Junto al nuevo siglo llegaba también la total expansión del J-Horror, propiciada por el estreno en 1998 de 'The Ring: El círculo', la cual se convertía en un hito para el género de terror y a la que le salieron infinidad de hermanas menores. Acostumbrado a los estandartes del horror de la industria anglosajona, el hecho de que se abriese ante los ojos del mundo la concepción de los fantasmas, el más allá y la muerte por parte de la tradición nipona, supuso una bocanada de aire fresco con la que Sadako abrió el camino a los espectros de oscuras y largas cabelleras, dispuestos a transmitir maldiciones y muerte por doquier.
En este contexto nacía la primera 'Ju-on', producción para televisión de Takashi Shimizu que había contado con una secuela, y que el propio realizador rehizo para el cine con el nombre de 'La maldición'. Estrenada en 2002, aquella propuesta acerca de un fantasma vengativo que expandía su dolor y rabia a todos aquellos que se atrevían a entrar en su hogar, contó con una continuación. Sería después del éxito de 'La señal (The Ring)', el remake americano de la película de Hideo Nakata, cuando Sam Raimi bajo el filtro de productor decidió rehacer la película de Shimizu, contando con este para que adaptase al público americano su idea bajo el nombre de 'El grito', con Sarah Michelle Gellar como principal reclamo en su reparto.
Fiel a su naturaleza de expansión del mal, la franquicia seguiría volando libre en diferentes vías, la de las secuelas japonesas y las estadounidenses, sumando un total de diez películas y dos mediometrajes estrenados hasta el año 2016. Ahora, es Raimi quien recupera la esencia de aquel horror nipón para contarnos un nuevo episodio, el cual llega como nuevo capítulo con la intención de establecer un nuevo inicio totalmente libre y que se expande desde un espacio de extrarradio propio de la América profunda.
Nicolas Pesce, director emergente dentro del panorama indie a quien le debemos 'The Eyes of My Mother' y 'Piercing', ha sido el responsable de llevar a cabo este episodio, del cual escribe su historia original y también dirige, dejando claro tras su visionado que en esta nueva 'La maldición (The Grudge)' conviven dos películas totalmente opuestas, lo que responde de forma directa al reglamento no escrito por parte de las grandes productoras, que parecen precisar de un determinado número de jumpscares con los que asustar al público.
Por una parte, Pesce logra darle el poso de elegancia en el cuidado de sus aspectos más formales, estando ante un título sobrenatural que juega en la liga de las dos anteriores producciones del director. Por otro, lo forzados que resultan sus estruendos de sonido y la gran mayoría de apariciones espectrales, con un CGI que resulta poco atractivo a ojos del espectador, hacen que choque por completo con la intención del realizador, quien ve cómo su sobria y turbia historia se ve ensombrecida por los sustos de barraca de feria.
Y debido a sus antecedentes, es más que evidente que quien está detrás de esto no es otro que Jeff Buhler, responsable del guion de uno de los descalabros del cine reciente por su chabacana intrusión del susto en la trama, 'Cementerio de animales'. Aun así, y gracias a un plantel de intérpretes que transmiten el desasosiego con el que sus personajes han quedado marcados, ese mal surgido a raíz de una muerte violenta conseguirá expandirse hasta alcanzar cotas un tanto enfermizas, conteniendo el film algunas muestras de cómo lo grotesco sí que puede estar bien representado en un título destinado para un público mainstream (los cadáveres, el aire corrupto que se respira en esa casa).
Son Andrea Riseborough, Lin Shaye, Demián Bichir, William Sadler y Jacki Weaver quienes otorgan el plus de seriedad, ante un título en el que los de las altas esferas (los despachos de los productores) parecen no tener la suficiente confianza como para que vuele por libre del todo, siendo fiel al espíritu trágico y desesperanzador que ya dejaban ver las primeras películas de Shimizu, donde la ambientación, la carga emocional de los personajes y las secuencias de horror hablaban por sí solas, y donde no imperaban los sustos fáciles (en ocasiones, muy forzados), los cuales no acaban de funcionar del todo por la simple razón de que se nota que esta no era la película que Pesce tenía en mente antes de dirigirla.
Nota: 6
Lo mejor: Su ambientación y el poso enfermizo que está presente en ella en todo momento.
Lo peor: Que, pese a su empeño por asustar, no lo consigue.