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CRÍTICA

'El hombre que vendió su piel': Ácida mirada al mundo del arte

Crítica de 'El hombre que vendió su piel', dirigida y escrita por Kaouther Ben Hania. Protagonizada por Yahya Mahayni, Koen De Bouw y Monica Bellucci. Nominada al Oscar al mejor film internacional.

Por Miguel Ángel Pizarro Más 8 de Abril 2022 | 08:45
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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A pesar de haber sido una de las protagonistas inesperadas del año pasado, la cinta tunecina 'El hombre que vendió su piel' ha tardado en llegar a salas españolas. Nominada al Oscar al mejor filme internacional en la 93ª edición de los Premios de la Academia de Hollywood, aquellos que encumbraron a 'Nomadland' como la vencedora de la noche y dieron la estatuilla en esta categoría a la danesa 'Otra ronda', la espera ha merecido la pena, pues el largometraje de Kaouther Ben Hania muestra un complicado equilibrio entre la afilada crítica al arte contemporáneo y el drama social sobre la crisis de los refugiados.

El hombre que vendió su piel

Es de agradecer que llegue a salas comerciales española el cine de Kaouther Ben Hania, una de las directoras más reconocidas del cine tunecino, quien en su ópera prima, 'La belle et la meute', hizo un poderoso alegato feminista y mostró las vergüenzas del país magrebí antes los casos de abuso sexual y posteriores denuncias. Para su segundo largometraje, la cineasta da un giro radical y se atreve con la sátira política, en un movimiento que muestra a una de las realizadoras más atrevidas del panorama actual, pues su propuesta podría ser una digna sucesora de 'The Square' de Ruben Östlund.

Debido a su carácter vanguardista, el arte contemporáneo siempre ha estado rodeado de polémica, véase las vividas en los últimos años en ARCO en el caso del ninot del rey Felipe VI o la de los retratos de los políticos del 'procès'. Ben Hania aprovecha eso para enmarcarlo dentro de la crisis de los refugiados, en la que Jeffrey Godefroi, un artista plástico, decide utilizar la espalda del protagonista, Sam Ali, un joven sirio que huido de su país y que se ha instalado en el Líbano a la espera de poder llegar a Europa, donde reunirse con su gran amor, que vive en Bélgica.

El hombre que vendió su piel

Ben Hania logra un buen equilibrio entre sátira, humo negro y drama social

Es interesante cómo Ben Hania formula el pacto, pues el protagonista puede huir de la guerra y recorrer el mundo, hospedarse en hoteles de lujo y ser una obra de arte en vida. Sin embargo, lo que parecía un buen trato termina siendo una jaula dorada, con la que la cineasta deja en evidencia las dobles varas de medir de la sociedad, la hipocresía que hay frente a la realidad de los refugios, la aporofobia y la explotación frontal de una situación que ha mostrado el lado más cruel de la humanidad. Todo ello envuelto en una afilada sátira llena de humor negro, con la que la cineasta, quien también firma el guion, sorprende, pues provoca que su crítica social sea más directa, la visa del refugiado es la propia obra tatuada en su espalda, pero a la vez logra evitar los clichés emocionales del drama de denuncia.

El hombre que vendió su piel

Aunque Ben Hania firma un notable guion, lo que eleva al filme son sus protagonistas. El carisma de Yahya Mahayni consigue que la falta de agudeza de su personaje sea vea con cierta mirada entrañable, dada su ingenuidad. El intérprete sirio, quien obtuvo el premio al mejor actor en la sección Horizontes del Festival de Venecia de 2020, está muy bien acompañado por Koen De Bouw, el actor belga ofrece una de sus interpretaciones más irreverentes y diferentes de su filmografía, y una hierática y gélida Monica Bellucci. Todos ellos muestran la banalidad del arte y de cómo parasita en las causas sociales para satisfacer su propio ego.

Nota: 8

Lo mejor: El carisma de Yahya Mahayni. Cómo Ben Hania combina sátira, humor negro y drama social.

Lo peor: Debido a que toca temas sensibles, corre el riesgo de ser malinterpretada.

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