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CRÍTICA

'El hijo': Cómo destrozar una magnífica pieza teatral

Crítica de 'El hijo', dirigida por Florian Zeller, escrita por Zeller y Christopher Hampton. Protagonizada por Hugh Jackman. Basada en la pieza teatral homónima de Zeller.

Por Miguel Ángel Pizarro Más 3 de Marzo 2023 | 08:55
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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'El hijo': Cómo destrozar una magnífica pieza teatral

En 2020, el fatídico año de la pandemia, llegó a salas españolas (casi en primicia, dado que era uno de los pocos mercados internacionales abiertos) 'El padre', el magistral debut del afamado dramaturgo francés Florian Zeller, quien adaptaba su propia pieza teatral homónima, galardonada con cuatro Premios Molière, y cuya versión cinematográfica se alzó con dos Premios Oscar, al mejor guion adaptado y al mejor actor para un espléndido Anthony Hopkins. El título era la segunda entrega de la trilogía temática que el artista realizó sobre las tablas con la familia como trasfondo.

Dado el increíble éxito de 'El padre', Zeller quiso apostar por arriesgarse con llevar a la gran pantalla la que fue culminación de su trilogía sobre las tablas, 'El hijo'. Considerada "una obra maestra" por Le Point y "la mejor obra de la saga" por parte de Le Nouvel Observateur y "una pieza tremendamente conmovedora" por parte de Télérama; todo apuntaba a que 'El hijo' fuese una magnífica adaptación y fuese protagonista esencial de la carrera de premios 2022-2023. Sin embargo, su estrepitoso fracaso en el Festival de Venecia ya alertó de que Zeller no había estado tan atinado en la adaptación respecto a 'El padre'.

El hijo

Y es que Zeller traiciona la esencia teatral de 'El hijo', busca ampliarla para romper esa sensación de estar viendo teatro filmado. Sin embargo, una característica esencial para 'El padre' es que justo el cineasta abrazaba sus orígenes. El rechazarlos provoca que Zeller, quien vuelve a escribir el guion de su versión cinematográfica junto con Christopher Hampton, añada flashbacks y subtramas que echan por tierra el carácter minimalista, crudo y directo de la pieza teatral original. A ello se suma que Zeller parece incapaz de convertir a Hugh Jackman en un burgués de buen corazón, pero arrogante y cínico, lo que eran Yvan Attal y Stéphane Freiss en la puesta en escena original de la Comédie des Champs Elysées.

Cierto es que la temática es tremendamente sensible, pero Zeller le quita toda la parte incómoda en la que realizaba una crítica directa a la burguesía parisina. Tampoco ayuda a que, a pesar de estar ambientada en Nueva York, la manera en la que se expresan sus personajes o el tratamiento de la salud mental parecen completamente artificiosos, produciendo esa sensación de que la historia, realmente, tendría que estar situada en otro lugar. Eso, por supuesto, no sucedía con 'El padre', donde Londres hacían una labor magnífica de sustitución del París original.

El hijo

Un melodrama lacrimógeno que no sabe estar a la altura de su temática principal

El eliminar la crítica a la familia burguesa, el querer humanizar en exceso la figura paterna (cuando, ¡ojo!, en la obra original no es que el padre fuese malo, sino humano, al tener una serie de errores propios de una persona incapaz de mirar más allá de sus narices) y el querer cargar más tintas para que el mensaje sea más explícito provocan que 'El hijo' sea un buen ejemplo de cómo destruir una obra que era magnífica y que le valió a su joven actor, Rod Paradot, el Molière al mejor actor revelación... cosa que no puede decirse de su contraparte cinematográfica, en la que Zen McGrath carece de cualquier matiz y cuya interpretación es demasiado difusa como para creer que se trata de una correcta imagen de la depresión adolescente.

La depresión adolescente era uno de los temas centrales de 'El hijo', aunque Zeller hacía hincapié en la incapacidad de los padres (especialmente el progenitor masculino) de comprender el dolor de su hijo, cuyo origen depresivo tiene muchas lecturas, siendo la más concreta la ruptura sentimental de la pareja. Sí, había cierta ambigüedad, pero, dado que Zeller contraía el mensaje con diálogos parcos y directos y una puesta en escena minimalista, deja una interpretación clara de lo que buscaba representar respecto al tormento de ser adolescente. En este caso, Zeller se va por las ramas, creando secuencias lacrimógenas que no llevan a nada.

El hijo

A ello se suma la incapacidad de crear mayor profundidad en los personajes femeninos. Sí, en la pieza teatral original, los papeles de la madre y la madrastra quedaban en un discreto segundo plano, siendo la relación paterno-filial lo principal. Pero, dado que Zeller se ha empeñado en expandir la historia, introduciendo escenas que pecan de melodrama impostado, ese defecto de la pieza original se sienta más incluso, especialmente con el caso de Vanessa Kirby, cuyo personaje aportaba cierto grado de luminosidad en una historia con atmósfera aciaga. Mención también a la adición de Anthony Hopkins, capricho de Zeller y que, aunque el veterano intérprete esté magnífico, no aporta tampoco absolutamente nada. Es más, produce la sensación de que Zeller quiere recalcar su mensaje, como si el público no fuera inteligente.

Zeller en el teatro ha demostrado tener la habilidad de desnudar las tragedias familiares cotidianas. Eso lo supo hacer con 'El padre', pero no lo ha sabido hacer con 'El hijo'. Lo único que salva los muebles es el cuidadísimo diseño de producción de los escenarios cerrados, especialmente la casa del padre, obra de Simon Bowles. Pero no hay nada más, ni siquiera su elenco se salva, aunque haya habido comentarios a favor de Jackman.

Sin duda, 'El hijo' es una decepción en toda regla, un tremendo tiro en el pie por parte de un dramaturgo que había demostrado tener una sabia mirada cinematográfica y que ahora ha sido incapaz de respetar las bases de su propia obra. Lo que hubiera provocado querer ver la culminación de la trilogía en cines, con 'La madre' (que, paradójicamente, fue la primera pieza teatral de la serie), ahora solo provoca que Zeller se enfoque en las tablas, el cual parece su hábitat natural.

4
Lo mejor: Su diseño de producción es estupendo, lo único destacable de la película.
Lo peor: La frustración de ver una espléndida obra de teatro convertida en un sensiblero telefilme de sobremesa, solo faltaba que Zeller agregase una niñera.
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