En plena ola de concienciación social con el movimiento, convertido en fenómeno internacional, Black Lives Matter, es interesante cómo esto se traduce en las artes, concretamente en el cine. El racismo -también la xenofobia, cabe recordar- hacia la gente negra o procedente de África es tan transversal y diferente como el propio mundo, siendo Estados Unidos el principal foco de este problema social. No obstante, no es algo nuevo, y eso se refleja en 'Judas y el Mesías Negro', el segundo largometraje del cineasta neoyorkino Shaka King y nominado a seis Premios Oscar, incluida una candidatura a la mejor película y otra al mejor guion original.
King, quien coescribe el libreto junto con Will Berson, narra cómo se gestó un complot para asesinar a Fred Hampton, líder del Partido de los Panteras Negras en Chicago, el 4 de diciembre de 1969. La conjura puedo realizarse gracias a la colaboración de un infiltrado, William O'Neal. El filme muestra cómo el FBI, liderado con la mano férrea de J. Edgar Hoover, orquestó el magnicidio. Desde el inicio, King perfila una retórica de tragedia grecolatina o bíblica, las referencias a la traición de Judas a Jesucristo son las más explícitas desde su título.
No obstante, King convierte la infamia de O'Neal en un relato más cercano a 'Los idus de marzo', pues Hampton era una figura tan poderosa como la de Julio César. Lo interesante aquí, es que el alegato contra el racismo y la violencia policial es visual y físico, pero no se incide tanto en ello, ahondando más en los motivos por los que Hampton fue asesinado, mostrando el lado más turbio de la historia estadounidense, de cómo acalló cualquier movimiento de izquierdas y revolucionario, en pos de proteger el capitalismo frente a una corriente que idolatraba a Mao o a Stalin. En plena Guerra Fría, esto se consideraba un acto de sedición.
Un certero retrato del surgimiento de los movimientos políticos y sociales tras el Mayo del 68
Porque Hampton era, ante todo, un internacionalista, que buscaba la ruptura de fronteras y de conceptos identitarios como la raza. King retrata eso, con la llamada Coalición Arcoíris que gestó Hampton junto con grupos de puertorriqueños y blancos del Sur, llamados despectivamente 'rednecks' o 'white trash', mostrando un frente común de desigualdad social. Elementos de subversión que, en este caso, sí lo enlazan con lo representado por la figura de Jesús, como elemento desestabilizador contra las grandes élites romanas o los fariseos.
Y en esa complejidad de retrato, King acierta de pleno, pues ese trasfondo político y social queda plenamente plasmado, retratando el racismo, cierto, pero, sobre todo, dejando en evidencia a Estados Unidos, un país democrático que tenía -y tiene- un grave problema de entendimiento sobre las ideas de izquierdas y cómo su incapacidad para absorberlas y transformarlas provocaron una mayor desigualdad social, en una primera potencia económica mundial que es también una en la que no existen conceptos como sanidad pública universal pero sí derecho a llevar un arma y cómo esto ha ahondado en una gran desestabilidad de la que ahora el país es víctima. Un certero retrato de los movimientos sociales y políticos que surgieron tras el Mayo del 68 y que hermanan al filme más con la notable 'El juicio de los 7 de Chicago' que con otras cinta de denuncia racial como 'Infiltrado en el KKKlan' o 'Selma'.
Hermanada con 'El juicio de los 7 de Chicago' de Sorkin
A ello hay que sumarle dos soberbias interpretaciones. Lakeith Stanfield vuelve a demostrar su versatilidad interpretativa, quizás en la que es, hasta el momento, su actuación más extrema, mostrando el tremendo peso que tiene ser la representación contemporánea de Judas, Yago o Robert Ford. No obstante, quienes deslumbran son Dominique Fishback y Daniel Kaluuya. La primera derrocha química, compromiso y una visión concreta y femenina de las consecuencias de la lucha activista a finales de los 60, el segundo supera sus trabajos en 'Queen & Slim' y 'Déjame salir', un papel sin estridencias, en el que se muestra el carisma del joven Hampton, que con solo 21 años fue capaz de poner en jaque al mismísimo J. Edgar.
'Judas y el Mesías Negro' forma un curioso equipo temático en los 93º Premios Oscar de este año; pues su mirada crítica con la historia reciente de Estados Unidos va enlazada, como se ha comentado antes, con 'El juicio de los 7 de Chicago'; así como va enraizada con una mirada social que evoca a 'Nomadland' y una fiereza como la que tiene 'Una joven prometedora'. Los Oscar más subversivos en mucho tiempo, sin duda. Eso sí, una pena que Warner, su distribuidora, no haya aprovechado para darle un merecido estreno en cines.
Nota: 7
Lo mejor: Poder conocer cómo los movimientos políticos y sociales posteriores al Mayo del 68 fueron silenciados por un gobierno que se sentía impune y que recuerda al macartismo de los 50.
Lo peor: Aunque el mensaje está bien transmitido, la película tiene un problema, su excesivo metraje la convierte en reiterativa. Y, toca repetirse, que Warner no le haya dado un estreno en cines, siendo la única, junto con 'Sound of Metal', en no tener lanzamiento en salas en España.