Patricia Highsmith ha sido mil veces adaptada a la gran pantalla en una serie de versiones que han gozado de una gran popularidad. A la espera de que se estrena 'Carol', historia lésbica que desató la polémica en su época, nos adentramos una vez más en aquello que tan bien se le daba a la que fuera tildada como la reina de la novela negra: el thriller. A la estela de 'Extraños en un tren' o 'El talento de Mr. Ripley' llega a nuestros cines 'Las dos caras de enero', dirigida por el debutante Hossein Amini.
No estamos acostumbrados a que el thriller reciente nos deleite con personajes con un trasfondo complejo, más allá de las mentiras o secretos que por varias razones se empeñan en ocultar. No pasa esto en 'Las dos caras de enero', película en la que los secretos ocupan un segundo plano y son fáciles de predecir para dejar paso a un intento por desarrollar su psicología, algo que se agradece, pero cuyo resultado no está lo suficientemente pulido como para hablar de una obra redonda.
La presentación del trío protagonista, quienes ocupan la gran mayoría del metraje, está magníficamente resuelta en el primer tercio de la película. 'Las dos caras de enero' se muestra sugerente y sabe cómo ir generando la expectación hacia la historia dosificando la información necesaria durante sus primeros pasos. Lástima que conforme avance, el interés hacia la trama criminal se minimice y comience a vérsele las costuras al llamativo envoltorio.
Uno de los aspectos que más llama la atención en esta película es el tono elegante con el que se quiere impregnar todo el metraje. La película goza de una estupenda ambientación de mediados de los años sesenta del siglo pasado que dota al aspecto visual de un aura de clase, que se traduce en una mayor empatía hacia la narración. Pero Amini, guionista de películas como 'Drive' o 'Blancanieves y la leyenda del cazador', se apoya en exceso en este aspecto y la solvente partitura del español Alberto Iglesias para ofrecer una planificación de las escenas de tensión repleta de tics mil veces antes vistos que no logran surtir el efecto deseado y tienden más a la frialdad y la repetición.
Más interesante es su aspecto dramático y la relación que se establece entre el matrimonio de la alta sociedad y el traumatizado guía turístico. Esa misma cara contrapuesta en una misma moneda a la que hace referencia el título y que apunta directamente hacia los dos personajes masculinos protagonistas. Chester MacFarland y el joven Rydal comparten muchos más de lo que les gustaría y su tensa relación en continua lucha de poder se viene desarrollando en un in crescendo que culmina con una fría y explicativa secuencia de persecución. Eso sí, para el recuerdo quedan otras escenas, como su primer encuentro en el Partenón de Atenas, el punto de inflexión en la tumba o la parte que se desarrolla en el humilde pueblo pesquero.
Duelo interpretativo de primer orden
Como buena película que se apoya en el buen hacer de sus actores, en 'Las dos caras de enero' encontramos a un trío protagonista que ejecuta un impecable trabajo. Viggo Mortensen sabe a la perfección mostrar la dualidad de su personaje y lograr la empatía del espectador, no quedándose a la zaga el emergente Oscar Isaac. Y es que el duelo interpretativo entre los dos actores ayuda a elevar por encima de la media el resultado final. Kirsten Dunst realiza también un trabajo muy acertado, aunque queda ensombrecido en importancia en comparación al de sus compañeros.
En definitiva, un recomendable filme que viene a suplir esa carencia de cine adulto pero comercial en una cartelera inundada por superproducciones destinadas a un público adolescente. Lástima que la falta de riesgo minimice su impacto final.