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CRÍTICA

'La vida y nada más': ¿Quién no se siente vivo y oprimido?

Antonio Méndez Esparza habla con mucha verdad, en esta cinta independiente que aborda una perspectiva social, de lo que cuesta, a veces, vivir y no tener vida.

Por Sandra Sánchez Guerra 1 de Diciembre 2017 | 09:26

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Nada por aquí, nada por allá. No hay truco bajo el que se oculte la historia de 'La vida y nada más', que enfrenta al espectador a los problemas que atraviesan una madre afroamericana y su hijo adolescente sin complicaciones de estilo y con la naturalidad de seguir a unos personajes como si fuera un documental. Antonio Méndez Esparza ha creado un relato de ficción lleno de verdad y desasosiego en torno a actores no profesionales, que mantienen su propio nombre en la pantalla.

 'La vida y nada más'

Andrew es un joven estadounidense a punto de acabar como su padre: en la cárcel. Es la vida sin alicientes de un crío en la Norteamérica actual, abocado a la delincuencia en un barrio sencillo mientras su madre, Regina, intenta que no se descarríe aún más, viviendo de trabajo en trabajo y cuidando a su niña pequeña cuando no se preocupa por su hijo mayor. Les seguimos durante toda la película con la sencillez de estar experimentando nosotros también la vida desde ese plano, desde esa realidad.

Tras la laureada 'Aquí y allá', su opera prima, Méndez Esparza ha pasado con 'La vida y nada más' por el Festival de San Sebastián y el de Toronto poniendo otra vez su guión al servicio de una mirada franca, que delata el ojo certero que el director tiene para captar lo dramático desde un punto de vista sin florituras, esta vez centrado en la Florida en la que él también está desarrollando sus inquietudes vitales. En este aspecto, el largometraje, que coincidió en el tiempo con la carrera de Hillary Clinton y Donald Trump a la Casa Blanca, recoge en un par de escenas ese clima de que en Estados Unidos las cosas ya estaban estropeadas y de que al ciudadano medio que retrata la cinta le preocupa más el qué hará para seguir peleándose con la vida que quién se sentará en el Despacho Oval.

 'La vida y nada más'

Es interesante ver cómo, en algunas ocasiones, Méndez Esparza dilata el plano manteniendo la cámara a la espalda del personaje o acercándose a él. Tanto el guión como el montaje huyen de escenas largas de diálogo y te muestran, con sentido, las distintas esferas en las que se mueven Regina y su hijo Andrew en secuencias más cortas para así poder conocerles. Sólo da un par de pinceladas con respecto a Andrew que se quedan demasiado en la base de lo que ya sabíamos, que tiene una adolescencia complicada y hubieran necesitado de una mayor profundidad para que aportasen matices nuevos.

Regina y su no vida

Aunque la cinta tiene como protagonista "oficial" al hijo descarriado, Regina y sus propios problemas, más allá de los que le crea Andrew, van a acabar centrando la película, ofreciendo una perspectiva un tanto diferente a la historia de la madre soltera y de raza negra con un hijo que no para de meterse en líos que últimamente se ha visto bastante en el cine independiente.

El director vuelve a crear una visión de lo social y de la realidad que muchas veces no te deja respirar de una forma digna y que aborda el conflicto con una fórmula sencilla pero interesante en su conjunto. Lo que no termina de darte el que es el personaje principal por ser demasiado contenido, lo suple su madre con un refuerzo emocional que te ayuda a meterte más en la historia.

Nota: 7

Lo mejor: Su narración sin complicaciones pero llena de verdad.

Lo peor: Algunos cabos sueltos en la trama de Andrew que no aportan mucho y no se desarrollan.

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