Podríamos decir que el mundo se divide en dos tipos de personas: los que prefieren al James Bond de Daniel Craig, y los que se quedan con los anteriores. Matthew Vaughn es claramente uno de los segundos, y comentó en una entrevista que consideró que era el momento oportuno para hacer 'Kingsman: Servicio Secreto' cuando vio al agente 007 llorando en la ducha. Aunque yo me considero más de Daniel Craig que de Pierce Brosnan o Sean Connery, también he de decir que, después de ver 'Kingsman', me di cuenta de que también echo mucho de menos al espía que era capaz de todo sin despeinarse un ápice.
El director de 'Kick-Ass' vuelve a sacar su lado más gamberro en este retorno del espía británico de antaño, protagonizado por un hasta ahora desconocido Taron Egerton en el papel de un chaval con mucho potencial que se ha echado a perder por no tener aspiración en la vida. Hasta que aparece Harry Hart (Colin Firth) en su vida, un hombre que le debía una a la madre del protagonista, y que salda su deuda dándole una oportunidad al joven que puede cambiar su vida para siempre: poder presentarse al puesto vacante de Kingsman, una organización secreta de espías británicos.
Los espías han tenido épocas mejores, y sin duda las generaciones actuales se han olvidado bastante de ellos. Por eso 'Kingsman: Servicio Secreto' no solo es un lifting que llega justo a tiempo, sino que encima es la mezcla perfecta de nostalgia y actualización para que los jóvenes no la rechacen. Los cómics de Mark Millar ya han sido una buena base para películas que han dejado un buen sabor de boca, y en esta ocasión podemos decir que el tándem Millar-Vaughn se ha superado.
La película parece de primeras un resurgir de esas películas de Bond en las que las escenas de acción eran una magnífica coreografía absolutamente imposible, una fantasmada en la que además 007 parecía de acero, no se hacía ni un rasguño. Quizás ahora, cuando es más habitual ver la caída de los héroes, cuando Bond es capaz de amar y de sufrir por amor, era hora de recuperar al espía más desenfadado, el que nos permite un par de horas de distendida acción sin pretensiones. Y menudas escenas de acción se gasta 'Kingsman'. Van a más, sin escatimar en violencia de cómic desde la primera, y aumentando la locura y la bestialidad con cada una de ellas a medida que pasan los minutos. Aquí se destapa el gran secreto de los Kingsman: son unos caballeros, pero saben patear culos como nadie.
Esta cinta cuenta con escenas tan brutales que resulta casi imposible no levantarse al final de ellas y aplaudir o gritar de la adrenalina liberada. Todas ellas coinciden en ser una coreografía filmada con gran intensidad y humor, y las más llamativas cuentan con el añadido de que están protagonizadas por Colin Firth, un actor que parece el último en el que pensaríamos para un papel así, y que sin embargo se mueve como pez en el agua en estas escenas. 'Kingsman' es una caja de sorpresas, y cada una es mejor que la anterior. Estas escenas recuperan también los gadgets más típicos de las cintas de espías de toda la vida, como son los zapatos con cuchillas, los mecheros granadas o la gran incorporación del paraguas escudo. Taron Egerton despunta además como un más que digno protagonista, situándolo entre esa pequeña lista de actores a los que seguir de cerca, puede ofrecernos grandes cosas.
Bloody genius
Matthew Vaughn se va destapando como todo un fan de este tipo de cine a lo largo de toda la película, y lo ha sabido llevar a su terreno perfectamente, utilizando los tópicos de clase y estilo "british" (¡Michael Caine! ¡Guinness! ¡Un carlino! ¡"Bloody" por todas partes!) con humor slapstick y un entorno totalmente actualizado. Todo espía requiere su némesis, que en este caso es el personaje de Samuel L. Jackson. Resulta chocante que el malo de la película sea una especie de mezcla entre Steve Jobs y un ecologista, ya que sus planes maléficos son la salvación de la Tierra frente al calentamiento global, pero hasta en eso es sorprendente y el resultado, descacharrante. Y el actor nos ofrece una interpretación tan fresca que Valentine debería pasar al podio de sus personajes más legendarios, y mira que tiene muchos. Merece mención también su compañera, el personaje de Sofia Boutella, una mujer con piernas hechas con cuchillas, letal a más no poder. El guión cuenta con tantos golpes de efecto que es imposible aburrirse en ningún momento de la película, y hay momentos sin pelos en la lengua en los que dejan claro que Matthew Vaughn ha querido acercarse al sol todo lo posible, y ha salido airoso en su expedición. Solo con el festival de fuegos artificiales o el último plano de la película, que levantará ampollas, vuelve a dejar claro que los límites no son para él, y eso es fantástico. Hasta el uso de la banda sonora, llena de clásicos de quitarse el sombrero, está utilizada a la perfección para invocar a la nostalgia y no desentonar.
Quién nos iba a decir que el espectáculo palomitero por excelencia de este año iba a llegar tan pronto, pero como casi todo lo que vemos en 'Kingsman', la película es toda una sorpresa, y de las buenas. Es un espectáculo brutal de humor, acción y violencia camuflado en homenaje al cine de espías. Puede que los agentes secretos ya no sean como el viejo Bond, que se hagan daño y sufran, pero no está de más recordar lo mucho que molaban también las aventuras de espías de antaño, lo entretenidas que eran. 'Kingsman: Servicio Secreto' es perfecta en lo que pretende, es una película para disfrutar con palomitas, para reír sin pensar demasiado, pero sin que nos tomen por tontos con un guion estúpido o vacío. Matthew Vaughn nos trae lo mejor de un blockbuster actual, lo mejor de una comedia gamberra para disfrute del público adulto, y lo hace jugando sin pudor y con mucho estilo con los mejores tópicos de los agentes secretos de siempre, de los británicos, de los americanos... No dejar títere con cabeza y mantener todo el estilo de un gentleman es posible. Brindemos por ello con un buen whisky, y dejemos que Bond se encargue del trabajo sucio y serio.