Tras el éxito en los cines de Dinamarca de 'Iqbal y la fórmula secreta', basada en la saga literaria infantil de éxito del político danés de origen indio, Manu Sareen, llega ahora la secuela 'Iqbal y el superchip'. Al igual que la primera parte, esta continuación sigue mostrando las travesuras de un problemático preadolescente danés de origen indio con su amiga Sille. Una vez más, la película deja una moraleja que será el principal fuerte de esta propuesta familiar.
Iqbal sigue siendo el mismo chico lleno de energía. Junto con su amiga Sille, vuelve a llegar tarde a la escuela, para colmo de su tutor, el profesor Jeppe. Sin embargo, las regañinas del profesor le servirán de poco al enterarse de que el barrio en el que los dos viven será derribado para construir edificios de lujo, un proyecto impulsado por los malvados hermanos Æselmand, a los que ya metieron en la cárcel Iqbal y Sille por haber intentado especular con la venta de casas. Para evitar los desahucios, Iqbal y Sille usarán un chip mágico que, tras una tormenta, sirve para dar energía infinita. Sin embargo, Iqbal y Sille descubrirán que los hermanos esconden un plan más ambicioso que el de una simple construcción de pisos de lujo.
Una película con mensaje didáctico
Realmente, 'Iqbal y el superchip' no ofrece nada diferente a lo visto en la anterior película, quizás lo que más llama la atención es el elemento fantástico. Con lo cual, los fans de la saga literaria disfrutarán al ver que los personajes siguen siendo igual, no han cambiado. Eso sí, la moraleja tiene otro valor, pese que los villanos vuelve a ser los mismos. En esta ocasión, la película muestra cómo puede cambiar a alguien el dinero, así como también un alegato a favor de las protestas vecinales y una sutil crítica a la especulación inmobiliaria.
Con lo cual, la película cumple con su función didáctica, poco se le puede reprochar en este aspecto. Sin embargo, tampoco ofrece nada diferente a lo que se vio en su predecesora. Es más, se podría decir que esta secuela es más políticamente correcta, al eliminar el humor relacionado con la intolerancia racial. Cierto, se trata de una película familiar, pero no hay que olvidar que esa crítica, en tono de humor, la firma el que fue el Ministro de Igualdad de Dinamarca entre 2011 y 2014, Manu Sareen, nacido en la India pero criado en el país.
No ofrece nada nuevo
Aunque, realmente, esa ausencia de humor no es el principal problema de 'Iqbal y el superchip', sino el de no ofrecer nada nuevo al cine familiar, convirtiéndose en una película completamente previsible, en la línea de otras propuestas familiares semejantes como la saga sueca de 'La familia Andersson', la alemana 'El pequeño vampiro' o la saga estadounidense de 'El diario de Greg'. Películas hechas para entretener sin mucha ambición, realmente.
Y en eso se queda, poco más se puede comentar de una película que es ideal para pasar un rato de desconexión. Con una historia familiar que puede llamar la atención de los más pequeños, pero que nada desentonaría con las películas alemanas de sobremesa de algunos canales de televisión.
Nota: 4
Lo mejor: Entretiene y, afortunadamente, dura poco.
Lo peor: ¿Realmente era necesario introducir un "superchip"?