Dice Pedro Almodóvar que 'La voz humana' supone el fin de su idilio con el texto de Jean Cocteau. Lo introdujo en 'La ley del deseo' y lo utilizó como inspiración para 'Mujeres al borde de un ataque de nervios', pero ahora lo adapta directamente, como un exorcismo necesario para sacárselo de la cabeza después de tantos años.
Con este cortometraje de media hora el manchego salda, a su manera, otra deuda que él nunca ha contraído pero Hollywood le ha demandado durante años: dirigir algo en inglés. Lo ha hecho en España, con su propia productora y con vistas a un mercado europeo (se estrenó en el Festival de Venecia), pero sí: su protagonista habla en inglés.
Tilda Swinton, que nació para ser fotografiada por Almodóvar, encarna a la mujer abandonada de Cocteau en esta versión de 'La voz humana' sobre una mujer (¿modelo, actriz?) que llora la pérdida de su amante, dando vueltas por casa mientras espera su llamada para obtener, si no una explicación satisfactoria, sí algún tipo de despedida. La casa, en un giro muy apropiado para los tiempos que vivimos, está construida como un escenario abierto dentro de un almacén, otorgándole al cortometraje una sensación de encierro y cárcel como la del confinamiento (y que recuerda a 'Dogville' de Lars von Trier).
Swinton es una rara avis dentro de ese Olimpo que son las chicas Almodóvar, no solo porque no habla español sino porque el cambio de idioma viene con una energía distinta. Su desesperación es más fría, su humor más seco. Y el estilizado físico de la escocesa, el menos español que se haya visto jamás, también la aleja de todas las curvadas mujeres que han pasado por sus películas durante décadas.
Sin la posibilidad de vestirla con delantales y explosivos escotes, no le queda otra a Almodóvar que agasajar a Swinton con Balenciagas (cuatro vestidos distintos de la casa parisina lleva la actriz en el cortometraje). Nada queda del pisito obrero del Carmen por cuyo balcón caía una iguana: ahora estamos en una casa de lujo con muebles de diseño y piezas de arte colgadas de las paredes.
Pero no es un radical giro de volante sino la conclusión de un camino que Almodóvar lleva años recorriendo: el de una refinación estilística y también el del paulatino alejamiento del director con respecto a los pueblos que le vieron crecer y las calles madrileñas que lo formaron. En 'La piel que habito' y 'Julieta' esto se veía en historias totalmente despegadas de la realidad y la actualidad que señalaban a un director aislado. En 'Dolor y gloria', sin embargo, Almodóvar sacó oro de esa mina entregándose a una exploración hacia adentro con una honestidad dolorosa y fructífera.
En 'La voz humana' vuelve a estar ese autor absorto y obsesionado, pero quizá por la ligereza de la propuesta podemos disfrutar sin miramientos de una experiencia sensorial que nos resulta reconocible. En ella tanto el vestuario como el arte de Antxón Gómez y la música, obviamente de Alberto Iglesias, son tan importantes como el guion o la interpretación de su protagonista, porque todo ello remite a la obra de Almodóvar en su conjunto. Aunque sea en formato mini, ver una nueva película del manchego es a estas alturas tan reconocible y acogedor como visitar a un familiar.
Lo más estimulante que plantea el cortometraje es su juego de acercamiento de polos: lo viejo, el monólogo de Cocteau, con lo nuevo, el texto recitado a través de los Airpods; lo interior, pues casi todo ocurre dentro de la casa de la protagonista, con lo exterior, en ese espacio abierto que es el almacén; y por supuesto la esencia manchega de Almodóvar jugueteando a ser anglosajona.
Almodóvar contra el coronavirus
Aunque el director llevaba años con el texto en la cabeza, es probable que este cortometraje sea hijo del coronavirus. Podríamos decir que 'La voz humana' es una historia confinada, como todas esas que han ido apareciendo como setas durante los últimos meses, aunque sea más coincidencia que causa; es más otra prueba de la naturaleza introspectiva y hogareña que el director ha demostrado durante su madurez que de una capacidad predictora.
Lo que sí está claro es que el estreno masivo de un cortometraje en cines y con una campaña publicitaria es a la vez un esfuerzo por parte de las distribuidoras y un movimiento desesperado para atraer al público a unas salas moribundas. Quizá su limitado metraje y su precio reducido lleva a los espectadores miedosos a las salas, les demuestra que ir al cine es seguro y les recuerda lo único de la experiencia de ver algo en pantalla grande. O quizá todos los titulares políticos que los grandes medios se empeñan en publicar cada vez que estrena Almodóvar y les concede entrevistas vuelven a polarizar a la gente hasta alejarlas de la obra en sí y terminan por enterrar esta arriesgada propuesta en el cementerio que son ahora las carteleras.
Nota: 7
Lo mejor: Tilda Swinton en casa de Almodóvar
Lo peor: Es una obra menor, por duración y ambición