Las feel-good movie llevan existiendo desde que el cine es cine. Siempre con dificultades y contratiempos para su protagonista, pero con la certeza dentro del espectador de que al final todo se solucionará y te dejará un buen regustillo en la boca. Hay ejemplos claros, como '¡Qué bello es vivir!', el clásico navideño por excelencia, 'Pequeña Miss Sunshine', con esa familia disfuncional pero optimista, o hasta 'Forrest Gump', a pesar de los sufrimientos del personaje de Tom Hanks.
'La habitación de las maravillas' viene a engrosar esa lista de películas optimistas pero inanes, vacías, con tanto sentimentalismo barato que terminan por quedar despojadas de esencia, de alma. Se trata de la nueva película de Lisa Azuelos, directora de comedias románticas francesas como 'Bienvenidos al mundo de Lol' y su posterior remake con Miley Cyrus, 'LOL'. Adapta la galardonada novela homónima de Julien Sandrel y cuenta con los productores de 'La familia Bélier' detrás del proyecto.
Si bien Azuelos ha optado siempre por el equilibrio que ofrece las rom-com, en esta ocasión, con 'La habitación de las maravillas', se ha inclinado por un puro dramón. Alexandra Lamy interpreta a una madre que cría a un hijo en solitario. Ahogada por el día a día, su trabajo como moza de almacén y sus interacciones con su hijo y su propia madre (Muriel Robin), un día es testigo de que su niño skater ha tenido un accidente y se encuentra en coma inducido.
Aquí la película empieza a dar sus primeros pasos hacia un melodrama clásico con un desarrollo y conclusión que sabemos todos. La madre decide que es buena idea coger la lista de deseos de su hijo e irlos cumpliendo uno a uno; entre ellos se encuentran cosas como un viaje a Japón para conseguir el autógrafo de una dibujante de manga, nadar con ballenas o hacer skate por peligrosas rampas.
Mensaje ambiguo y trampero
La trama recuerda en muchos aspectos a 'La vida secreta de Walter Mitty, la fabulosa película de Ben Stiller. Aunque salvando las distancias, Lamy se sale de su vida corriente para terminar haciendo cosas que no se esperaría y superando sus miedos. Sin embargo, mientras lo de Stiller era un canto a salirte de la norma alienada y volver a conectar con la naturaleza y las personas, lo de Lamy se torna algo macabro, cumpliendo los sueños de su hijo en su lugar con la creencia de que así, por designios divinos, terminará despertando.
La cinta alude al tradicional milagro, al advenimiento de la divinidad para salvar a las personas que creen, que luchan por vivir y descubrir. No obstante, las profundas raíces devotas de 'La habitación de las maravillas' no son tan sonrojantes como las trampas narrativas. El personaje de la madre alcanza sus objetivos por el poder del amor. Es como si todos los obstáculos terminasen cediendo con facilidad tan solo porque así lo desea un guion con demasiadas conveniencias y topicazos.
En resumen, 'La habitación de las maravillas' es otra lacrimógena y pretenciosa película encuadrada en el injustamente considerado optimismo cinematográfico, que no hace sino endulzar una ficción para que la vida luego nos parezca todavía más amarga. Cierra con ciertas reflexiones tremendamente vacuas y postizas, además de vistas cien mil veces ya de manera mucho mejor y más elegante. A pesar de todo, cuenta con una cuidada dirección y deja un poso innatamente agradable por la temática que desarrolla; algo que no salva, ni mucho menos, el desastroso conjunto.