'Hasta siempre, hijo mío' de Wang Xiaoshuai llega a las carteleras como una de las películas más valoradas por la crítica en este 2019. Y con un paso por festivales lleno de éxitos, que comenzó en la Berlinale, donde sus dos actores protagonistas ganaron los indiscutibles premios a Mejor Actor (Wang Jingchun) y Actriz (Mei Yong), y que ha terminado con aún más elogios en la sección Perlas del Festival de San Sebastián.
La contradictoria China
Coetáneo a directores chinos de relevancia como Jia Zhang Ke, Wang ofrece (al igual que Zhang Ke en 'Más allá de las montañas') un recorrido por los cambios sociales de China. Contextualizando su íntimo relato familiar en las tres últimas décadas de la superpotencia asiática y en cómo los cambios sociopolíticos afectan a los personajes que pueblan el relato.
La película se inicia en los años 80 y pone en su centro de su devenir dramático a tres niños (el hijo del matrimonio protagonista, el "hermano" espiritual de éste y el niño "sustituto") en una China que acaba de estrenar su nueva reforma social, la famosa "Política del hijo único". Una ley vigente desde el año 1979 y que establece un radical control de la natalidad y así reducir el crecimiento de la población en una nación superpoblada, en especial en sus zonas más urbanas. Todo ello para ir recorriendo tres décadas del país, desde el control del régimen y reformas de las ideas de Mao hasta el capitalismo y sociedad de mercado que vive en nuestros días la actual primera superpotencia mundial.
Perfecto equilibrio del drama
Wang teje una puesta en escena detallista, que se construye desde la quietud y la construcción de secuencias a partir de ligeros movimientos de cámara y el habitual uso de reencuadres que permite al espectador habitar el plano, fijarse en el personaje, reacciones y detalles que le parezcan más relevantes en ese momento. Por ejemplo, Wang inicia muchas veces la escena desde un espacio vacío, un lugar al que entran los personajes o que la cámara desde su movimiento nos acaba mostrando la acción y los personajes.
Una puesta en escena sosegada y reposada que acompaña la apuesta de Wang por una narración no lineal, llena de flash-backs. Que en vez de sobrecargar o subrayar cierta información, se mueven con gran organicidad para ir construyendo el profundo puzle dramático sobre las relaciones paternofiliales y cómo afectan los cambios sociopolíticos al ecosistema más personal e íntimo, el familiar.
En sus extensas tres horas, Wang completa una obra mayúscula de gran honestidad en torno la pérdida, los secretos y la familia. Como el paso inexorable del tiempo y los cambios de la sociedad cambian el devenir de esas relaciones; pero ante todo la familia debe seguir unida y con la necesidad de limar asperezas.
Que sus extensos 185 minutos no os engañen ni os acobarden a la hora de darle una oportunidad. 'Hasta siempre, hijo mío' acaba siendo uno de los dramas más sinceros y honestos entorno a la familia y a las relaciones entre padres e hijos (sean o no de sangre) que os podáis encontrar en el cine reciente.
Un filme conmovedor, de cocción lenta, lleno de sincera sensibilidad y humanidad que recompensa al espectador con una narración increíblemente sólida (su uso del flash-back y el tiempo no lineal) y que te dejará emocionado un buen rato tras la proyección. Uno de los dramas más redondos de los últimos años.
Nota: 9
Lo mejor: Su profunda sinceridad y humanidad. Su sereno equilibrio entre lo visual y el dramático relato. Su extensa duración aporta un mayor poso y apego emocional al recompensado espectador.
Lo peor: Su duración puede jugar en su contra ante los espectadores más temerosos de encontrarse ante un tostón. Que se le exija que lo político esté por encima del drama cotidiano e íntimo de los protagonistas.