Algo que puede ser tan soporífero de trasladar a la gran pantalla, es un argumento que funciona como un reloj en 'La delgada línea amarilla'. Con el apoyo en la producción de Guillermo del Toro, el tercer director en conseguir un Oscar para México, Celso García debuta en la dirección de largometrajes con una road movie atípica que es, a su vez, un drama social y costumbrista de las marchas sin pausa de la clase obrera mexicana. A su transfondo también hay que añadirle el que hable de emigrar a Estados Unidos y por ende, de fronteras, reales y mentales.
Damián Alcázar, actor que interpreta a uno de los hermanos Orejuela en la tercera temporada de 'Narcos', al líder del cártel de Calí, es aquí el jefe de obra y protagonista de esta película, que se centra en cómo cincos hombres se embarcan en un viaje de transición en sus vidas al tener que pintar la guía amarilla de la calzada que une dos pueblos mexicanos. Dos kilómetros en los que enfrentar a los fantasmas del pasado y la incertidumbre del futuro, como el horizonte que les invade en ambas direcciones mientras están pintando la carretera.
Celso García construye una historia muy bonita, con sus momentos de ahogo vitales, sosteniéndose en los personajes, que comparten una dinámica bien engrasada por la química que consiguen los actores. Comandados por un hombre vencido, al que la vida ya le queda grande, cuatro obreros se entregan a la carretera para ir quitándose capas por el camino. El primero que se deshace de errores cometidos en el pasado y emprende en esa carretera que lleva hasta San Carlos un viaje iniciático es Toño, personaje a cargo de todo lo que es capaz de transmitir en la pantalla Damián Alcazar. Es el que sirve de guía y cabeza del relato, marcándose una muy buena interpretación, en sintonía con la casi naturaleza que tiene 'La delgada línea amarilla' de mostrar como si se estuviese rodando un documental.
El principal mérito de la película es que consiga mantenerte tan pegado a lo que ocurre durante todo el tiempo que lleva pintar la carretera. Y no por que desde el guión se dramatice en exceso los hechos que se suceden durante el metraje, sino por contar una historia humilde y cercana, con personajes muy reconocibles para el espectador. Para los que no soporten aquellos filmes en los que parece que no pasa nada (aunque sí pase), tranquilos: 'La delgada línea' no se olvida de daros lo que os gusta, obstáculos que dan la sorpresa y algún giro a la historia, además de personajes muy normales pero con sus peculiaridades.
Detrás de cada cubo de mierda hay un rosal
La pasividad que les mueve y los momentos de distensión en los que se olvidan de que están lejos de casa o de la dureza del asfalto es de lo mejor que tiene esta cinta. También hay momentos de confesiones, que descubren el fondo crudo que esconden los personajes, y un claro alivio cómico en Atayde (Silverio Palacios), un hombre que antes trabajaba en un circo y ayuda a mitigar los momentos de mayor carga dramática. Aun así, a veces se echa en falta aligerar a los personajes, que no todos sean iguales y que alguno de ellos no comparta un pasado penitente. Ahí está Atayde, sí, pero a momentos no es suficiente.
La realización es también algo a destacar de la película, al acompañar y dirigir de forma bastante adecuada el tono de la película. Y, por el lado contrario, es decir, lo peor de 'La delgada línea', los excesos que Celso García ha cometido al ser debutante en la dirección de un largo. Cierta subtrama del tercer acto está metida a presión y es material sobrante, mientras que lo que desencadena el final de la cinta rompe un poco con las reglas de sencillez y entender el guión desde lo simple que acontece en las vidas de estos hombres de clase obrera, sin intencionalidad de contar algo impactante visualmente.
Nota: 7
Lo mejor: Conseguir una buena película de algo, a priori, tan poco cinematográfico. El reparto y la dinámica entre los personajes.
Lo peor: Ciertos momentos que desentonan con la línea de sencillez que marca la película.