Desde la creación del cine a finales del siglo XIX se puso de manifiesto el poder hipnotizante de las imágenes en movimiento. Los espectadores de aquel invento prodigioso quedaban maravillados por los coches o los actores cruzando de un lado a otro de la pantalla, moviéndose como si fueran reales; pobres diablos cautivos de la pantalla por algún tipo de hechicería maligna. Con el tiempo nos hemos acostumbrado a esta magia, y hemos descifrado todos los entresijos de su funcionamiento, pero el principio nos sigue cautivando con la misma energía. El cine, habiendo superado su etapa primigenia de mutismo, todavía conserva los atributos que lo hicieron tan atractivo en un principio. Basta con examinar éxitos recientes como 'The Artist' o 'Mad Max: Furia en la carretera' para corroborar que el audio apenas es un accesorio prescindible de las películas, y que el verdadero poder del cine continúa residiendo en sus imágenes.
Me atrevería a decir que la saga 'Jason Bourne' debe todo su éxito principalmente a su naturaleza eminentemente visual. A pesar de no ser una película muda gran parte de su atractivo radica en una fórmula que no necesita del sonido para funcionar: una estructura de persecución. Cada una de las entregas de la franquicia -incluida esa especie de spin-off de 2012 protagonizado por Jeremy Renner- se apoya en este simple mecanismo, y ha hecho de él su marca de identidad.
En 2002 Doug Liman estrenaba una de las películas de espías más revolucionarias de la época y lo hacía probablemente ajeno a que estaba inaugurando una de las franquicias más fructíferas del género. 'El caso Bourne' nos presentaba a un nuevo héroe, interpretado por un carismático Matt Damon, que nos parecía más real y humano que el Ethan Hunt de la saga 'Misión Imposible' o el estoico James Bond de '007'. Aquel logro podía haberse quedado simplemente en eso, la película era ciertamente redonda tal y como estaba, pero apenas dos años más tarde llegaba una temida secuela con el potencial para estropearlo todo. Paul Greengrass, director que tomó el relevo a Liman, no solo estuvo a la altura sino que igualó y casi superó la genialidad de la primera. En 2007 llegaba una tercera entrega que cerraba los frentes abiertos en la segunda y que le daba un colofón digno y emocionante al agente amnésico de la CIA.
En Universal debieron darse cuenta de que el universo creado en las tres primeras entregas todavía daba para más películas, así que recurrieron a otro personaje de los libros de Robert Ludlum para concebir 'El legado de Bourne', primera película dentro del universo Bourne que no giraba en torno al agente del título, sino en torno a Aaron Cross, una nueva víctima de las operaciones encubiertas de la CIA interpretado con dignidad por Jeremy Renner, pero sin el encanto de Damon.
Y ahora, catorce años después de la primera, llega un nuevo capitulo en la historia del agente Jason Bourne; una secuela quizá innecesaria dado lo bien que había terminado la tercera, pero tenemos que admitir que ver de nuevo al agente más esquivo de la CIA corriendo por medio mundo supone una alegría innegable. 'Jason Bourne' resulta una excelente secuela, que logra mantener vivo el interés por la saga, pero que corre el riesgo de volverse repetitiva por el hecho de estar siempre explotando la misma fórmula.
El director idóneo para la historia
Es facil apreciar que en esta película cada pequeño detalle está cuidado con mucho mimo, pero sin duda uno de los mayores puntos positivos de la cinta es su dirección. Greengrass vuelve a demostrar que es uno de los mejores directores de acción de la actualidad y que probablemente no haya nadie más indicado que él para dirigir una entrega de la saga Jason Bourne. En esta película se mantiene fiel al estilo de las primeras películas y que él mismo logró definir, una dirección de fotografía muy próxima al documental, y una acabado que aunque pueda parecer espontáneo está perfectamente calculado.
Por otra parte las escenas de acción son una autentica gozada. Hay una escena en concreto al inicio de la película, ambientada en Atenas pero rodada en Tenerife, que es un prodigio del montaje y la dirección, y que te mantiene en tensión durante cada minuto de la persecución.
En el plano actoral Matt Damon vuelve a estar estupendo como el agente Jason Bourne, y sin querer menospreciar el trabajo de Jeremy Renner quiero decir que creo que el primero tiene más aptitudes que el primero para afrontar por sí mismo una saga cinematográfica. Alicia Vikander, chica de moda en Hollywood tras su sorprendente premio Oscar por 'La chica danesa' cuenta en esta película con un personaje interesante, pero parece que su interpretación se queda a medio gas. Los villanos de la película realizan un trabajo excelente. Vincent Cassel impone mucho como un asesino impertérrito y Tommy Lee Jones está sencillamente aterrador en su papel de villano central de la cinta.
El guion es impecable y acierta totalmente al elegir como contexto un tema que puede resultarnos muy cercano y actual: la polémica con las filtraciones de los datos personales de cierta famosa red social. Como ya he dicho la estructura no inventa nada nuevo, básicamente se podría dividir en tres escenarios principales, en cada uno de los cuales Jason realiza un nuevo descubrimiento y se sucede una persecución. Aunque la estructutra ya la conocemos se nota para bien el trabajo de los guionistas para la concreción y el dinamismo que le aportan a la narración para que el ritmo no decaiga.
En coclusión, 'Jason Bourne' no es la mejor película de la saga, pero sí una más que digan secuela, y como película independiente resulta un maravilloso ejercicio de dirección y una más que interesante historia de espias ambientadas en un contexto de lo más reconocible. Por si esto fuera poco contiene dos escenas de persecución (Atenas y Las Vegas) que son para verlas una y otra vez en bucle. Sin lugar a dudas una de las mejores ofertas veraniegas.
Nota: 7
Lo mejor: El dúo Greengraas- Damon, y la escena de persecución en Atenas.
Lo peor: Lo poco que arriesga con la estructura.