Tan solo A24 podía mezclar a la actriz de Eowyn en 'El Señor de los Anillos' con una ouija hecha a partir de la mano de un médium. Miranda Otto es la madre de los adolescentes protagonistas de 'Háblame', en cines el viernes 11 de agosto. El estudio responsable de las excelentes 'Midsommar' y 'X' mantiene su apoyo a jóvenes directores debutantes con una nueva y (por supuesto) muy creativa propuesta de terror. Danny y Michael Philippou dejan atrás sus cortometrajes sobre un Ronald McDonald sanguinario para crear una atmósfera opresiva en una película con dos identidades muy bien exploradas pero no tan bien conjuntadas.
Todo lo bueno y lo malo de un slasher
En la época de la post-verdad y la post-ouija, los demonios ya son trivilizados hasta el punto de aceptarlos sin miedo, reírse de ellos y hasta grabarlos. En su primera mitad, 'Háblame' plantea una reformulación del slasher juvenil como un muy inteligente reflejo de la juventud actual. Así es como reaccionarían los jóvenes actuales ante un fenómeno espiritual: compartiéndolo y creando posesiones en serie. Lo mejor es que no solo mantiene la vigencia del género sino también su entretenimiento: esta trama interesa y engancha desde el minuto 0 con un fascinante plano secuencia inicial seguido por la clásica historia de maldición con fórmula para romper.
Aterrizando ese planteamiento sobrenatural, el guion deja entrever fácilmente una muy acertada metáfora sobre el descubrimiento del alcohol y las drogas como esquema básico del film. Esto le da mucha relevancia y la hace hasta casi tan necesaria como una campaña sobre los mitos del "yo controlo" y "rozando el límite". A veces incluso es demasiado explícita en ese sentido, como en sus paralelismos excesivos a 'Enganchados a la muerte', un título que también le pegaría mucho. Lo más importante es que no va a chirriar a su público objetivo al haber aprendido la lección que dejó la última ganadora del Oscar, 'Todo a la vez en todas partes': contarles un mensaje tradicional a los jóvenes en su propio lenguaje.
Entre cumplir los clichés y renovarlos, el resultado final acaba siendo una mezcla no muy bien equilibrada de una película de Ari Aster con un remake ochentero. Ninguna de ambas partes llenan completamente los dispersos 95 minutos, por lo que el terror y el entretenimiento van apareciendo a trompicones. Esta dualidad se mantiene hasta el último minuto, con una frustrante resolución perturbadora e inteligente, pero con una respuesta a la pregunta del film muy superficial y totalmente inexplicada.
Todo lo nuevo y lo esperable de A24
En el puro terror, también tiene mejores ideas aisladas que ejecución global. Parte de la culpa de que no explote como podría hacerlo con esos aterradores avances viene de ese guion indeciso. ¿Explorar los fantasmas del pasado o solucionar un trauma presente muy desgarrador? En este primer caso, el misterio y las apariciones se quedan cortos como para ofrecer un psicoanálisis profundo sobre el trauma de perder una madre. En el segundo caso, 'Háblame' presume de dos o tres escenas clave profundamente desgarradoras con un nivel de crudeza visual absolutamente dantesco y hermano de 'Hereditary': no tiene miedo a hacer daño explícito a niños.
Claramente esta segunda perspectiva es dónde más se luce la película aprovechando al máximo la fórmula de terror de bajo presupuesto de A24. En esta ocasión, la clave son los actores. Al no tener ni un solo plano de CGI en todo el metraje, la distorsión sobrenatural se visualiza con un trabajazo 'oscarizable' de maquillaje y un joven reparto absolutamente demencial (en el mejor de los sentidos). La inquietante banda sonora y los inteligentes movimientos de cámara de los directores ayudan a los actores a asumir toda la carga del terror como si fueran intérpretes adultos. Lo que hace Sophie Wilde con tan solo unas lentillas negras es para pasar al olimpo de escenas de A24.
A pesar de sus tropiezos, el poso que deja es el de haber visto una película nueva, buena y relevante, sobre todo para los jóvenes. 'Háblame' se eleva muy por encima de la media del terror actual aunque se esfuerce (demasiado) por encajar en ese montón de películas tan reconocibles. Como muchos de esos slashers, provocará entre los espectadores tanto horror como preguntas sobre la absurdez de los personajes y sus decisiones. Pero ahí también está la diversión de la película (sí, hay risas) y la complicidad ideal para palpar en una sala de cine a partir del 11 de agosto.