La historia que esconde 'La chica del tren' no se merece la película que resulta de una narración plana, y de un conformismo y una falta de riesgo ridículos, que acaban desmereciendo a todo lo demás. Ese es el principal problema de este thriller que termina haciendo aguas en las palabras de la mayoría de críticos, como probablamente las hará en las impresiones de muchos espectadores. Porque al final el poso es lo que cuenta, el poso y la mezcla de elementos que en este caso termina deslucida por culpa de una narrativa correcta pero sin alicientes, de una dirección de todo menos brillante, y de unas decisiones artísticas que se lo ponen más que difícil a unos protagonistas que da gusto ver.
Y esto es así. Nadie puede decir que Emily Blunt no se deje la piel en cada escena, que no haya intentado con cada fibra de su ser que esa tristeza profunda que alimenta las adicciones de Rachel, cale en un espectador que ha de esperar largo y tendido para que las cosas arranquen, algo que demasiado bien sostiene esta actriz cuyo personaje podría haber sido absolutamente ridículo, y sin embargo transmite pena. Incredulidad y pena. Y es que Rachel (Blunt) una divorciada alcohólica tendente a acosar a su ex marido Tom (Justin Theroux), y a la nueva mujer de este, Anna (Rebecca Ferguson), se convierte en un personaje bastante sólido teniendo en cuenta todo aquello contra lo que ha de luchar.
Para empezar ha de combatir el prejuicio de muchos espectadores que la consideran demasiado bella para dar vida a esa mujer nacida de la pluma de Paula Hawkins. También contra aquellos que desde base consideran que su historia esta llena de demasiados tópicos. Y finalmente contra una estructura, la de este film, que se lo pone de todo menos fácil, una narrativa manida que nos conduce a través de los entresijos de esta solida intriga que, a pesar de todo, cumple con el requisito indispensable de estos films: esconder la incógnita hasta el final.
Blunt tira del carro con la cabeza alta en una película al borde de convertirse en el típico telefilm de sobremesa, pero no es la única que se anota un tanto en esta historia ciertamente maltratada en la gran pantalla. Ferguson también hace un papelazo, asegurándose de dejar caer lo justo y necesario y defender a esa mujer que vemos a través de los ojos de Rachel, esa usurpadora de hogares a la que hay que agradecer que todo el esfuerzo de Blunt no se vaya por el desagüe. Y es que muy probablemente si Ferguson no hubiese dado con el tono de su papel, la intriga se habría ido al traste a la hora de película.
Por su parte Theroux termina ensombrecido ante estas interpretaciones, no solo porque el talento de sus compañeras de reparto en este caso le ha dejado atrás, sino porque la construcción de su personaje es de manual. Funciona, pero es de manual. Sin duda algo mejor que el destino que sufre Scott, personaje al que da vida Luke Evans, un marido florero del que Erin Cressida Wilson, guionista del film, parece olvidarse a medida que avanza la historia.
Total que sales del cine y piensas que querrías saber más, que los motivos de Scott, lo que realmente siente por su mujer y todos esos detalles complementarios a la historia, que no importan tanto, pero que habrían enriquecido el film, se han quedado por el camino. Lo mismo sucede con el trasfondo del resto de personajes secundarios, de los que apenas vemos pequeños detalles, por miedo a desvelar demasiado ante un desenlace que al final se desencadena atropelladamente. También se percibe cierta torpeza en lo que al manejo de los personajes se refiere, cuando secundarios como la compañera de piso de Rachel (Laura Prepon) o la detective que investiga el caso que atormenta a esta protagonista (Allison Janney), no acaban de encajar. Al final el asunto no termina en tragedia absoluta por los personajes femeninos del film, Blunt y Ferguson, al igual que Haley Bennett, una actriz que casi hace sombra a sus compañeras gracias a esa versión tan viva del enigmático personaje que es Megan.
La tragedia de una narrativa plana
Al final dichas interpretaciones son lo que destaca de una película que habría ganado muchísimo ahorrándose esos primeros veinte minutos explicativos que a Blunt claramente no le hacían ninguna falta para contarnos la historia de Rachel. También el film peca de querer emular el estilo de otros cineastas más versados en este tipo de narraciones, como es el caso de David Fincher, una falta de originalidad ante esta adaptación que tanto podría haber dado de si haciendo uso de las virtudes del lenguaje cinematográfico. Eso si, Tate Taylor demuestra lo bien que lleva eso de dar alas a su elenco femenino, un equipo de actrices que acaba dando cuerpo a su film y dejando su dirección en un segundo plano, algo que salva la película de naufragar inevitablemente.
El problema es que 'La chica del tren' no es 'Criadas y señoras', adaptación maravillosamente bien realizada tras cuya dirección también se encontraba Taylor. Este thriller no puede beber de una narrativa clásica y crecer a pesar de esa forma de contar la historia nada sorprendente. Porque en este genero mantener la intriga ya no es suficiente, hay que aportar algo más, cosa que el film consigue interpretativamente hablando, pero no desde el punto de vista narrativo, lo que lo convierte en una apuesta segura venida a menos, un misterio sin ritmo, un mero reflejo de lo que podía haber sido de haberse realizado sin miedo a decepcionar a unos fans que encontraran en la gran pantalla el espíritu del libro, pero poco más.
Nota: 6
Lo mejor: Las interpretaciones de un trío femenino que se sale.
Lo peor: Que estamos ante una adaptación de manual que no aprovecha el lenguaje cinematográfico para aportar algo más.