Yorgos Lanthimos se hizo famoso mundialmente (al menos entre los círculos más cinéfilos) por 'Canino' hace seis años. El director griego sorprendió y fascinó a la mayoría de público y crítica con una especie de fábula/metáfora/alegoría sobre la opresión, el uso de la mentira en la educación, la ocultación de la verdad (o la diversidad de ellas) y el efecto que todo esto tiene en los individuos.
Pero sobre todo, triunfó porque no lo hacía al estilo de otros autores europeos que han tratado los mismos temas o parecidos como Michael Haneke, Lars von Trier o Ulrich Seidl, siempre imprimiéndole una atmósfera claustrofóbica y oscura, ahogadiza. Las películas de Lanthimos destilan humor, aunque sea uno enfermizo y negro, y mala leche, mucho más que reflexión.
También ocurrió en su cuarto largometraje, 'Alps', menos aclamado, probablemente más fallido por una simple razón: el griego basa sus guiones, o así lo ha hecho hasta ahora en sus tres obras más conocidas (incluida 'Langosta'), en una idea llamativa, un chiste gracioso, una tesis simple pero certera, en las que, sin embargo, poco más hay. Así que depende de la fuerza de sus situaciones y la capacidad de llevar al espectador a puntos cuanto más turbios, retorcidos y absurdos, mejor. Pero no puede aburrir ni resultar repetitivo. Un equilibrio difícil de conseguir.
En 'Langosta', que le valió el premio del jurado en Cannes, el griego se va a un punto indeterminado de Europa, angloparlante y se rodea por primera vez de un reparto internacional y con caras, de hecho, muy conocidas: Colin Farrell, Rachel Weisz, Léa Seydoux, Ben Whishaw, John C. Reilly, Olivia Colman... Pero no renuncia a su estilo hermético (lo absurdo, al fin y al cabo, siempre obliga al espectador a trabajar, a estar atento y descifrar los símbolos, dentro de lo posible), solo pule su factura (en lo que habrá influido una producción relativamente más pudiente y el buen hacer de su director de fotografía fetiche Thimios Bakatakis).
Mejor solo o mal acompañado
La idea genial, directa y llamativa que sirve aquí como metáfora central y articuladora del relato, es la siguiente: David (Farrell) es abandonado por su mujer, lo que le obliga a instalarse en un hotel en el que, si tras 45 días, no ha encontrado pareja, será convertido en un animal. Literalmente, se someterá a un doloroso proceso quirúrgico para ser cualquier otra especie de su elección. Él elige, claro, el crustáceo que da título a la cinta. Pero eso como última instancia, porque su estadía en el hotel consistirá en una serie de actividades para encontrar una pareja adecuada, basándose en factores como la coincidencia de intereses, opiniones, aficiones e incluso defectos.
En esto consiste la primera mitad de la película, ciertamente divertida y un retrato muy agudo de la desesperación con la que afrontamos la búsqueda de pareja los adultos llegados a cierto punto, y descartamos con disgusto y terror cualquier estilo de vida que se salga de la convencional pareja monógama (de cualquier orientación sexual, eso ya no es un problema en esta sociedad distópica, con tal de cada oveja acabe con su pareja).
Es la segunda mitad lo que menos me convenció, la que retuerce la tesis de la película para reflexionar sobre el efecto contrario, el de los que rechazan toda relación, contacto humano, quizá en la búsqueda de un punto intermedio, un sentido común que al final siempre defiende Lanthimos, a partir de sus exageraciones.
El mayor problema que le vi a 'Langosta' fue cierta sensación de que después de diez años, Lanthimos no nos ha ofrecido nada nuevo, que podría haberse quedado estancado como el autor de las películas graciosas, perfectas para impresionar a un estudiante de cine y llamar la atención en los festivales, pero cuya ambición no es más que la de contar chistes demasiado largos (y quizá algo menos inteligentes de lo que él cree).
Lo mejor: las interpretaciones
Aunque el guion es irregular, el reparto hace un trabajo excepcional, dentro del universo de Lanthimos lleno de personas frías, estáticas, patológicamente pasivas. Destaca el propio Farrell, que nos tiene acostumbrados a papeles más ruidosos, y aquí encarna a un hombre resignado, apocado, introspectivo y con sobrepeso. En el terreno de la comedia, destacan Colman, como una gerente de hotel que domina el humor absurdo, y la pareja Whishaw-Reilly, uno de ellos cojo y el otro con ceceo. Angeliki Papoulia repite tras 'Canino' y 'Alps' con uno de los personajes más memorables de la película, una mujer sin corazón obligada a emparejarse.