Paul Urkijo Alijo se ha convertido en una de las voces más interesantes del panorama nacional. El director, nacido en Vitoria, ha tratado de mostrar orgulloso toda la narrativa efervescente que puede aportar la mitología vasca en forma de cortometrajes y largometrajes. Ya lo hizo con su ópera prima, 'Errementari (El herrero y el diablo)', donde adaptó un cuento popular de su tierra sobre un herrero que espantaba a los propios demonios debido a la maldad de su alma. Ahora, Urkijo vuelve a la fantasía, pero esta vez medieval, con 'Irati', un relato épico ambientado en la Edad Media que devuelve al género de espada y brujería mucha de su dignidad perdida.
Y es que Urkijo se ha labrado esta posición de defensor del género a base de elogios y premios. Con 'Errementari', Urkijo viajó a Sitges y consiguió una nominación a Mejores efectos especiales en los Goya; mientras que con 'Irati', el equipo ha tenido distintos pases en multitud de festivales donde se ha ido llevando el premio del público, en especial, claro, el del Festival de Sitges. Con todo, ya solo hacer una película de fantasía y aventuras debería considerarse todo un logro teniendo en cuenta lo poquísimo que se estila el género en este país. La superproducciones estadounidenses y las comedias para toda la familia reinan en una taquilla que se desinfla semana a semana pero que, a su vez, aún alberga de vez en cuando una producción que se desmarca de lo establecido y logra una propuesta sugerente.
En este caso, Urkijo se inspira en la novela gráfica 'El ciclo de Irati', de Jon Muñoz Otaegi y Juan Luis Landa, para narrarnos la historia de Eneko (interpretado por un Eneko Sagardoy que sorprendió al mundo con 'Patria' y 'Handia', además de la propia 'Errementari'), un joven príncipe del pueblo del valle cuyo padre dio su vida a cambio de derrotar al ejército de Carlomagno que había atravesado los Pirineos para hacerse con el territorio e instaurar el cristianismo. El padre, que había pactado con una diosa ancestral (maravilloso cameo de Itziar Ituño) para poder vencer a sus enemigos, termina siendo enterrado junto al tesoro de Carlomagno, y su hijo está decidido a encontrarlo. Para ello, necesitará la ayuda de Irati (interpretada por la debutante Edurne Azkarate), una joven pagana de la zona.
Lo primero que llama la atención de 'Irati' es, por supuesto, su majestuoso diseño de producción. Ya en 'Errementari', Urkijo destacó por su marcada personalidad a la hora de dar forma a todos los dioses y monstruos de la mitología de la antigua Euskal Herria. Si en su opera prima Urkijo se disfrazó de Guillermo del Toro para reimaginar la figura del demonio con efectos prácticos, en 'Irati' se pone el traje de Peter Jackson para envolver el relato de esa épica medieval llena de magia, espadas y deidades que tanto se echa en falta en cartelera a día de hoy. El director vitoriano se sirve del propio bosque de Irati, situado entre el norte de Navarra y los Pirineos Atlánticos en el suroeste de Francia, para confeccionar una iconografía que brilla a nivel visual. La trabajadísima estética puede descubrirse en el tremendo cuidado que hay por la iluminación, la fotografía, el vestuario de época o la banda sonora. La fantasía medieval suma a su contador otro caso de escenarios apabullantes, por su magnitud y su belleza, como ocurre con 'El Señor de los Anillos' o, más recientemente, 'El caballero verde' y 'El Hombre del Norte'.
Reivindicando Euskal Herria
Si bien la singularidad de los paisajes y la importancia que se le da dentro del relato podría recordar al tratamiento que tiene en la Tierra Media, 'Irati' hace suyo también un mensaje ecologista y de reivindicación de la naturaleza como podía verse en otro sanguinolento ejemplo de aventura épica como es 'La princesa Mononoke'. Aunque, a pesar de todo, la reflexión que predomina, además del propio amor hacia la Historia en sí misma, es la de la aculturación. Durante el siglo VIII, el cristianismo se expande por una Europa que se deshace a nivel religioso, con un único dios que acapara todos los rezos. Eneko debe luchar no solo con sus enemigos, sino con su propia fe, que irá bamboleándose entre la cristiana y la pagana. Por lo tanto, Urkijo se sirve del cómic para trasladar de la viñeta a la pantalla grande una imaginería desbordante que hable de cómo las raíces y la historia cultural vasca pueden calar hondo.
Ahí es, precisamente, donde 'Irati' brilla. Urkijo se abandera de lo autóctono para exportar a todos los lugares de España (y más allá) la sobrada calidad que espera dentro de las fronteras del País Vasco. Hacer una apuesta tan arriesgada como esta ya es digno de elogio si se tiene en cuenta la difícil recepción que tiene el género en el país o lo alternativo que resulta establecer el euskera como lenguaje protagonista. Reclutando a actores y actrices vascas, 'Irati' viene a demostrar de manera orgullosa el férreo carácter de las historias vascas y su buen hacer en prácticamente todos los niveles.
No obstante, 'Irati' no está exenta de flaquezas, por muy impresionante que sea a nivel visual. Para contar una historia tan extraña, repleta de lamias, diosas y cíclopes, es inevitable contar con un guion que, al igual que sus personajes, sea diferente, monstruoso, amorfo. Urkijo no sigue las convencionalidades narrativas tratando de mantener la esencia de la novela gráfica, lo que termina resintiendo en gran medida el ritmo de la película, sin llegar a lastrarla gravemente, pero resultando algo densa y farragosa en su desarrollo.
Resumiendo, 'Irati' es una estupendísima apuesta por la fantasía medieval, ese género tan infravalorado y denostado en este país. Una apuesta que, podría pensarse, es prácticamente suicida teniendo en cuenta lo poco agradecidas que son las carreras de premios con la fantasía, la ciencia ficción o el terror (como hemos podido comprobar este año en las nominaciones a los Oscar). Sin embargo, la segunda película del director vitoriano ha recibido 5 nominaciones en los Goya: Mejor guion adaptado, música original, canción original, diseño de vestuario y efectos especiales. Este hecho sienta un precedente, no solo para las producciones vascas, sino para el (merecido) posible retorno del fantástico de espada y brujería a su más alto nivel.
Nota: 7.
Lo mejor: Su valentía al apostar por un género tan injustamente denostado. Su majestuoso diseño de producción, banda sonora y fotografía.
Lo peor: Su ritmo irregular que termina por hacerla algo densa.