¿Es una coincidencia que, tratándose del demonio, a la sexta entrega vaya la vencida? Tras tres secuelas (una de ellas para televisión) y un remake del clásico de 1976, a la saga del hijo del anticristo sólo le quedaba ir para atrás. Pero 'La primera profecía' ha conseguido que eso signifique ir hacia delante, ya que esta precuela consigue estar casi a la altura del clásico protagonizado por Gregory Peck ('Matar a un ruiseñor') y se erige como la mejor profecía desde la original.
El gran acierto: el tono
Aunque funcione perfectamente como producto independiente para cualquier tipo de público, 'La Primera Profecía' es todo lo que una precuela tiene que ser: necesaria para la saga, fiel a la original con guiños para fans muy bien explicados y, a la vez, inconformista para tener su propia identidad. Su justificación está en ver ese origen diabólico del que tantísimo se hablaba en 'La profecía' pero que siempre estaba fuera de campo. Es una pena que ya se hayan hecho tantas películas sobre monjas proféticas del diablo que esta no suponga una novedad ni su historia revolucione el subgénero. Pero se trata de uno de los ejemplos mejor contados de ello y justo lo que el clásico de Richard Donner ('Superman') necesitaba.
Aparte de clavar el tono de la original, también sobresale en ese toque de terror clásico con medios modernos que tantísimas películas de terror actuales buscan tras 'Expediente Warren'. Y por si fuera poco, también abre un interesante camino a una futura nueva saga, aunque lo haga estropeando el dramatismo de toda la película en un tramo final bastante prescindible y demasiado luminoso. Ahí abraza todos los tópicos de franquicia que había evitado durante sus oscuras dos horas de duración. Al ser demasiado autoconsciente de su saga, el desenlace no se atreve a quedarse como un cuento gótico independiente y fuerza la luz y la continuación.
Esas ambiciones de construir una gran historia fueron las que convirtieron a la segunda y tercera entrega de Damien en un thriller sobrenatural más que de terror. Afortunadamente, 'La Primera Profecía' es menos ambiciosa de historia o diálogos. Aunque su investigación resulte muy predecible y la supuesta sorpresa no funcione como tal, todo el desarrollo in crescendo pausado pero pensado hace que sea entretenida tanto antes como después de las escenas de terror.
Así se convierte en uno de los mejores thrillers religiosos del cine reciente con una interesante (y relevante) adición a ese enfoque de la saga sobre presentar un anticristo terrenal, una maldad palpable en el mundo actual: en este caso, ese enfoque tangible del demonio se traduce en una perturbadora mirada a los abusos de la Iglesia católica y el trauma del robo de bebés.
Un ritual más que un parque de atracciones
Técnicamente, esta precuela no se conforma a ser parta de una saga de terror y está realizada por la debutante Arkasha Stevenson (series 'Channel Zero' y 'Nuevo sabor a cereza') con un exquisito gusto por lo macabro. Por un lado, ha sabido subrayar los elementos clave de 'La Profecía' en una sobresaliente edición de sonido y banda sonora; aunque cierres los ojos, 'La primera profecía' sigue siendo igual de escalofriante. Hasta la preciosa (y casi analógica) fotografía de contrastes y sombras remite muchísimo a este y otros grandes clásicos del terror como 'El exorcista'.
Consigue ser tan oscura como la original no por calcar su esquema, sino por crear sus propias imágenes difíciles de sacar de la cabeza para el olimpo del terror cinematográfico. Tiene escenas profundamente aterradoras que ponen la piel de gallina y los pelos de punta sin tener que subir el volumen y casi sin efectos especiales; tan solo con movimientos de cámara, desenfoques o una inteligente edición. Con el mal rollo por bandera y sin reparos, crea este tipo de escenas con aires de clásico que darán mucho que hablar, como la de la vagina o una en plena calle tan visceral como el tenebroso plano secuencia en el metro de 'La posesión'.
Tan solo pierde en cuanto a cantidad de muertes anunciadas y creativas como tanto se disfrutaba en todas las anteriores a lo 'Destino final'. Se echan en falta más muertes, pero las que hay sí que están a la macabra altura de la saga. Sí, ha sido calificada R y es muy gore, pero no por ello abraza el efectismo. A pesar de ser una película de gran estudio (20th Century), su realización está más cerca de ejemplos de A24 como 'Saint Maud' al tener menos sustos pero más estilo; perturba pero no asusta; no te hace levantarte de tu asiento pero sí encogerte en él.
El reparto está completamente entregado a esta locura. Nell Tiger Free ('Servant') es la nueva scream queen a la que no perder de vista: al igual que el tono de la película, sabe transitar con estilo de la contención a la explotación, del mundo interior al caos exterior, hasta regalarnos un plano secuencia memorable tan solo con sus gritos y antinaturales movimientos corporales. Sonia Braga consigue aterrar sin caer en el cliché de madre superiora tenebrosa y Bill Nighy representa ese voto de confianza que hay que darle a esta precuela.
'La primera profecía' prioriza la solemnidad al terror y renuncia al efectismo constante del terror actual para ser más bien un thriller religioso profano, vulgar, maldito. Aunque sea una más de monjas, está contada como la más oscura de ellas y era lo necesario para ser una precuela justificada. Por todo ello y ese buen gusto del escabroso estilo con el que está realizada, ha merecido la pena esperar más de 40 años para ver la mejor entrega de la saga del anticristo desde la original, en cines el 5 de abril.