Un mundo en continuo cambio es el escenario en el que se mueven ahora los gigantes. El equipo que estuvo detrás de las cámaras en 'Loreak (Flores)' retrocede sobre los pasos de la historia vasca para descubrir ante el público al "gigante español", como era conocido Miguel Joaquín Eleizegui. 'Handia' construye un cuento eficaz para atrapar al Gigante entre sus páginas, a sabiendas de que su leyenda escapará.
Jon Garaño y Aitor Arregi, director y guionista, respectivamente, de aquella historia sobre las flores que iba a representar a España en los Oscar 2016, pegan un salto con un relato ambientado en otra época, con las consecuentes exigencias en la producción. Un completo cambio de miras, con una factura ambiciosa, exigente y muy alejada del retrato intimista que podíamos ver en 'Loreak'. Todo empieza retratando la primera mitad del siglo XIX, teniendo en cuenta los conflictos de la época y acabando en el foco de la acción, el también llamado Gigante de Altzo por sus orígenes guipuzcoanos.
Puede que en apariencia sólo haya un personaje de proporciones épicas, pero lo cierto es que la trama la protagonizan dos gigantes, dos hermanos: uno, forzado a crecer sin ningún límite de altura y otro, Martín (Joseba Usabiaga), incapaz de alcanzar la cima. Cuando Martín vuelve de la Primera Guerra Carlista y se reencuentra con su familia, se da cuenta de que su hermano, Miguel Joaquín, interpretado por Eneko Sagardoy, mide más de dos metros. Ambos empiezan a recorrer Europa en una gira para exhibir al Gigante, un espectáculo en el que Miguel Joaquín se convertirá en un personaje que sólo puede vivir entre las páginas de una fábula, alejado de los mirones.
Martín también adolece de su propio gigantismo, el de ansiar un progreso que nunca llega y que le impide irse del caserío familiar. Ambos buscan un lugar en el mundo en vano y se ven consumidos por tener que adaptarse a situaciones que no pueden cambiar, sometidos a una maldita resiliencia que les arrebata las ganas de seguir. 'Handia' es, sobre todo, la historia de amor y sacrificios (y egoísmos) entre dos hermanos que, por sus acciones o por su altura, se van alejando, entre ellos y del mundo.
Nadie crece eternamente
Los directores dan forma a la historia con capítulos sucesivos, como si de un verdadero cuento se tratase y que, de forma autoconsciente, debe lastrar la leyenda que llevó consigo, tanto en vida como después de su desaparición, el Gigante. De eso se nutre también el guión, que juega con alimentar el "mito" con la narración de Martín en puntuales ocasiones. Por lo demás, Arregi y Garaño siguen con la fórmula que ya les ha funcionado en la gran pantalla: una historia sencilla pero potente, en este caso, por el factor histórico; una película inspirada en hechos reales con un montaje en conjunto acertado, aunque tiene sus momentos bajos.
El aspecto estético, sobrio, cumple con su función de recogimiento ante lo extraño que sucede ante nuestros ojos sin poder contenerlo, poniendo el enfásis en unas cuantas escenas bonitas visualmente de los dos hermanos: los gigantes que, sin buscarse, acabaron abrazándose en la cima del declive.
Nota: 7
Lo mejor: La mirada en lo extraño, más allá del Gigante y a cuento de él. Su sensibilidad.
Lo peor: Un ritmo constante de más.