lo peor: La película acaba siendo un relato maniqueo.