Cuando una película basada en las novelas de Sherlock Holmes comienza citando a Hannah Montana, el espectador ya debería saber a lo que atenerse. 'Holmes & Watson', la última adaptación de las aventuras del detective británico, dirigida y escrita por Etan Cohen ('Idiocracia', 'Dale duro', 'Men in Black 3'), es la cinta que podría estar haciendo a Sir Arthur Conan Doyle revolverse en la tumba. Esta propuesta se suma al sinfín de adecuaciones al universo creado por el escritor victoriano; por recordar algunas de las más recientes, en la pequeña pantalla tenemos a 'Sherlock', el detective del siglo XXI interpretado por Benedict Cumberbatch, y hace unos años llegaron los dos thrillers de Guy Ritchie, cuya tercera parte verá la luz en 2020. Las comparativas son odiosas, pero puede que la propuesta de Cohen sea la versión de Sherlock Holmes menos afortunada que hayamos visto en mucho tiempo.
Desde luego, si el escritor del XIX resucita no será por culpa del reparto: el dúo protagonista está interpretado por Will Ferrell y John C. Reilly, reunidos por cuarta vez tras hitos como 'Hermanos por pelotas', y acompañados de unos secundarios de lujo como son Ralph Fiennes ('El jardinero fiel', 'The Reader (El lector)'), Kelly Macdonald ('Trainspotting', 'Boardwalk Empire'), Rebecca Hall ('Christine'), Steve Coogan ('Philomena') y Hugh Laurie ('House'). El doblaje los dos protagonistas corre a cargo de Santiago Segura y Florentino Fernández, una apuesta segura, pues fueron quienes ya pusieron voz la pareja hace una década.
La premisa de 'Hermanos por pelotas' de Adam McKay, quien produce la cinta sin dirigir en esta ocasión a su recurrente dúo, era presentar a dos cuarentones haciendo humor sin filtros y comportándose de manera infantil. Extrapolar el humor propio de una 'buddy movie' al raciocinio sagaz e irónico de Sherlock Holmes no ha terminado de encajar, y eso que algunos de los gags puestos en boca de sus protagonistas seguramente sean el principal motivo por el que pueda merecer la pena ver el filme. Los primeros minutos nos muestran la peculiar forma en la que el Doctor Watson (Reilly) conoció a su adorado Sherlock (Ferrell), para en seguida trasladarnos al juicio del Profesor Moriarty (Fiennes), gran enemigo del detective. Pese a que el caso parece estar resuelto, las apariencias engañan, y Sherlock demuestra inesperadamente que su némesis ha huido a Estados Unidos. Pronto, el dúo de protagonistas encontrará otra misión a la que atender: además de la invisible amenaza que continúa suponiendo Moriarty, hay un misterioso asesino que pretende acabar ni más ni menos que con la Reina de Inglaterra (Pam Ferris). Ayudados de la inteligente doctora Grace Hart (Hall) y de su excéntrica acompañante Millicent (Lauren Lapkus), Watson y Holmes tendrán que evitar un regicidio, además de conseguir superar un peligro aún mayor: los baches por los que pasa su propia relación.
Un detective made in USA
Pocas referencias interesantes encontramos al personaje creado por Doyle, más allá de las muy obvias (sí, la cocaína aparece en los relatos originales). La cinta está claramente dirigida al mismo público que disfrutó de las comedias de McKay, aunque se queda a medio camino: si el objetivo no es hacer el inteligente humor británico que esperaríamos encontrar en Baker Street, al menos se podría explotar la brutalidad que ya hemos visto hacer gala en otras ocasiones al dúo protagonista, creando a los detectives más políticamente incorrectos de la historia. Sin embargo, solo hay una escena en la que John C. Reilly y Rebecca Hall, parodia de 'Ghost' por medio, nos dan una idea de lo que la película podría haber sido. Al final, la comedia producida por Sony se sirve básicamente de anacronismos: puede tener cierta gracia ver a la pareja tomándose un selfie con la Reina, o a Watson enviando un telegrama con alto voltaje sexual. Aunque bastante predecibles, algunos de estos gags, especialmente los que parodian la política o el machismo, son los que evitan el naufragio total de la película.
Bien llevada, la propuesta de Etan Cohen podría haber tenido éxito. Reinterpretar en clave de comedia a uno de los personajes más icónicos de la cultura británica siempre despertará críticas, pero hay muchísimas parodias de clásicos que han encandilado al público: solo hay que pensar en 'El jovencito Frankenstein' e incluso en las producciones de los Monthy Phyton. El problema, básicamente, es que da la sensación de que Cohen no se ha detenido ni diez minutos a reflexionar sobre el guion. Y los espectadores, también los que buscan ver comedias sin más pretensión que la de disfrutar junto a un bol de palomitas, no son tan complacientes como para aceptar dichos giros argumentales. Por suerte, el ágil montaje e incluso aspectos como el anacronismo musical y el colorido vestuario pueden jugar a favor de que el público se deje llevar antes de cuestionar un argumento tan manido e inverosímil.
Tal desastre narrativo solo lo podría salvar el reparto: pese a que Ferrell y Reilly hacen gala de la química que se espera entre ambos tras varias películas juntos, no se les da la oportunidad de explotar su potencial. Aunque resulta aún más decepcionante el desaprovechamiento de los personajes secundarios. Ralph Fiennes, quien podría haber echado un cable al dúo en su canónico papel de Moriarty, ni está ni se le espera. Lo mismo podría decirse de Kelly MacDonald y Hugh Laurie: la primera termina por adquirir un nada creíble protagonismo en el último tercio, y el segundo podría haber brillado en su papel de Mycroft Holmes, más aún teniendo en cuenta que el Doctor House, personaje al que el actor dio vida durante años, está inspirado en el detective victoriano. La pareja formada por Rebecca Hall y Lauren Lapkus consigue aportar algo más de luz, especialmente la primera en su rol de doctora fuera de las convenciones sociales de la época, a lo que Lapkus complementa con su expresividad. También hay un inesperado y brevísimo cameo, solo desvelaremos que está relacionado con 'Titanic'.
Cuando comienza la película, cabe preguntarse si no se hará demasiado larga la hora y media que dura la proyección. No es ningún secreto que en Estados Unidos algunos espectadores han abandonado las salas ni que la cinta ha sido nominada a seis Razzies, los galardones que premian las peores propuestas cinematográficas del año. Tampoco lo es el hecho de que Sony intentara vender a Netflix esta parodia del detective, algo que ya da pistas en cuanto a las dudas de la multinacional sobre su funcionamiento. Sin embargo, queda algo de esperanza. Es posible ver 'Holmes & Watson' y, sí, reírse con ella, y especialmente de ella. No descartemos que con el tiempo se convierta en un clásico como 'Jack y su gemela' y sea considerada una cinta imprescindible de revisitar si se quiere abrir el cajón de sastre de la comedia. Porque a todos nos puede gustar lo elemental, querido Cohen, pero tampoco hasta ese punto.
Nota: 4
Lo mejor: Puede suponer hora y media de diversión para los amantes incondicionales de Will Ferrell y John C. Reilly.
Lo peor: El despropósito de la estructura narrativa y la oportunidad perdida de hacer una buena parodia.
Diez comedias por las que Will Ferrell es un genio del humor
'Movida en el Roxbury'
Antes de encarnar al tan atractivo como descerebrado Sky Corrigan en 'Superstar', esa mezcla imposible de comedia de institutos con el angst del cine de Todd Solondz, que solo podía protagonizar una ya por entonces treintañera Molly Shannon, 'Movida en el Roxbury' fue la primera película surgida de un sketch del SNL en llevarse al cine que protagonizó Will Ferrell, en esta ocasión junto a Chris Kattan.
El sketch recurrente, siempre a ritmo del What is Love de Haddaway, se había convertido en un icono del programa. Consciente de ello, el director John Fortenberry lo recrea de forma fidedigna en sus créditos de inicio, llegando hasta a hacer un guiño a Jim Carrey avanzado el metraje. Pero la película que traía a la vida a los hermanos Butabi era mucho más que un sketch alargado, una banda sonora que nos devuelve a los noventa y una anécdota de Emilio Estévez por contar en la cola de la discoteca. La dinámica que se establecía entre ambos y su estupidez congénita sentarían las bases de la filmografía de un Will Ferrell, que... un momento, ¿me acabas de tocar el culo?
'Zoolander' y 'Zoolander 2'
Qué decir de 'Zoolander' que no se haya dicho ya. Ben Stiller parodió el mundo de la moda y acabó creando la comedia más icónica del siglo gracias a su cuidado visual y diseño artístico, pero también por supuesto por encadenar gags perfectos uno tras otro. Su personaje era el mayor idiota de los modelos de pasarela y necesitaba un villano a la altura de su estulticia. Will Ferrell encarnó al imponente Mogatu y volvió a hacerlo en la secuela (que fue un estruendoso fracaso de taquilla y que se limita a repetir las referencias de la original sin demasiada inspiración), convertido tras su paso por prisión en un supervillano cuyos planes eran todavía más ridículamente malévolos.
Aunque su lugar no deja de ser secundario en ambas películas, siempre lograba restarle protagonismo al propio Zoolander, dejando para el recuerdo una de las facetas menos aprovechadas de su filmografía, su capacidad para el disfraz. No solo encarnando a este estrafalario modisto encantado consigo mismo y con la idea de explotar a niños malayos y asesinar hipsters para su beneficio, sino en el psicotrópico montaje a ritmo de Relax con el que hipnotiza a Zoolander en la original y con su monstruosa evolución física en la secuela. Hansel por supuesto seguía siendo so hot right now!
'Elf'
El primer punto de inflexión de la carrera de Will Ferrell fue esta delirante comedia navideña que se convirtió en un auténtico éxito de taquilla e hizo trascender la imagen del actor al gran público. Las claves parecen difíciles de creer, pero 'Elf' tiene el indudable mérito de ser al mismo tiempo una película propia y reconocible en la trayectoria de Will Ferrell, entregado a la sátira con la que reírse de todos y cada uno de los tópicos de la Navidad, sin dejar de cobrar la forma de amable y familiar cuento navideño.
El mérito es de un Jon Favreau que permite dar rienda suelta al humor de Will Ferrell y su facilidad para transmitir asombro ante cualquier detalle insignificante de nuestro mundo, anonadado en la Gran Manzana tras criarse en el Polo Norte como aprendiz de elfo de Santa Claus. Aunque en su tramo final el azúcar edulcora lo que tenía que haber sido una película anti-navideña, 'Elf' se convierte en un tontorrón cuento de Navidad más, en lugar de la sátira subversiva que tenía que haber sido. Y que, en el fondo, es.
'Aquellas juergas universitarias'
Otro hito, no ya de la filmografía de Will Ferrell, sino de lo que se entendió como Nueva Comedia Americana. La película dirigida por Todd Phillips recogía un cambio generacional, agrupando a tres de los principales actores del conocido como fratpack. Luke Wilson, Vince Vaughn y el propio Ferrell. Una generación que se negaba a crecer y hacía frente a las obligaciones y frustraciones maritales de la vida adulta volviendo a una eterna adolescencia, simbolizada en la absurda idea de formar una fraternidad.
Experto en el tema, Todd Phillips había realizado años atrás un documental sobre el lado oscuro de las fraternidades americanas, el guion sabe explotar las posibilidades cómicas que ofrecen sus ritos de iniciación y el microcosmos que las rodean. Apoyada en una dirección de corte clásico, aunque ligeramente influenciada por el estilo de Wes Anderson, el factor diferencial acababa siendo Will Ferrell, que protagoniza una memorable carrera desnudo en plena borrachera y, sobre todo, la escena de la piscina, homenaje destroyer a 'El graduado' incluido.
Anchorman: 'El reportero, la leyenda de Ron Burgundy' y 'Los amos de la noticia'
Por múltiples motivos, probablemente 'El reportero: La leyenda de Ron Burgundy' sea la película más relevante para comprender y poner en valor la filmografía de Will Ferrell. En cambio, su estreno en España apenas recaudó 10 mil euros y fuera del mundo anglosajón casi nadie fue a verla al cine. Ambientada en la California de los años setenta, su condición de parodia del mundo del periodismo norteamericano limitó inicialmente su público objetivo, pero con el paso de los años adquirió un merecido estatus de culto que hizo posible una secuela, superior incluso a la original y todavía más taquillera, pero que en España se estrenó directa a DVD bajo el lamentable título de 'Los amos de la noticia'.
Coescrita junto a Adam McKay. 'El reportero: La leyenda de Ron Burgundy' supuso su primera colaboración con el director de 'La gran apuesta' y el inicio de una exitosa relación artística. Además de crear a un personaje tan memorable como Ron Burgundy, rodearlo de un reparto perfecto e inventar la genial idea de una batalla de periodistas, hay algo profundamente valioso en ambas y es su capacidad para afrontar desde el humor y la distancia temporal de su ambientación una feroz crítica al sensacionalismo, del mismo modo que abre la herida sobre temas todavía conflictivos para la sociedad. En primer lugar, y esta será una constante desde entonces en su filmografía, desmonta la masculinidad de su personaje constantemente, y en ambas películas lo hace abordando conflictos como el machismo y el racismo inherentes a la tradicional sociedad norteamericana, representada en este presentador de lustroso bigote y escaso CI que no puede evitar despedir cada informativo sin recordarle al espectador aquello de Stay Classy, San Diego! O cualquier otra cosa que le pongan en el teleprompter.
Comedias deportivas: 'Pasado de vueltas', 'Patinazo a la gloria' y 'Semi-Pro'
Que Will Ferrell es un fan del deporte es un hecho. Que es todo un atleta es algo que ha intentado demostrarnos durante este tiempo y de lo que casi nos convence, llegando hasta el punto de jugar en diez equipos de la MLB de béisbol en un mismo día, hazaña registrada en el documental con fines benéficos de HBO 'Will Ferrell Takes the Field'.
Aunque con desigual resultado, su filmografía no ha sido ajena a este interés por el deporte, encarnando al piloto Ricky Bobby en 'Pasado de vueltas' (una de las sátiras más subversivas del sueño americano), al patinador artístico Chazz Michael Michaels en 'Patinazo a la gloria' (en la que ataca no pocos tópicos sobre la homosexualidad relacionados con el deporte) y a Jackie Moon, dueño y jugador de los Flint Tropics de la extinta ABA en 'Semi-Profesional: Un equipo de pelotas' (y también one hit wonder del soul, recuerden Love Me Sexy). Las tres películas tienen en común la espectacularidad visual con la que reflejan el deporte, ya sea con accidentes interminables, acrobacias imposibles o incluso con la invención del alley-oop, que en el fondo no dejan de ser la excusa idónea con la que parodiar sus convenciones narrativas y llevar la comedia al absurdo.
'Hermanos por pelotas'
Dos cuarentones compartiendo dormitorio y literas, haciéndose la vida imposible el uno al otro y a sus padres, recién casados. ¿Qué puede salir mal? Will Ferrell, John C. Reilly y Adam McKay continúan la idea de la relación fraternal de amor-odio sembrada en 'Movida en el Roxbury' para llevarla a otro nivel. Ideada por los tres y producida por Judd Apatow, 'Hermanos por pelotas' explota las dinámicas del Farrell Face-Off como ninguna otra película de su filmografía, encadenando una sucesión de disparates que, como trasfondo, proponen una llamada a la vagancia frente al liberalismo. Todo desde la comodidad de su propio barco con putas, porque no olvidemos que este es el jodido Catalina Wine Mixer y por ti volaré...
'Los otro dos'
Y llegó la crisis. La económica tras la caída de Lehman Brothers y el fraude de la venta de hipotecas, por supuesto no la creativa del dúo formado por Adam McKay y Will Ferrell, al que en esta ocasión se une Mark Wahlberg como héroe de acción, lo que alteró su rol habitual, descubriendo nuevas facetas. Ferrell es un pusilánime oficinista que no ha disparado nunca un arma y que estará obligado a poner a prueba sus dotes jugando al GTA conduciendo su Prius híbrido o haciendo de poli (aún más) malo.
Porque aunque 'Los otros dos' toma inicialmente la forma de buddy movie, con una parodia insuperable del cine de acción a costa de Dwayne Johnson y Samuel L. Jackson ("There goes my hero..."), pronto se desvela que detrás del argumento (más libérrimo y abierto a la improvisación y a los gags absurdos que nunca) hay un notable interés por sacar a relucir los crímenes financieros que condujeron al mundo a la crisis, sobre los que la película se detiene en los títulos de crédito finales y acerca de los que McKay profundizaría en la tan didáctica como corrosiva 'La gran apuesta'.
'Casa de mi padre'
Detrás de las comedias de Will Ferrell suele haber una ambición cinematográfica más inusitada de lo que aparentan. Confían en el gag visual, no se limitan al diálogo, y tratan de explotar la espectacularidad del argumento de forma humorística, normalmente ridiculizándolo. En cambio, con 'Casa de mi padre' esa búsqueda estética resulta muy diferente al resto de su filmografía, se multiplica hasta convertirse en la propuesta más ambiciosa y también más genial que haya protagonizado.
Hablamos de una revisión del western y de la telenovela que asume sus códigos hasta el punto de estar completamente interpretada en castellano, filmada en un formato panorámico (el inventado México Scope) y con un tratamiento del color muy agresivo que remite a ambos géneros. El mérito es de Matt Piedmont tras las cámaras, con el que a continuación rodaría la serie 'The Spoils of Babylon', que con el uso de maniquíes como extras, animales de cartón y un juego con la planificación y el montaje que rompe la cuarta pared constantemente, explota formas nuevas de trabajar la parodia y de reinterpretar los géneros, cobrando por momentos la forma de un filme experimental. Will Ferrell solo es un ranchero, pero se entrega al pronunciar cada palabra en castellano y se desvive por su personaje mientras el resto de la película parece desmontarse a su alrededor.
'Adopción peligrosa'
La última gran jugada de Will Ferrell fue incomprendida y pasó prácticamente desapercibida, despertando desconcierto y cierta polémica a su alrededor, aunque esa y no otra era la idea. 'Adopción peligrosa' es un telefilm, una TV movie de bajo presupuesto de la cadena Lifetime. Pero es uno protagonizado por Will Ferrell y Kristen Wiig, escrito por el guionista del SNL y 'Casa de mi padre' Andrew Steele. ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué se les había perdido? ¿Con quién se habían endeudado?
Nada más lejos. La idea es tan simple como genial, colar a una de las cadenas con mayor audiencia del país una falso telefilm en el que el humor estuviera soterrado bajo las convenciones y los giros característicos de las producciones de sobremesa, cargadas de traumas, secuestros, crímenes y tensión de andar por casa. Salvo algún par de diálogos (la extrema preocupación del Will Ferrell por la diabetes de la hija) el guion intenta ser lo menos gracioso posible y evita romper la lógica interna. No se trata de una parodia y por eso irónicamente es una película muy divertida. Ver a Kristen Wiig y Will Ferrell protagonizar un telefilm es una conquista y un ejercicio cómico tremendamente arriesgado, pues el humor no se verbaliza, sino que pertenece al espectador activo capaz de detectar lo absurdo de la propuesta. Por azares del destino, la película se emitió en la sobremesa de Telecinco, llegando a ser trending topic en España y confirmando la maestría de la propuesta, capaz de cruzar fronteras sin que ningún alto directivo o jefe de programación se de cuenta.