A la cineasta francesa Rebecca Zlotowski siempre le ha gustado plasmar una feminidad diferente, rebelde y atrevida en su filmografía, desde esa joven por el gusto por las carreras ilegales en 'Belle épine' a esa veinteañera liberada que rompe con los conceptos de la cultura árabe en 'Una chica fácil'. La realizadora da un auténtico salto con su quinto largometraje, 'Los hijos de otros', presentada en la Selección Oficial del 79 Festival de Venecia y galardonada con el premio al mejor montaje en el 18 Festival de Sevilla.
'Los hijos de otros' pone el foco en una realidad que el cine ha tratado pocas veces con la humanidad y el carisma que demandaba, la de las mujeres de mediana edad que no han tenido hijos (bien por decisión propia o bien porque la vida les ha llevado a no tener descendencia). Su protagonista es Rachel Friedman, profesora de instituto de 45 años, especializada en dar clases a adolescentes en riesgo de exclusión social. La mujer está teniendo una ilusión con Ali, diseñador de coches a nivel industrial, un hombre también de mediana edad al que conoció en clases de guitarra.
La cinta comienza como si de una comedia romántica se tratase, chico conoce chica, una velada de ensueño, seguida de una noche de pasión. Y es tras terminar el frenesí donde el film comienza a mostrar sus cartas, al ver Rachel que en el apartamento de Ali hay una habitación que pertenece claramente a una niña y ver que su incipiente amor está divorciado y tiene una hija de apenas cuatro años de edad. Desde ahí, Zlotowski pone el foco en cómo una persona inicia una relación con otra, con todas sus consecuencias, o sea, con esa mochila metafórica que resulta convivir con los hijos ajenos de una relación anterior.
Realmente, lo que narra Zlotowski, quien firma también el guion, es la vida misma. No hay nada extraño en un mundo en el que es habitual encontrar medios hermanos o parejas arrejuntadas en las que cada parte aporta vástagos de anteriores relaciones o que uno de ellos no tenga descendientes. No obstante, pocas veces se ha puesto el foco en esta realidad y mucho menos con la humanidad y el cariño con el que Zlotowski lo hace con una mujer sin hijos que, de repente, se ve cuidando y responsabilizándose de una niña de cuatro años que le hace replantearse sus propias decisiones.
Una película llena de humanidad y cariño
Aquí es Virginie Efira, quien ha demostrado en los últimos años ser una de las mejores actrices de su generación, la que tiene el reto de mostrar los diferentes prismas del papel de la madrastra, puesto familiar poco considerado en la opinión pública. Zlotowski no solo lo dignifica, sino que sabe darle una profundidad extraordinaria, introduciendo una serie de situaciones cotidianas que ahondan en lo importante de los detalles, en cómo un comentario aparentemente banal se convierte en un claro gesto de grave desprecio o cómo una situación ajena puede desembocar en una terrible discusión conyugal.
Zlotowski rueda, quizás, su película más personal (declarado por la propia cineasta, quien se inspiró en su propia realidad sentimental para crear la historia y a la protagonista y que, por paradojas del destino, se quedó embarazada durante el rodaje). La realizadora plasma una película cuyo espíritu feminista se ve en cada gesto cotidiano, especialmente en lo relacionado a la no maternidad de su protagonista, cuya decisión de no tener hijos es una constante cuestión que se hace a sí misma, especialmente, cuando su ginecólogo le advierte que el reloj biológico le indica que su tiempo se está agotando. "No es que yo piense que una mujer no está completa sin hijos, pero es una experiencia colectiva a la que no tengo acceso", llega a decir en una escena.
Por otro lado, la realizadora construye un esmerado retrato de lo que significa enfrentarse a una pareja que viene con 'el extra' de tener hijos, de cómo se tiene que entrar en un círculo ya creado, como aquellos actores que entran en la segunda temporada de una serie de éxito y que tienen el reto de encandilar a un público acostumbrado a ciertos personajes. También el hecho de que familiares más jóvenes tengan hijos, que muestran esa incómoda mirada que se echa a aquellos que, siendo más mayores, no han tenido descendencia.
En ese sentido, Zlotowski realiza una obra maestra, la más redonda de su filmografía. La cineasta tiene la virtud de convertir lo cotidiano en una experiencia cinematográfica, en la línea de Mikhaël Hers, con una mirada femenina en la que dota de un profundo humanismo a sus personajes y en la que pone en primera plana realidades que existen pero no han tenido ese momento protagónico que tanto merecen en la gran pantalla (incluso en los pequeños detalles, como ese momento de la ducha en la que la cámara plasma el cuerpo desnudo del hombre, para mostrar cómo a ella le atrae su pareja). Además, con un enfoque positivo, con escenas luminosas y una mirada que ve hacia delante.
'Los hijos de otros' hace honor a las declaraciones de la directora de ser un homenaje a esas mujeres independientes, libres, que decidieron no tener hijos. Una joya cinematográfica, espléndida y llena de cariño por sus personajes, a los que Zlotowski dota de una humanidad inusual, en la que una buena persona puede herir a otra, la propia vida misma, retratada con ese afecto que solo grandes cineastas son capaces de plasmar para el público.
Nota: 9
Lo mejor: Una protagonista formidable, que conquista el corazón del público. Virginie Efira está espléndida.
Lo peor: Que la Academia de Cine francesa haya ignorado completamente esta joya en los César 2023.