La brasileña 'Hotel Cambridge' va de "la enfermedad del siglo XXI", como califica uno de los personajes la huida de millones de personas de sus países natales y su llegada, como refugiados que se convierten en un problema, a tierras extrañas. Personaje o, simplemente, persona, porque en la cinta de Eliane Caffé se entremezclan, además de historias, figuras reales y nombres ficticios que personifican actores profesionales y que pueden recordar a historias propias de otros inmigrantes.
Un edificio abandonado en Sao Paulo, que personas de todas las nacionalidades han limpiado y convertido en su hogar, se ha convertido en un interludio entre el horror pasado y el futuro soñado: el letargo de los que andan sin ser vistos ni tenidos en cuenta. Entre las paredes del 'Hotel Cambridge', el hastío se combate con ruido, señoras que se pegan a ti aunque aún no sepas ni una palabra de portugués y música autóctona de cada país.
En medio de tanta algarabía, Caffé mide el tempo de la narración con una cuenta atrás de lo importante: los residentes del 'Hotel Cambridge' serán desahuciados en un plazo de 15 días, sin condiciones. La directora explora los recursos del lenguaje audiovisual para convertir lo que pasa delante de la cámara en un continuo espacio para construir, partiendo tanto desde la forma en que se concibe la imagen fílmica y se expone, como desde el corazón del universo diegético. Ello le valió obtener el Premio Cine en Construcción en el Festival de San Sebastián el pasado 2015.
A caballo entre la ficción y el documental, el filme le sigue la pista a los movimientos okupas y a los bajos fondos de la arquitectura local, comandado por el personaje de Carmen Silva, la "casera" que pone orden entre las plantas del edificio. Mientras, de puertas para adentro, la historia se centra mayoritariamente en un congoleño que huyó de la guerra en su país por el coltán; una tía y su sobrino, Gilda y Apolo; un pakistaní, Isam, que vuelca su teoría política de lo que sucede en su país; y una brasileña que, al igual que Caffé, graba todo lo que puede.
¿Cómo evitar el caos?
Cuando se detiene en las escenas cotidianas de los refugiados y gente sin hogar del 'Hotel Cambridge', la directora administra mejor el humor y la candidez de los inquilinos, dando lugar a escenas con puntos cómicos que nacen la pura desesperación, que el aporte dramático que se busca con otros momentos. Lo que tiene de positivo mezclar tantas historias que ayuden a forjar un relato complejo sobre el concepto moderno de refugiado también cae en que prevalezca, a medida que avanza el metraje, el desconcierto, que puede provocar que el espectador se pierda fácilmente.
Como consecuencia de las acciones que emprenden los personajes, la película se transforma en una sucesión de fotos, en una conversación de Skype o un quejido audiovisual de réplica a través del videoblog de Apolo. Todo ello da paso a que el lenguaje del que se sirve la narración adquiera un cariz poético, que se vuelve mucho más imponente y funcional cuando se muestra en forma y no en diálogo.
Nota: 7
Lo mejor: La narración vista como un espacio de creación donde todo confluye.
Lo peor: El aspecto "descuidado" del montaje dado los saltos de la historia.