Tras casi cinco décadas de sequía, la Hammer, mítica productora de cine de terror británica que causó furor entre el cine de género de los años cuarenta y cincuenta, volvió a obtener cierta notoriedad en 2010 gracias a 'La mujer de negro', nueva adaptación de la novela de Susan Hill cuyo mayor reclamo era contar con la estrella adolescente Daniel Radcliffe y dotar a la narración de una atmósfera que, aunque bebiera sobremanera de ciertos tics del pasado, los trasladaba de manera resultona a los nuevos tiempos.
Con más de 100 millones recaudados en todo el mundo, y ante el miedo constante de las productoras de asumir riesgos, tres años más tarde llega a nuestras carteleras 'La mujer de negro: El ángel de la muerte', secuela de aquella que repite la misma historia pero tirando por una vía todavía más desesperada, y sobra decirlo, mucho menos trabajada.
Como si fuera un facsímil de su predecesora, esta continuación repite al pie de la letra el mismo trasfondo, algo que aburrirá a todos aquellos que estén familiarizados con la historia de esa alma atormentada que habita los muros de la ruinosa mansión de Eel Marsh. 'La mujer de negro 2' se desarrolla seis décadas más tarde, durante la II Guerra Mundial, siguiendo a un grupo de niños huérfanos que junto a sus cuidadoras tendrán que mudarse a un inhóspito paraje para huir de los horrores de la guerra.
Es una pena que ante la posibilidad de hacer borrón y cuenta nueva, al no tener que arrastrar personajes del pasado, esta secuela se enrosque en sí misma y no sepa sacar partido a la interesante posibilidad que le brindaba los ecos de la guerra y la indefensión que producen dos mujeres y un grupo de niños que tienen que enfrentarse por sí solos a un poderoso espectro. Aunque los primeros compases del metraje son bastante acertados y exista cierta intención de crear una atmósfera malsana, pronto se olvidan de darle la importancia necesaria al espacio para saturar con los conocidos golpes de efectos basados en ruidos y sustos momentáneos.
La estancia en la mansión se hace mucho menos opresiva de lo esperado, siendo un gran error intentar sacar la acción de sus cuatro paredes para variar de espacio e intentar hacerlo todo un poco más espectacular. Si en 'La mujer de negro' nos encontrábamos con una parte final en la que la tensión del espectador no decaía en ningún momento, esta secuela pierde mucha fuerza al intentar dar una conclusión a las sencillas tramas planteadas con un espectáculo de pirotecnia que roza a veces lo risible.
La dirección de Tom Harper tampoco ayuda mucho al conjunto, ya que se limita a poner la cámara y seguir un patrón mil veces visto y sin ningún tipo de personalidad. La estética, algo fundamental en una propuesta de estas características, parece mucho menos cuidada que en 'La mujer de negro', poniendo solo algo de énfasis en el vestuario de época.
Un reparto acertado
Si hay algo por lo que esta película se deja ver es por la presencia de Phoebe Fox, desconocida actriz sobre la que recae el peso de la trama y que intenta dotar de algo de verdad a su esquemático papel de "joven de buen corazón pero que guarda algún que otro secreto". A su lado encontramos a la más conocida Helen McCrory, que cumple como contrapunto estirado y remilgado de la sufrida heroína. Por su parte, Jeremy Irvine, que fue vendido como sustituto de Radcliffe y cuyo papel es el más desdibujado e innecesario de los presentados, parece estar solo ahí para que exista una presencia masculina que ejerza de salvador de las indefensas féminas.