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CRÍTICA

'La ballena': Brendan Fraser deslumbra en un incomodísimo alegato contra la gordofobia y el pesimismo

Lo nuevo de Darren Aronosky resucita a un Brendan Fraser que llevaba años alejado de la interpretación en una brillante defensa de las segundas oportunidades.

Por Carlos González Manzano Más 27 de Enero 2023 | 08:59
Periodista crepuscular que vive en las viñetas de Tintín, los mundos de Tolkien y las películas de Ghibli

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'La ballena': Brendan Fraser deslumbra en un incomodísimo alegato contra la gordofobia y el pesimismo

La Brenaissance ha comenzado o, en otras palabras, agarrémonos los machos porque el resurgir de Brendan Fraser con 'La ballena', lo nuevo de Darren Aronofsky, demuestra que el actor aún tiene mucho que ofrecer. Recordado por todos gracias a blockbusters como 'The mummy (La momia)' o 'Viaje al centro de la Tierra', y a comedias para todos los públicos como 'George de la jungla' o 'Looney Tunes: de nuevo en acción', Fraser resurge de sus cenizas para traernos el papel de su vida, el rol por el que se le recordará. Pero este renacimiento no está siendo fácil, pues es sabido por todos la problemática trayectoria que ha ido sufriendo Fraser durante muchos años, incluyendo traumas como depresión, graves lesiones, varias operaciones, un acoso sexual y un dramático divorcio. "Mi madre no crio un hipócrita", fueron las palabras del actor al anunciar que no acudiría a la Gala de los Globos de Oro por su doloroso pasado con la industria. Gala en la que, por cierto, Austin Butler le arrebató el premio a Mejor actor de drama por 'Elvis', aunque Fraser se lo llevó en los Critics Choice Awards.

'La ballena'

Sin embargo, todas las rencillas que pudiese tener Fraser con Hollywood o con su propio pasado parecen haber pasado a un segundo plano tras las excelentes críticas que ha estado recibiendo 'La ballena' en su recorrido por los festivales de Venecia y de Toronto. A lo largo y ancho del mundo, lo nuevo de Aronofsky ha sido elogiado hasta la saciedad; cosa que no suele ocurrir tan a menudo. El director norteamericano ha realizado algunos de los films que más han polarizado a la audiencia durante los últimos años, llegando a ser amado y masacrado tanto por público como por crítica. El caso más evidente es 'Madre!', ese salvaje thriller psicológico sobre la maternidad, pero también ha tenido oportunidad de polemizar con películas como 'Réquiem por un sueño' o 'La fuente de la vida'. Aun así, también ha tenido éxito con películas de corte más comercial, que han tenido presencia en la carrera de premios y han generado una recaudación decente, como 'El luchador' o, claro, 'Cisne negro'.

Dentro de la filmografía de Aronofsky encontramos patrones similares. Por lo general, el personaje protagonista suele ir enredándose en su propia red de mentiras y traumas, hasta el punto de que esos miedos acaban cogiendo una forma casi tangible que le ahogan. Es entonces cuando el mundo surrealista comienza a devorar el mundo real y la distinción entre ambos universos se difumina. En 'La ballena', aunque no existe ese submundo mental paranoico e invasivo como por ejemplo en 'Pi, fe en el caos', sí que existe una agonía latente. En este caso, recae en Charlie (Fraser), un profesor de literatura que sufre de obesidad mórbida hasta el punto de que apenas puede desplazarse. Su movimiento se ve reducido a un andador, un portátil y el pequeño salón de su piso alquilado. Allí entran y salen los integrantes de su reducidísimo círculo de familia, amistades y conocidos, sin dejar de recalcar la tremenda soledad a la que se ve abocado el gigantesco profesor.

Pasos milimétricos

'La ballena' es una película de espacios cerrados, diálogos e interpretaciones. Su naturaleza teatral proviene, precisamente, de la obra de teatro homónima de Samuel D. Hunter, autor que también se ha encargado del guion adaptándolo a largometraje. Quizá porque era el autor en primera instancia del material original, el guion resultante es tremendamente compacto, sólido. Las revelaciones se van sucediendo de manera orgánica, los giros de guion se antojan naturales y lógicos respecto al propio desarrollo de los personajes. Aronofsky se toma su tiempo para asentar un relato que ocurre exclusivamente en un único lugar (casi un subgénero en sí mismo, como demuestran 'La soga', 'Un dios salvaje' o 'Los odiosos ocho', por ejemplo), y le otorga la importancia necesaria a los espacios y a la puesta en escena del deprimente piso. La cámara se desplaza magistralmente en los pocos metros donde se desarrolla la acción, aprovechando con extrema inteligencia la profundidad del plano y la posición de cada agente narrativo. El director mide sus pasos milimétricamente sirviéndose de unos personajes maravillosamente escritos.

'La ballena'

Empezando por el propio Fraser, que gracias a su maquillaje y su traje prostético consigue crear momentos incomodísimos, desagradables de ver y feos en su sentido más conceptual. El personaje casa de manera poética con la decadencia física y mental que sufrió el propio actor en sus carnes tiempo atrás, elevando el mensaje y causando una suerte de coincidencia mágica que solo hace el papel aún más memorable. Y no está solo. Sadie Sink, uno de los iconos de esta nueva ola de intérpretes de la generación Z gracias a su papel en 'Stranger Things', interpreta a la eléctrica y desobediente Ellie, hija de Charlie, cuyo enfado permanente tiene una razón de ser clara y comprensible que el espectador irá descubriendo poco a poco; Hong Chau (que la hemos visto recientemente como la implacable ayudante del chef en 'El menú') es Liz, enfermera de Charlie y una de las pocas amigas que le quedan al profesor, hace las veces de voz de la conciencia escapando del cliché que supone ser la amistad preocupada por la salud del protagonista; y, por último, Ty Simpkins (el famoso niño de 'Iron Man 3' e 'Insidious') es un joven misionero que va puerta por puerta predicando con la palabra del Evangelio y tratando de salvar las almas de quien encuentra por la calle.

Encorsetada en un formato cuadrado, 'La ballena' destila clasicismo por sus cuatro costados. Se trata de un melodrama puro y duro, con muy poquito espacio (literal y figuradamente) para todo aquello que no sea autoinculpamiento, remordimientos y puñaladas del pasado. No obstante, también hay un poderoso alegato contra, por supuesto, la gordofobia (con multitud de ejemplos sobre cómo se prejuzga y se discrimina a las persona con obesidad) y el pesimismo existencial. El director conjuga de manera magistral su específico aspecto formal con un precioso subtexto que va aflorando a medida que avanza la trama, hasta llegar a un clímax final mucho más épico de lo que cabría argüir.

Esquivando la palabra del Señor

'La ballena' gira en torno a la redención y las segundas oportunidades. Charlie se portó mal con su familia y descuidó la relación que tenía con su hija, hasta que esta de repente vuelve y el pasado le estalla en la cara. Su necesidad de reconciliarse con su hija ante los que podrían ser sus últimos días empuja a una (ya de por sí) buenísima persona a creer todavía más en la bondad de la gente. Una fe en la humanidad que parece inquebrantable (y que tanto recuerda al estoicismo del que hace gala un personaje como Peter Parker/Spider-Man en sus cómics) deberá hacer frente al más duro de los retos: tratar de reconciliarte con tu hija. La mayor virtud se encuentra, sin embargo, no tanto en su temática o conclusión, sino en su proceso, utilizando la literatura como eje central (haciendo hincapié en libros como Moby Dick y La Biblia por razones evidentes) sobre el que gira todo el subtexto de la película.

'La ballena'

Y es que, a pesar de la importancia del Catecismo, Aronofsky pasa de puntillas por un tema tan peliagudo como es el de la religión; está más comedido. Ha sido un tema recurrente en su obra, ya sea algo radical como 'Madre!' o algo más comercial como 'Noé', pero el cineasta lo expone lo suficiente como para que tenga la importancia necesaria en el relato sin que se coma el discurso general ni caiga en maniqueísmos vacuos.

No hay que dejar de resaltar el ocasional ensañamiento sobre el espectador que ejerce la película de Aronofsky. Sin ser efectista, pues enseña muy bien sus cartas desde el principio y las juega con sabiduría, 'La ballena' sí que peca por momentos de lacrimógena, algo inherente al género cuyo límite es tan sutil que puede aflorar con la mayor de las facilidades. Es algo así como pornografía emocional que juega con el corazón del espectador y le retuerce los sentidos hasta que llore desconsoladamente. Y lo consigue, desde luego. Al menos para el que escribe.

Nota: 8.

Lo mejor: Brendan Fraser será recordado por esto. La sucia puesta en escena de Darren Aronofsky y el uso de los espacios. Todas las interpretaciones.

Lo peor: El atronador sentimentalismo melodramático que puede llegar a ahogar por su gigantesca escala.

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