Concepción Arenal, célebre escritora española y pionera en el movimiento feminista, dijo: "Hay tanta justicia en la caridad y tanta caridad en la justicia que no parece loca la idea de que llegue el día en que se lleguen a confundir". Joachim Lafosse es experto en incomodar al espectador con cada filme que propone, tras la hipnótica 'Perder la razón', el realizador estrena 'Los caballeros blancos', Concha de Plata al Mejor director en el 63º Festival de Cine de San Sebastián.
Jacques Arnault es el presidente de la ONG 'Move for Kids' que, junto con otros voluntarios, llega al país africano Chad, que se encuentra en medio de una guerra civil. Llegan con un plan humanitario: Rescatar a 300 niños huérfanos menores de 5 años de esa horrible guerra y darlos en adopción a familias europeas, que ya han tramitado las solicitudes para adoptarlos. Junto con los voluntarios, viene la periodista Françoise Dubois, que los acompaña para mostrar el día a día de la ONG. La guerra civil es brutal y lo que se ve es horrible, sin embargo, las intenciones de la ONG, aparentemente benevolentes, no son tan magnánimas como la gente piensa.
Entre lo moral y lo inmoral
Si Lafosse golpeaba con la contundencia de un bateador de béisbol en 'Perder la razón', film sobre las relaciones de pareja, el aparente altruismo de la gente y la sutileza en las relaciones de dominación, en 'Los caballeros blancos' lleva los dilemas a una escala mayor, aprovechando el caso real de 'El Arca de Zoé', producido en 2007 cuando una ONG francesa quiso llevarse ilegalmente de Chad a 103 niños para darlos en adopción. Así el cineasta lleva al público a incómodos dilemas morales en los que la línea entre lo ético y lo inmoral se rozan constantemente.
Lafosse ahonda en la cara más oscura de las ONG, aquellas que difícilmente ve la sociedad, especialmente por considerarse reprobable. Sin embargo, el realizador no enseña esa cara de forma malintencionada, deja al espectador que decida libremente si la actuación de los voluntarios es admisible. ¿Pese a cometer un acto ilegal, el fin justifica los medios? ¿Es mejor salvar a huérfanos de una muerte segura de manera ilícita, que aceptar las normas y dejarlos a su suerte en el país? Preguntas que el cineasta belga dejará caer pero que, en ningún momento, ofrecerá respuestas.
Eso provoca que el público vea un relato completamente incómodo, de esos que pone frente al espejo la hipocresía de la propia sociedad occidental, así como de la corrupción, también propia, de los países del mal llamado Tercer Mundo. El poder del dinero, la mala praxis, el idealismo, la esperanza, las buenas intenciones, la caridad, la lástima o la impunidad son los ingredientes un drama humanitario que tiene más tinte de thriller que de drama y que, gracias a su increíble precisión y unos actores magistrales, llega, por momentos, a rozar el documental.
Magníficas interpretaciones
Vincent Lindon trae una de sus mejores interpretaciones vistas en su última época, con permiso de 'La ley del mercado'. El actor es Jacques, un tipo de antihéroe maquiavélico que no tiene pretensiones de convertirse en un hombre del mal sino todo lo contrario, pragmático hasta tal punto de caer víctima de los acontecimientos que se le escapan de las manos, a su lado dos extraordinarias actrices: Louise Bourgoin y Valérie Donzelli. La primera es la viva imagen de la amargura, del hartazgo de la situación que se vive, la segunda mira lo que ocurre con distancia, convirtiéndose en una testigo de lo que sucede, llevando al espectador a comprender lo incómodo de situaciones tan ambiguas.
Sin maniqueísmos, completamente ambigua y carente de mensajes morales, Laffose firma una película brillante, sólida y sórdida al mismo tiempo, que quizás provoque cierta desesperanza pero, y esto es lo más importante, invita a una profunda reflexión sobre el comportamiento de una sociedad globalizada que disfraza el altruismo con la egoísta caridad, llegando a un mundo en el que será muy difícil diferenciarlos.
Nota: 8
Lo mejor: Su ambigüedad, provoca que el público se sienta incómodo al no tener un referente moral.
Lo peor: Su misma ambigüedad provocará que el espectador, quizás, no quiera aceptar la gama de grises en la que se ha metido.