Me dijo una vez una amiga que le recomendara "películas de la vida". Al principio se me antojó un concepto muy vago, abstracto, aprendemos que el séptimo arte da miedo, alerta, te hace reír, llorar y para una cosa intermedia, imprecisa, se inventó eso de dramedia. Sin embargo, ni siquiera este término ambiguo nos sirve para clasificar algunas de las películas de Jonás Trueba, incluida 'La virgen de agosto'. Trueba no está interesado en el "cine de tesis", en transmitir un mensaje, ni siquiera una idea; sus películas tienen las preguntas, pero no están retando al público a encontrar las respuestas, si es que tiene que haber una. Secuencias largas de planos largos, movimientos de cámara lentos, canciones pop y un argumento incierto, su cine es un cine libre, que no termina de encajar en ninguna etiqueta, un cine que no pretende complacer a ningún espectador, que no persigue grandes cifras en detrimento de su voz y, de esta forma, consigue conectar con quienes comparten sus inseguridades, sus dudas, sus sueños o su indiferencia.
La Eva de Itsaso Arana va a cumplir 33 años y ha decidido quedarse en la ciudad como un acto de fe, con la esperanza incierta de poner algo de orden en un futuro sin muchas perspectivas y "hacerse una persona de verdad". Rodada entre museos desiertos, calles vacías y las verbenas de San Cayetano, San Lorenzo y La Paloma; 'La virgen de agosto' transita a través de los calurosos días de agosto en la capital, cuando la ciudad se reinventa y se vacía de turistas y locales que se alejan buscando el alivio del mar. Pero si el director no está interesado en sacar conclusiones, tampoco lo está en retratar la verdad. Sobre su visión del mundo sobrevuela una sensación de realidad idealizada, una paz en la que Eva, junto a la cámara de Trueba, puede (re)descubrir Madrid y a sí misma con los ojos de quien la ve, de quien se ve, por primera vez.
¿Qué se siente al ser tan joven?
Diálogos sinceros y planos sin artificios dibujan lo cotidiano, lo insignificante, actos mundanos que llenan los días en los que no pasa nada y días en los que sin darte cuenta pasa todo. Una ventana, o quizá una mirilla, al devenir de un personaje que en sus 30ytantos ni siquiera ha organizado su propia vida dentro de su cabeza, con lo inusual y necesario que es ver una historia de madurez más allá del paso entre la adolescencia y la edad adulta.
Ahora que la familia tradicional está dejando de ser un constructo social autoimpuesto, se multiplican los modelos de hogar en los que tener hijos, no tenerlos o cómo hacerlo es una elección en la que casi todas las opciones son igual de válidas. Sin embargo, lo hayas tenido claro toda tu vida o no tengas ni idea, debas o te lo puedas permitir; cuando eres mujer y pasas la barrera de los 30 la decisión de ser madre lo invade todo. Los anuncios, las preguntas constantes de conocidos y desconocidos, la amenaza de las estadísticas, el supuesto instinto maternal, los consejos no deseados; no, tener hijos no te define como persona o mujer, pero 'La virgen de agosto' no es, ni mucho menos, un retrato de la feminidad, sino la reflexión de una joven sobre su propia maternidad, única y personal.
Por primera vez en la filmografía del director de 'Todas las canciones hablan de mí' o 'Los ilusos', una mujer es la absoluta protagonista de la historia. Para darle voz a la Eva de Madrid y a sus amigas, para reproducir con fidelidad sus inquietudes, la sororidad y las conversaciones sobre menstruación, óvulos congelados o reloj biológico, el guion necesitaba escuchar a una mujer y Arana, además de protagonizar el filme, co-escribe la película junto a Trueba. 'La virgen de agosto' tiene un foco tan concreto, pero tan poco interés en imponer un único pensamiento, inflexible e inequívoco, que difícilmente será recibida de la misma forma por dos personas en la misma sala, tampoco por un mismo espectador o espectadora en momentos diferentes de su vida, y esa es también una de sus grandes virtudes.
Un estilo muy personal, aire familiar
El ritmo interno de las escenas y el montaje de la película son tan lánguidos como el propio verano, un estilo reflexivo en el que el director se siente más cómodo. La experiencia de adentrarnos en la cotidianidad de la vida de Eva, viéndola comer sandía, leer un libro o bailar en las fiestas es tan inmersiva que el sonido y la música es siempre diegético, es decir, el público oye lo mismo que los personajes. Desde su debut en el largometraje, las canciones funcionan como hilo conductor de la evolución de sus protagonistas, dialogan con ellos, reverberan sus sentimientos y les inspiran. En este caso, Soleá Morente y las letras de La Bien Querida son a 'La virgen de agosto' lo que Rafael Berrio a 'La reconquista' y Tulsa a los 'Los exiliados románticos', una voz más junto a la de la ciudad. Además, Trueba aprovechó el concierto de la mediana del clan Morente en las fiestas de la Paloma de 2018 para rodar parte de su película y aprovechar la autenticidad de la actuación, de Madrid y el calor del público.
"A veces me canso de mí y quisiera cambiarme por cualquiera de aquí. Todavía, tengo tiempo, todavía".
Para su quinta película (al margen dejamos el proyecto 'Quién lo impide'), Trueba vuelve a repetir con caras muy conocidas de su cine como Francesco Carril, Vito Sanz e Isabelle Stoffel. Sus personajes, Francesco, Agos y Olka, junto al resto de viejos y nuevos amigos que se irá encontrando durante el verano, entran y salen de la vida de Eva dejando una pequeña huella, agujereando la burbuja social en la que estamos tan cómodas. 'La virgen de agosto' refleja con honestidad, delicadeza y estío la profunda incertidumbre del futuro, la frustración de las decisiones y de no ser capaz de tomarlas, la crisis de los 30 millennial. Es un canto al verano, a Madrid y a las nuevas oportunidades a ritmo de verbena.
Nota: 7
Lo mejor: Su ritmo, sus diálogos, su música, fiel al estilo de Trueba.
Lo peor: Quizá la falta de voces femeninas a las que realmente no les preocupe la maternidad o tengan clara su postura.