Había razones para esperar con ganas 'La noche de Halloween', aunque sea la novena entrega de una saga, sin contar el remake y su propia secuela. Para los que no se fijen con atención, esta será simplemente otra ocasión de Hollywood para explotar la gallina de los huevos de oro. Otro remake/secuela/reboot (o todas las anteriores) de los que llegan a los cines ahora casi semanalmente, y sobre todo en el género del terror. Aunque eso no nos para a la hora de acudir a las salas, como han demostrado la nueva 'It' y 'La Monja', un segundo spin-off que ha sido el taquillazo del verano.
Pero esto es otra cosa. Primero, porque cuenta con el sello Blumhouse, la casa de Jason Blum en la que caben prestigio ('Déjame salir'), éxito ('Paranormal Activity', 'The Purge') y en ocasiones la mezcla de ambas ('Sinister', 'Insidious', 'Múltiple'). Segundo, porque vuelve John Carpenter, que creó la saga y después se desmarcó de las secuelas, episodios inferiores que no se acercaban a la primera 'La noche de Halloween', tan fundacional y con un concepto tan sencillo y potente de fondo. Carpenter esta vez ha supervisado y producido, pero también ha vuelto a reimaginar su mítica banda sonora, junto con su hijo Cody y Daniel A. Davies. De hecho la música electrónica, algo más hardcore que la partitura original, es a veces la gran protagonista de la película.
Y tercero, porque el regreso de Jamie Lee Curtis retomando el papel de Laurie Strode, la final girl original, significa un reinicio inesperado con mucho potencial. Laurie murió al principio de 'Halloween: Resurrection', la octava entrega, pero nada de lo que ha ocurrido durante décadas en las siete secuelas cuenta: 'La noche de Halloween' lo borra todo y se convierte en una secuela directa de la original con premisa interesantísima. Laurie Strode lleva 40 años traumatizada y ha dado forma a su vida adulta bajo la sombra de aquella noche de las brujas en la que un desconocido con máscara y cuchillo mató a sus amigos.
Las consecuencias de ese trauma no solo han afectado a su vida (su casa es una fortaleza diseñada para defenderse de cualquier ataque, vive en constante estado de paranoia y se ha divorciado dos veces). También han influido en cómo crió a su hija Karen (Judy Greer), que ha construido un muro entre su familia, incluida su hija adolescente Allyson (Andi Matichak), y la abuela. Pero el momento aciago que Laurie lleva temiendo toda su vida va a llegar, pues el traslado de Michael Myers de un manicomio a otro será la oportunidad perfecta para que el asesino vuelva a Haddonfield y monte una escabechina.
La sinopsis es suficiente para que David Gordon Green se lo pase pipa con un slasher violento y mezcle varias dosis de comedia, drama y terror. Al fin y al cabo, este es el director de cosas tan dispares como 'All the Real Girls' y 'Joe' (laureadas en Sundance y Venecia), comedias como 'Superfumados', 'Expertos en crisis' y dramones como 'Stronger'. Green vuelve a dejar claro que es un solvente y versátil director, pero además ha imprimido en el guion un profundo amor por la saga y el género, y, lo más sorprendente de todo, una intención feminista muy explícita.
'La noche de Halloween' de 2018 entabla una conversación directa con la película original, convirtiéndose en la secuela de terror meta definitiva en la era post-'Scream'. Laurie Strode se comporta en esta película tal y como el público de los slashers dice que se comportaría. Es a la vez una víctima verosímil y una espectadora que sabe los trucos y tópicos del género. En ocasiones, se convierte incluso en espectadora de la propia película, como cuando conoce al psiquiatra que persigue a Myers y exclama "¡Oh, tú eres el nuevo Loomis!".
Esta secuela es tan autoconsciente que no solo sabe lo importante que es para la saga (atentos a la transformación de Michael Myers en "the Shape" y cómo regresa su respiración, la más mítica de la historia del cine por detrás de la de Darth Vader), sino que conoce al público que va a verla en 2018. Ese público que no se conformará con un puñado de víctimas ("no fue para tanto", dice un adolescente en la película), que necesita más violencia, más sangre, más gore y, por supuesto, una fiesta. Y se lo da, porque ante todo 'La noche de Halloween' quiere divertir y satisfacer.
Y lo consigue. Con sus dardos a las nuevas formas de consumo (esos presentadores de podcast del género "true crime"), con su crueldad sin límites (la primera víctima de Myers es toda una declaración de intenciones) y con su humor (ese niño negro que ve a un asesino y se aleja corriendo y gritando "Oh shit!"). Aunque hay que admitir que los asesinatos son mucho más brutos que imaginativos.
El mal puro y sus consecuencias
El sencillísimo concepto que tan bien plasmaba Carpenter en la primera película, y que fue retorcido y perdido en las siguientes, se vuelve a recuperar: Michael Myers es el mal puro, el hombre del saco, "the Shape". No es el hermano de Laurie: "eso es algo que se inventaron algunos para sentirse bien consigo mismos", dice la propia película criticando a los que necesitaron humanizar al asesino y perdieron su más terrorífica verdad por el camino.
No se puede racionalizar, entender ni conocer a Michael Myers... solo podemos temerlo. Y debemos creer que algo tan maligno existe, como Loomis dijo y vuelve a repetir Laurie aquí ("You should believe"). No es una persona rota ni tiene nada que decir ("Say something!"). A este respecto, Jamie Lee Curtis tiene una de las pullitas feministas más lúcidas de la película: "¿Él ha matado a cinco personas y hay que intentar entenderlo y yo me divorcio de dos hombres y soy un caso perdido?".
Y ahí está el gran giro que no teníamos por qué esperar y convierte 'La noche de Halloween' en el slasher perfecto para la era #MeToo. Laurie Strode fue la víctima de un hombre y sus heridas se han quedado con ella para siempre. También han afectado a las nuevas generaciones de mujeres, que siguen convirtiéndose en presa de los mismos depredadores y sintiendo el miedo que se les ha inculcado desde pequeñas. Cómo cada una de las tres mujeres lidia con el miedo y el trauma está perfectamente plasmado en la película, que además tiene una complejísima reflexión sobre los efectos secundarios en las víctimas (incluso en lo más superficial, se podría decir mucho sobre ese estilo tosco y desexualizado que luce aquí la final girl original, una figura tradicionalmente sexy y femenina) y cómo estas pueden convertirse, de alguna manera, en el mismo monstruo al que temen.
Aislada, atormentada y marcada de por vida, Laurie corre el riesgo de convertirse en la forma que le hizo daño. Ella es ahora la que observa, la que persigue y la que no parará ante nada si tiene a su presa en el punto de mira. Cómo David Gordon Green consigue utilizar el concepto del soft reboot y las metarreferencias para mostrar todo esto es todo un triunfo que recuerda a experimentos como la segunda 'Funny Games' de Haneke y la 'Psicosis' de Gus Van Sant.
Y un plano final, sencillo y cargado de significado, termina de ponerle el broche a todo esto: el mal sobrevive, aunque sea en forma de trauma.
Nota: 8
Lo mejor: Que se atreva a ser tremendamente feminista sin dejar de divertir y satisfacer a los fans
Lo peor: Que la violencia no sea demasiado imaginativa