Más allá de datos, porcentajes y demás estudios, Italia es considerado uno de los países más machistas de la Europa occidental. Lo llamativo de este concepto es que se trata de un estado donde la cultura ha sido muy matriarcal, en el que la figura de la madre tiene un concepto casi sagrado y son éstas, en la sombra, las que mantienen una tradición arcaica en la que la oprimida se convierte en opresora, formando así un peligroso círculo vicioso que ha trascendido de generación en generación.
Eso es lo que explora Marisa Vallone en su ópera prima, 'La isla de las mujeres', situándose en la Cerdeña de 1929, donde las tradiciones ancestrales todavía marcan a sus ciudadanos. En un pequeño pueblo de la isla, impera la creencia que si una familia tiene siete hijas, la séptima está destinada a ser una bruja. En ese escenario nace la pobre Fidelia, quien estará marcada como la bruja del pueblo desde su nacimiento. Su familia le impone ese condicionamiento, prohibiéndole acercarse a cualquier personaje del sexo opuesto y recluyéndola lo máximo posible en casa.
Con la creencia de que las brujas no deben reproducirse y cualquier hombre que caiga bajo sus encantos estará condenado; Fidelia crece entre el ostracismo y la necesidad; porque se supone que las brujas pueden ser buenas y ayudar en calidad de matronas. Dicho de otra forma, proveer a otras mujeres para que den vida mas no ellas mismas. Creencias ancestrales que convierte a Fidelia en una prisionera en su propio pueblo y con el que debe lidiar.
Vallone, quien firma el guion junto con Paola Sini, la cual encarna a Fidelia durante su adultez, configura una especie de fábula que evoca al cine de Alice Rohwacher y al de Pietro Marcello. Situándose en un lugar en el que existe una atmósfera propia del realismo mágico. Precisamente, su parte técnica es impecable, con fotografía de Luca Coassin, vestuario de Stefano Giovani y escenografía de Alfonso Rastelli. Sus escenarios naturales encandilan y su mensaje sobre la opresión de las mujeres y cómo ellas misman participan en esa opresión que se lega de generación en generación queda clara.
Una ópera prima que deja la sensación de que podía haber ofrecido más
La directora busca crear una fábula de paradojas, de cómo la 'hija maldita' desde su nacimiento goza de salud y termina convirtiéndose en madre (al hacerse cargo de una niña abandonada por su familia al ser tanto una hija ilegítima como el séptimo vástago femenino de la prole) a su la sexta hija, su hermana mayor Bastiana, es estéril; a pesar de sus muchos intentos por quedarse embarazada.
El film deja de forma muy evidente cómo una protagonista es víctima del destino que se le impone y cómo otra busca romper esa cadena tóxica. Ahora bien, la manera en la que lo narra es confusa, entremezclando una serie de personajes secundarios que buscan resaltar la trama, pero que no lo consiguen. Es más, se pierde en subtramas que quedan del todo bien desarrolladas, llevando a sus protagonistas a situaciones límite y fuera de lugar.
El resultado final es una película irregular, en la que queda reflejado el mensaje, pero su historia se pierde en situaciones reiterativas y una trama extraña y mal resuelta. Una ópera prima cuya idea era prometedora, pero que acaba enterrada en un relato que no funciona del todo, a pesar de su loable reparto, en el que destacan también Valentina Lodovini y Syama Rayner en ese triángulo femenino de madres, hijas y destinos quebrados.