Esperar que realmente cambie en algo el estilo de Mel Gibson como director es un sin sentido. Gibson tiene un claro concepto de su cine, explícitamente violento y con cierto aire heroico. Esto no ha variado en 'Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge)', su última película, protagonizada por Andrew Garfield y presentada fuera de concurso en el 73º Festival de Venecia donde considerada una de los diez mejores películas del año por la National Board of Review.
Desmond Doss es un joven adventista, pacifista y entregado a su fe y convicciones. Sin embargo, vive en plena Segunda Guerra Mundial y se ve obligado moralmente a alistarse en el ejército y combatir a los japoneses en el Pacífico, en contra de la voluntad de su padre y su novia. Sin embargo, él no se alista para luchar, sino para ayudar como médico militar. Esto provocará una terrible fricción con el ejército, puesto que Desmond se niega, por convicciones religiosas, a utilizar a un arma. Pese a ello, el joven participará en la batalla de Okinawa, logrando salvar a sus compañeros y, así, se convierte en el primer objetor de conciencia de la historia estadounidense en lograr la Medalla de Honor del Congreso.
Un objetor de conciencia en la guerra
Gibson parte el relato en dos, la primera parte trata de la presentación de la vida de Doss, de su amor por la joven Dorothy, enfermera que ayuda a los soldados que vienen de la guerra; de su abrazo a la fe tras ver a su padre alcoholizado por haber luchado en la Primera Guerra Mundial y de su enfrentamiento contra el sistema militar por querer obligarle a utilizar un arma. Hasta ahí, todo bien, aunque la cinta tenga cierto aire a telefilme, el largometraje logra dejar en el espectador la sensación de estar viendo un alegato antibelicista.
Sin embargo, Gibson da un giro radical cuando lleva la trama a Okinawa, donde el director se recrea en escenas violentas y derrocha sangre y disparos, siendo algo muy propio de su cine. No obstante el mostrar de manera explícita las consecuencias directas de la guerra, muerte y destrucción, no es lo que provoca una contradicción en la película. La paradoja es que lo que debería desembocar en un mensaje pacifista y en contra del uso de las armas, se convierte una película patriótica, que enaltece la figura del héroe y que considera que la fe en Dios de su protagonista fue esencial para que sus compañeros asesinasen y venciesen en la batalla.
Cine con sello de Gibson
Esto no está mal, puesto que es muy propio del cine bélico, lo que sorprende es la propia contradicción en el mensaje que Gibson quiere transmitir. Pese a ello, la cinta está a un nivel superior que 'Apocalypto' y, especialmente, 'La pasión de Cristo' y puede decirse, sin temor a equivocarse, que es la mejor película dirigida por el actor desde 'Braveheart'. Tiene esencia propia y, aunque incoherentes, escenas épicas. Además de contar con un actor entregado como es el británico Andrew Garfield, un intérprete que demuestra su capacidad de transformación casi imperceptible. Sabe mimetizarse bien en sus personajes.
Con lo cual, 'Hasta el último hombre' es una película clásica de Mel Gibson, no hay atisbo de cambio o renovación. ¿Esto hace de ella una película mala? Para nada, es más, demuestra que, pese a los escándalos y las polémicas, el actor sigue siendo políticamente incorrecto, aunque mucho más comedido y respetuoso que antaño. 'Hasta el último hombre' está a la altura de 'El francotirador' de Clint Eastwood. Películas ambiciosas y cargadas de mensaje patriótico, aportando dosis de acción pero sin llegar a ser del todo memorables. Eso sí, se está ante una propuestas muy digna, que se merece una oportunidad.
Nota: 7
Lo mejor: La interpretación de Andrew Garfield, la fotografía y las intenciones iniciales de su director.
Lo peor: Se contradice en la segunda parte, aunque es verdad que deja imágenes difíciles de borrar en la retina.