La escritora y socióloga Concepción Arenal dijo: "El amor es para el niño como el sol para las flores; no le basta pan: necesita caricias para ser bueno y ser fuerte". Creador de interesantes cortometrajes como 'Banquise' o 'El genio de la lata de raviolis', el suizo Claude Barras se adentra en la más tierna infancia desde un enfoque de drama social con la magnífica 'La vida de Calabacín', su debut en el largometraje. Seleccionada por Suiza para representar al país en la 89ª edición de los Premios Oscar, el filme ha logrado importantes reconocimientos como el premio a la Mejor Película y el del Público en el aclamado Festival de Annecy, el Premio al Mejor Filme Europeo en el Festival de San Sebastián, tres nominaciones a los Premios César y una nominación al Oscar.
Ícaro o, mejor dicho, Calabacín, es un niño que vive con su madre alcohólica, que lo maltrata. Un día, su progenitora muere en un accidente doméstico, lo que provoca que acabe en un centro de menores para niños que han sido abandonados o en situación de riesgo de exclusión. Aunque parece un sitio hostil, poco a poco Calabacín irá confiando más en sus compañeros, recuperando la sonrisa, la alegría y la felicidad de ser un niño.
La inocencia de los niños como bálsamo contra el dolor
Basada en la novela 'Autographie d'une courgette' de Gilles Paris, Claude Barras aborda, de una forma artesanal, temas que, a priori, son tratados para adultos. Sin duda, hacía falta cine social para la infancia. Con mucho cuidado y respeto, el cineasta helvético habla sobre la exclusión social, la necesidad de la implicación de la administración pública en velar por la seguridad de los niños y la necesidad de educadores que garanticen que esos jóvenes se convierten en buenas personas en el futuro. Todo ello se muestra en una película hecha con conciencia social pero destinada al público infantil, lo que hace de ella una pieza excepcional por su labor divulgativa.
Pero 'La vida de Calabacín' es más que conciencia divulgativa, es verdadero cine de animación. Utilizando la técnica stop-motion, Barras dota al filme de una humanidad profunda, apostando por un escenario infantil y básico, ideal para mostrar sus intenciones desde el primer instante. También hay que mencionar a la magnífica Céline Sciamma, que firma el guion. Sciamma es una experta en hablar sobre la juventud, ha dirigido aplaudidos largometrajes como 'Tomboy' o 'Girlhood' y ha colaborado con cineastas como André Téchiné para hablar de la infancia y adolescencia actual. Sin duda, una de las mejores guionistas en la materia.
Una obra maestra
Con un guion exquisito, una estupenda dirección, una animación peculiar y un mensaje social, 'La vida de Calabacín' llega a la cumbre con una historia desgarradora en la que, pese a las adversidades, se reivindica a la inocencia de la infancia para proteger a esos menores, para sanar el dolor que han vivido. Una apuesta por darles a esos niños alegría, amor, apostar por ellos. Un mensaje poderoso, evocador y lleno de motivación. Lleno de optimismo, necesario para mostrar la esperanza y el futuro en esos pequeños.
Pocas veces se ha visto en el cine tanta entrega por los Derechos de la Infancia en la sociedad occidental actual. Claude Barras firma una obra maestra, 'La vida de Calabacín' es un milagro europeo traído de Suiza, realizada con dedicación, ternura y compromiso. Sin duda, el mejor exponente que demuestra la capacidad de la animación europea en ofrecer largometrajes excepcionales y vanguardistas. Desgarradora pero maravillosa. Sin duda, una ola de sensaciones.