Hablar de 'Los 4 Fantásticos' es hablar de historia del cómic norteamericano. En torno a la Primera Familia se configuró la Marvel actual, y por ella han pasado algunos de los más importantes autores como Stan Lee, John Byrne, Jonathan Hickman o Mark Millar (asesor de FOX en la conformación de su universo cinematográfico). De los personajes marvelitas quizás estos sean los que podemos considerar más propios gracias a la etapa que guionizaron y dibujaron los españoles Carlos Pacheco y Rafa Marín. Motivos todos ellos por los que una aproximación fílmica a Mr. Fantástico y los suyos sea presa de un escrutinio mayor.
Durante los últimos meses se ha hablado mucho y mal de la película de Josh Trank, que si el proyecto le venía grande, que si han tenido que volver a grabar varias escenas, que si los productores han metido mano en todo mutilando la versión del director... así que no vamos a ser nosotros quienes se vayan por las ramas al valorar la cinta. Como adaptación no vale un pimiento, hablando en plata. Sí, los personajes aparecen ahí, mismos nombres y mismos parentescos. Pero no son ellos. La esencia de lo que son Los 4 Fantásticos de las historietas no se encuentra por ninguna parte. Mal que les pese a Trank y los directivos de FOX (más a estos, pues el director se ha encargado de desvincularse del resultado final y, de paso, enterrar su carrera), la aproximación que hizo Tim Story en 2005 (aquella con Chris Evans y Jessica Alba) se acercaba mucho más al tono y la esencia de los personajes que la que ahora nos ocupa.
Dentro de todos los problemas y contratiempos que ha ido arrastrando este proyecto, quizás el más determinante (por ser el primero) radica en las prisas. Como en 1994, la productora, acuciada por la inminente pérdida de sus derechos sobre los personajes, se lanzó a producir un nuevo film sin reflexionarlo previamente. En aquella ocasión la triquiñuela fue tan evidente que ni siquiera hubo intención de estrenar en cines. Ahora, sin embargo, de palabra había grandes planes. Veremos cómo evoluciona con secuelas y crossovers en el horizonte, pero si quieren tener una mínima oportunidad han de cambiar el enfoque y cuidar a sus personajes.
No es una cuestión de color
El fandom se volvió loco cuando descubrió que Johnny Storm sería negro, pero parecieron olvidar que Jessica Alba tampoco es precisamente caucásica. Los cambios de piel, si bien suelen ser traumáticos para el seguidor más purista, no son más que una excusa para hablar de todo menos de las películas. Si el personaje funciona, ¡qué más da su color! Solo tenemos que ver al Nick Furia de Samuel L. Jackson, ya nadie se lo cuestiona. E incluso en los cómics se han inventado a un hijo secreto del Nick Furia original como excusa para cambiarle la etnia al personaje.
El problema viene cuando, como es el caso, el color es solo una razón más para vilipendiar el producto. Motivo por el cual descubrir que Sue Storm (Kate Mara) tiene orígenes kosovares, ya suena a chiste. Estos '4F' tienen un arranque muy interesante. Hasta un pequeño salto temporal de un año que tiene lugar al finalizar el primer acto, la película promete. Nos encontramos con un Reed Richards (Miles Teller) como protagonista, tomamos su punto de vista, y somos testigo de su recorrido desde que conoce a Ben Grimm (Jamie Bell) hasta que llega al Edificio Baxter. Se entra en temas como la amistad, la ambición y el potencial por descubrir, siguiendo una línea similar a la de 'Chronicle', pero sin ese fondo tan oscuro. Habrá quienes le puedan reprochar a esta primera parte cierta falta de ritmo, una pesadez discursiva. Pero siendo una historia de orígenes, son pasos necesarios, que además nos ayudan a conocer las inquietudes y motivaciones de los personajes. En este sentido, Josh Trank muestra su pulso a la hora de desarrollar a sus protagonistas.
Ahora bien, en el momento de decir "es la hora de las tortas" (frase mítica de La Cosa en los cómics), las buenas intenciones se evaporan. Y es debido, irónicamente, al tratamiento que reciben los personajes. Dicen que los héroes se miden según sus enemigos. Si eso es cierto, Los 4 Fantásticos lo tienen crudo con un Doctor Muerte que más que uno de los villanos más temibles de Marvel parece un niño con una pataleta. Como nadie le comprende quiere destruir el mundo. No tiene motivaciones sólidas, simplemente le ha tocado hacer de malo. Más de lo mismo se puede decir de la Primera Familia, van cambiando de parecer ante determinadas situaciones sin que medie un razonamiento entre medias. Como espectadores tenemos que rellenar muchos huecos para que los comportamientos de los protagonistas resulten verosímiles. Y así no se puede.
Es una pena, porque la película plantea algunas ideas muy interesantes, sobre todo en la primera parte, que ciertamente acercaban la propuesta a esas influencias de David Cronenberg que reconocía Josh Trank en su momento. Con Warner tirando de la épica y los héroes taciturnos, y con Disney optando por un tono que permite ciertas dosis de comedia, esta tercera vía más afín a la ciencia-ficción oscura se presentaba como una atractiva apuesta. El resultado, sin embargo, desmerece las intenciones. Aunque bien es cierto que las bases están sentadas. De momento, tras varias intentontas, parece que no hay manera con Los 4 Fantásticos. Veremos como pinta el futuro para Richards y los suyos.