El cine es audiovisual. Esta concepción presupone un equilibrio entre imagen y sonido para componer una historia. No obstante, es habitual que lo visual suscite un mayor interés dentro del llamado séptimo arte; y es que la composición de la fotografía suele eclipsar el trabajo de los sonidistas. Existen bandas sonoras que encandilan, pero sólo como elementos extradiegéticos, lo cual significa que son ajenos a la historia y que sólo sirven que para dar ritmo a su mundo de ficción. Aun así, también hay relatos que revitalizan el papel de la música convirtiéndola en eje central, como en 'La canción de los nombres olvidados'.
Las partituras del compositor Howard Shore ('El Señor de los Anillos', 'El silencio de los corderos') aportan cuerpo a la adaptación de la novela homónima de Norman Lebrecht. Su ritmo confiere la atmósfera de pesar que envuelve la tragedia de su violinista, Dovidl Rapaport, las cuerdas de su instrumento vibran con el dolor de la pérdida y la emoción de la tristeza sin caer en imágenes del holocausto en las que regodearse. Esta musicalidad perdura en cada escena a lo largo de la película. Desde los conciertos con público hasta los instantes solitarios marcados por la reflexión sobre el ayer, las melodías de Howard Shore sobrevuelan dando forma a los sentimientos que permanecen en sus protagonistas. Este ejercicio musical alcanza su punto culminante con la canción que da título al largometraje, cuyo sonido es capaz de enmudecer a las audiencias dentro y fuera de la pantalla.
Plantel destacado en una historia sencilla
El guión de 'La canción de los nombres olvidados' sigue los pasos de otras películas sobre la Segunda Guerra Mundial en la que existen dos líneas de tiempo: una en la que se narra la juventud de los personajes hasta su gran conflicto y otra marcada por la vejez y el deseo de superar el pasado. Estas tramas suponen una presentación bien llevada que se mantiene en la corrección sin sobresalirse de ella. Ambas narraciones sólo destacan por realizar los preparativos necesarios para llegar el punto medio del largometraje, que antecede una segunda mitad donde la película obtiene sus mejores momentos.
Aparte de la música, la obra de François Girard se beneficia del trabajo de dos actores en estado de gracia. Tanto Tim Roth como Clive Owen comparten escenas estelares marcadas por la contención. Ambos digieren el cúmulo de emociones siendo capaces de exponerlas en la naturalidad de sus miradas y de sus gestos. Su dilatada experiencia queda demostrada en una obra cuya desgracia es no concederles mayor tiempo en pantalla.
Aparte de estos dos titanes de la interpretación, Girad también saca lo mejor del resto de su elenco. El director logra que los actores que interpretan a Martin y Dovidl en su infancia y adolescencia realicen un trabajo impecable. En este punto es de especial interés el caso de Dovidl Rapaport, que es representado por Clive Owen, Jonah Hauer-King y Luke Doyle. La forma en que este personaje toca el violín posee una fuerza y dinamismo que parecen la firma de la misma persona en todas sus edades. Esta labor de continuidad compone una profundidad que trae un mayor magnetismo sobre el violinista y el carácter musical del relato.
'La canción de los nombres olvidados' es una película sencilla en su desarrollo, pero llamativa por su música y sus actores principales. La partitura de Howard Shore envuelve la labor de Tim Roth y Clive Owen con la intensidad de su tragedia pasaday aunque puede que el cine haya abusado del tema del holocausto y la Alemania nazi, 'La canción de los nombres olvidados' retrata con interés el reflejo de este horror a través de las notas del violín.
Nota: 7
Lo mejor: La composición de Howard Shore.
Lo peor: La primera parte del largometraje carece de fuerza al compararla con la segunda.