A lo largo de sus primeros treinta minutos, 'La fiebre de los ricos' parece querer ofrecerse al espectador como una sátira feroz contra las élites acaudaladas, como una de esas propuestas dispuestas a reírse a cualquier precio de los poderosos.
Así lo da a entender tanto su premisa -un virus que elimina a todos aquellos individuos que traspasan un umbral concreto de patrimonio- como la presentación de su protagonista, Laura Palmer (Mary Elizabeth Winstead), una millonaria atrapada en su propio egoísmo, por el que de alguna manera deberá pagar -será tras heredar parte de la fortuna de su jefe, interpretado Timothy Spall, cuando la fémina comenzará a estar amenazada-.
Sin embargo, Galder Gaztelu-Urrutia, secundado en el guion por Pedro Rivero, David Desola y Sam Steiner, debió pensar que su nueva criatura, la tercera tras las dos entregas de 'El hoyo', no merecía coquetear ni con esa colección de comedias cínicas -también a veces contradictorias- que representa con especial gusto Ruben Östlund -'El triángulo de la tristeza'- ni con un entretenimiento sci-fi cercano a la serie B.
Él prefiere jugar al trasfondo social, al dilema, a tratar de plantear preguntas en quien está al otro lado. Así, la propuesta sigue, cámara en mano, la huida hacia delante de su personaje principal. Un viaje hacia una nueva Arcadia, África.
Desconexión
Es este trayecto de migración invertida que realiza junto a su exmarido, Toni (Rafe Spall), su madre, Martha (Lorraine Bracco), y su hija, Ana (Dixie Egerickx), lo que termina por colocar a Laura como víctima, en consecuencia, humanizándola -es más, que sea objeto de muerte sin carga irónica ya implica un blanqueamiento-.
Se aplaude una ruptura de las expectativas que de primeras desconcierta, incluso sorprende. Hasta aquí bien. Pero el tiro sale mal y la culpa tiene que ver con la implicación del espectador, con la torpeza del material dramático. ¿Por qué debería importar al respetable una criatura construida a base de trazo grueso, caricaturesca, ausente de aristas, sin otro valor que el del afán perpetuo por la codicia y la supervivencia?
Lo que queda es la espectacularidad visual. Aquí el asunto sabe defenderse. Si 'El hoyo' era una película confinada en sí misma, cocida a fuego lento, que terminaba obedeciendo a la más violenta de las pulsiones, 'La fiebre de los ricos' opta por echar fuego tan pronto como cuando el apocalipsis comienza a enseñar la patita para unos pocos.
Aviones y barcos vuelan por los aires, el caos se apodera de urbes internacionales como Londres o Barcelona, la confusión aumenta. Pero no la tensión, porque para ese momento la indiferencia ya es total.