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CRÍTICA

'Las leyes de la frontera': Despierta la furia

Crítica de Las leyes de la frontera', dirigida por Daniel Monzón y escrita por Jorge Guerricaechevarría. Basada en la novela de Javier Cercas, protagonizada por Marcos Ruiz, Begoña Vargas y Chechu Salgado.

Por Miguel Ángel Pizarro Más 8 de Octubre 2021 | 10:07
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Tras salirse de su zona de confort con la comedia 'Yucatán', Daniel Monzón regresa al thriller con 'Las leyes de la frontera', adaptación de la novela homónima de Javier Cercas, que fue el filme de clausura del 69 Festival de San Sebastián. El cineasta de Palma de Mallorca ofrece su mirada sobre la España de 1978, en la que la Transición daba sus primeros pasos y que es también el período previo a una década de los 80 marcada por la heroína y las terribles consecuencias que dejó en la sociedad española de la época.

Las leyes de la frontera

Pero Monzón no se adentra en esos bajos fondos. De hecho, aunque sí se percibe cierto homenaje al cine de José Antonio de la Loma y Eloy de la Iglesia, el realizador no busca realmente inspiración en el retrato social y marginal que tan bien se plasmó en títulos como en 'Perros callejeros', 'Yo, el Vaquilla', 'Navajeros' o 'El pico'. Es más, podría decirse que el filme es más bien una especie de 'protocine' a lo que fueron las cintas del llamado cine quinqui.

Y lo es no solo porque explore los años previos a la implosión de la epidemia de drogas que marcó los 80 -aunque De la Loma y De la Iglesia ya mostrasen que a finales de los 70 había comenzado a marcar sus consecuencias en la sociedad española-, sino porque Monzón crea un filme tremendamente estético y luminoso, alejado incluso de la mirada social que caracterizaba a este tipo de cine, situado en los márgenes y profundamente despreciado por los profesionales de la época y que continúa siendo un tema que divide sobre si debe reivindicarse dentro de la cinematografía española o no.

Las leyes de la frontera

Un notable thriller comercial con el que Monzón regresa al género

Partiendo de que su base y fondo es diferente, 'Las leyes de la frontera' resulta en un buen thriller de época, con la que el guion de Jorge Guerricaechevarría -ducho por estos lares y habitual tanto de Monzón como de Álex de la Iglesia- crea un auténtico descenso a los infiernos en el que Nacho, un joven de clase media termina tomando contacto con un grupo de pandilleros de la época por amor a Tere, uno de sus miembros, como también por el deseo de pertenecer a un grupo, a una tribu; además de tener dentro una furia que va despertándose, fruto de las humillaciones que ha sufrido por sus orígenes. En este sentido, el director de 'Celda 211' y 'El niño' busca retratar otra España o, mejor dicho, otra Cataluña, pues Nacho es lo que despectivamente se denomina 'charnego'.

Las leyes de la frontera

Y es ese uno de los puntos que muy sutilmente destaca en el filme, en el cómo esas diferencias sociales entre aquellos que pertenecen a la misma clase remarca aún más las desigualdades en otros estratos sociales. No obstante, ese es solo el marco, pues Monzón lo que hace es narrar una crónica criminal en forma de soberbio thriller, que consigue atrapar al público gracias a varias secuencias llenas de efecto y una trama que sabe dar lo que se espera de ella, con el añadido de tres actores protagonistas magníficos: Marcos Ruiz, Begoña Vargas y Chechu Salgado, un triángulo amoroso explosivo y sensual.

'Las leyes de la frontera' es un notable thriller comercial, que está a la altura de las expectativas que ofrece, siendo más una propuesta comercial disfrutable, en la línea de títulos recientes como 'Hasta el cielo' o 'Tu hijo'. Una producción que vuelve a colocar a Monzón como uno de los mayores exponentes del cine de suspense español y que también trae de nuevo una propuesta hecha para conquistar al público y que tanto se han echado de menos en la cartelera este último año.

Nota: 7

Lo mejor: Monzón sabe mantener la tensión en todo momento.

Lo peor: Es demasiado luminosa para retratar a la juventud perdida de finales de los 70 y los 80. Es más, su retrato de lo marginal parece impostada.

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