Eddie Redmayne ha decidido embarcarse en dos biopics que han resultado tener algo en común: aunque sus personajes principales tienen una vida más que interesante, ambas películas resultaban ser un homenaje a esas mujeres que estuvieron al lado de los protagonistas cuando más lo necesitaron, a pesar de que, de encontrarnos en su pellejo, probablemente muchos de nosotros habríamos puesto pies en polvorosa. Tanto 'La teoría del todo' como 'La chica danesa' nos dan dos mujeres cautivadoras, que sobresalen por encima de Stephen Hawking o Lili Elbe.
Tom Hooper llega segundo a esta especie de díptico que se ha montado Redmayne. Lo hace con la historia real de Einar Wegener, un artista danés que se convirtió en la primera persona en someterse a una operación de reasignación de género. Estamos hablando de principios del siglo XX. Evidentemente nos encontramos ante una decisión que tuvo obstáculos de todo tipo. Pero, paradójicamente, el mayor apoyo que Einar encontró fue su esposa, Gerda, artista también, cuya mayor inspiración fue su marido, pero vestido de mujer.
'La chica danesa' se mete en un tema complicado en el que se pueden herir muchas sensibilidades. Sin embargo, Tom Hooper consigue contarlo con un cuidado exquisito. Para empezar, con pequeños detalles deja bien claro que Einar no decidió un buen día ser mujer, sino que es algo que ha llevado siempre dentro, siempre supo que la naturaleza se había equivocado con ella pero la época había logrado que lo hubiera intentado encerrar en lo más profundo de su interior. Simplemente necesitó una chispa para que saliera y no pudiera volver a encerrarla. La película no habla de travestismo, sino de transexualidad, y en ese aspecto aprovecha perfectamente el estilo pictórico de los Wegener para traer un retrato de dentro hacia fuera del conflicto de Lili para corregir ese error que fue nacer en un cuerpo masculino. Una preciosidad la fotografía de la película, a cargo de Danny Cohen, una forma perfecta de dar clase a una historia que podría haber caído en lo sórdido, pero que saca todo lo poético al camino de Lili. Muy destacable también la banda sonora de Alexandre Desplat, de nuevo soberbio.
Evidentemente, también es importante el trabajo de maquillaje y vestuario (de Paco Delgado por cierto), que aunque no se puede negar que Eddie Redmayne cuenta con una percha que parecía diseñada para este papel, la labor de estos dos equipos es sublime. Tanto para la transformación del protagonista como para dar escenas llenas de belleza y vulnerabilidad. Es una parte casi tan importante como la interpretación del actor para construir a Einar y Lili. Pero no se puede negar que, de nuevo, estamos ante un trabajo magnífico por parte del británico. Al igual que con Hawking, el actor consigue fundirse perfectamente con el personaje, hacer a un Einar soñador e inseguro y a una Lili atrevida pero delicada. Sus miradas, su estudio de las manos o la forma de posar para su esposa, el simple hecho de ponerse unas medias, vestirse de mujer solo para darle vigila a una reunión social, el crear a Lili, las dudas que empiezan a aflorar. Cada vez que Eddie Redmayne entra en escena, conquista.
Solo tiene un pero: que Alicia Vikander lo hace más. Ya no solo porque es una actriz a la que hay que tener muchísimo en cuenta ya desde antes de 'La chica danesa', sino porque en este caso maneja con maestría a Gerda Wegener. Eddie Redmayne tiene un problema con Lili, y es el mismo que tenía con Stephen Hawking. Sus personajes están muy bien interpretados, pero son mucho menos sutiles que los de Felicity Jones o Alicia Vikander. Por eso, son ellas las que acaban por imponerse, por atrapar al espectador, porque sus personajes no son tan claros y, por tanto, tienen una dificultad añadida. El de Gerda es un caso digno de retratar. Ella era feliz con su marido. Y, de pronto, toda su vida se va al traste y tiene que hacer frente a que, en realidad, su marido no existe. Pero lejos de coger las maletas, decide acompañarle en su camino, con todas las consecuencias, sacrificando su propia felicidad aunque a veces le cueste. La historia de Lili queda casi a un lado cuando somos testigos de la generosidad y comprensión de Gerda a lo largo del camino. La fuerza de Vikander es una de las mejores cosas que tiene 'La chica danesa', que aunque en general funciona, cuenta con una serie de problemas que no se pueden obviar.
Un hombre encorsetado en una historia de liberación
El principal de ellos es Tom Hooper, que no consigue igualar su clase a la hora de dirigir con un ritmo capaz de mantener el interés del público en la película. Aunque 'El discurso del Rey' me resultó mucho más soporífera, en esta ocasión el problema es más bien el desconcierto que presenta. En ciertos momentos la intensidad es tal que casi parece excesiva, mientras que en los puntos álgidos, se vuelve muy frío y deja a uno a medio gas. El final de la película es, por desgracia, un claro ejemplo de ello, muy anticlimático para lo que tenía que ser. Una historia así debería haber venido acompañada por un poco más de riesgo, y Hooper ha preferido seguir jugando sobre seguro. Redmayne también encuentra un gran problema al haberse involucrado en una película demasiado parecida a su largometraje anterior. Aunque no se puede negar su talento, el estilo tan parecido al de 'La teoría del todo' también le resta impacto. Muchas veces se va a oír eso de que parece una secuela o la misma película.
La historia de Lili merecía ser contada, y merecía que fuera narrada con tanta delicadeza. Aunque esté muy lejos de ser perfecta, 'La chica danesa' consigue plasmar con gran belleza y educación la lucha interna de alguien que ha nacido en el cuerpo equivocado y que hará todo lo posible por ser quien realmente es, con todas las consecuencias. Ya solo por Eddie Redmayne y Alicia Vikander merece la pena. No será todo lo transgresora que podría ser, pero es capaz de romper barreras.