Para su debut en el terreno del largometraje, Miguel del Arco ha escrito y dirigido un drama coral que se propone dejar a los espectadores con las carnes abiertas. Es por ello que el director de teatro se ha rodeado de un reparto significamente relevante dentro de nuestra cinematografía y lo ha puesto al servicio de una tragedia familiar cargada de angustia, incomprensión y mucha, mucha rabia contenida.
Pronto descubrimos que los Ponte Alegre no hacen justicia a su apellido y que el sufrimiento adquiere un peso importante en sus vidas. Por uno u otro motivo, ninguno de sus componentes termina de superar los obstáculos personales que se le presentan. Situación que, por otro lado, se agrava cuando la matriarca Marga (Mercedes Sampietro) anuncia a sus tres hijos la inminente venta de la casa en la que pasaban juntos todos los veranos. Ante este acontecimiento, todos deciden reunirse un último fin de semana con el objetivo de celebrar la boda de Héctor (Gonzalo de Castro) y recoger sus pertenencias. No obstante, el reencuentro reactivará una tormenta de reproches, conflictos del pasado y venganzas que hará tambalear el frágil vínculo emocional que les une.
Una guerra que funciona
Del Arco maneja con habilidad la cámara para introducirnos en un ecosistema en el que la degradación y la fatalidad se convierten en los principales protagonistas. 'Las furias' habla del egoísmo humano pero también se propone reflexionar sobre las heridas del pasado y sobre el perdón. Conforme los diferentes caracteres de los personajes van chocando, uno entiende con claridad el mensaje que el cineasta ha querido transmitir: la rabia nos impide abordar correctamente cualquier tipo de conflicto.
Dentro de este retrato coral plagado de duelos y malentendidos, encontramos esa crítica ácida sobre la incomunicación que veíamos en 'Un dios salvaje'. Al igual que esa hipocresía y divertida crueldad que caracterizaba a los personajes principales. Sin embargo, del Arco construye un ambiente recargado en el que también tiene cabida la agresividad dramática y el torrente de emociones propios del cine familiar de Xavier Dolan. Cuestión que, por otro lado, le permite al director desarrollar secuencias con cierta vocación poética en las que juega poderosamente con los colores, la luz y el sonido.
No obstante, nos encontramos ante una de esas cintas que brillará y será recordada por su maravilloso libreto. Porque 'Las furias' es una obra muy bien dialogada en la que cada conversación desprende realismo y garra. De hecho, el guión no requiere de trampas o sobresfuerzos que se propongan hacer avanzar la trama. Esta se desarrolla con firmeza ante nuestros ojos sin que prácticamente nos demos cuenta. Y es ahí precisamente donde reside el punto fuerte de esta ópera prima: su capacidad para trasladar a la gran pantalla fragmentos de vida que nunca abandonan la profundidad emocional. En este sentido, 'Las furias' nos presenta a una familia de carne y hueso cuyos momentos de máximo esplendor o decadencia merecen ser contemplados.
Un componente humano explosivo
Tal vez el único problema que plantee este drama español sea la construcción del personaje de María (Macarena Sanz). Se trata de una figura que funciona como elemento central dentro de la historia pero que se torna incapaz de despertar la empatía del espectador. Como motor narrativo, el personaje no termina de dirigir nuestra mirada hacia unas motivaciones lo suficientemente sólidas o exploradas como para despertar nuestro interés. Al mismo tiempo, una posible lectura o comprensión de sus inquietudes más profundas se ve lastrada por una interpretación un tanto histriónica por parte de la actriz que le da vida.
Sin embargo, el corazón de 'Las furias' está en su elenco. Nos encontramos ante una de las agrupaciones interpretativas más estimulantes de la temporada. Y es que prácticamente todos los actores están a la altura del intenso cara a cara que protagonizan. Como integrantes de un clan familiar a punto de estallar resultan insuperables. Desde un gélido y solemne José Sacristán hasta una arrasada pero contundente Carmen Machi pasando por una frágil y espontánea Emma Suárez (es de agradecer el necesario y maravilloso resurgir de la intérprete en este 2016). Complicado decantarse por alguno de ellos.
Nota: 7
Lo mejor: Su reparto principal y un guión que funciona a un ritmo frenético y espontáneo
Lo peor: El personaje de María y algún que otro recurso que falla en pleno desenlace