El cineasta francés Jacques Audiard se adentra en terreno desconocido dirigiendo 'Los hermanos Sisters', su primer largometraje rodado en inglés, con actores de Hollywood y que, además, pertenece a ese género tan mitificado como es el wéstern. Premio a la mejor dirección en el 75º Festival de Venecia y ganadora de cuatro premios César de la Academia francesa, la película, basada en la novela homónima de Patrick DeWitt, está protagonizada por John C. Reilly y Joaquin Phoenix.
Ambientada en el lejano Oeste en 1851, los hermanos Eli y Charlie Sisters son dos pistoleros que han sido contratados por el Comodoro, un rico hombre de negocios, para matar a un tipo llamado Hermann Warm, un buscador de oro, que, según él, le ha robado. A la hora de ejecutar sus cometidos, los Sisters son fríos e inclementes. En esa búsqueda del supuesto ladrón, tendrán la ayuda de John Morris, un detective privado que ha sido contratado por el Comodoro para encontrar a Warm. Sin embargo, lo que parecía un encargo rutinario se convertirá en un viaje existencialista para los hermanos.
Danzando alrededor del desolador abismo
Es curioso que Audiard haya querido acercarse a un género como es el wéstern, admirado por un buen número de cineastas, como también por profesionales de la prensa. Al contrario de lo que pueda pensarse, el realizador francés entra en el terreno del lejano Oeste con una mirada alejada de misticismo hagiográfico, para narrar una historia de época, en la que la violencia y la brutalidad campaban a sus anchas. Porque, realmente, 'Los hermanos Sisters' tiene mucho de 'Lee mis labios', 'De latir, mi corazón se ha parado' o, sobre todo, de 'Un héroe muy discreto', al tener cierta mirada de humor negro, soterrada en medio de primeros planos de caras, largas secuencias de paisajes, tiros y muerte.
Audiard -que ha coescrito el guion con su fiel colaborador, Thomas Bidegain- sabe ofrecer una mirada compleja sobre la violencia, ya lo ha hecho anteriores veces. De ahí, que 'Los hermanos Sisters' sea, realmente, una especie de respuesta actual al mito del héroe (o antihéroe) del antiguo Oeste. Sí, la película tiene todos los elementos que pueden esperarse de una cinta de este género, pero con una perspectiva más pragmática, sin veneraciones por ese estilo de vida, que el cineasta retrata de forma decadente y cercano a la agonía.
Y ahí entra el juego los dos hermanos protagonistas que dan nombre al filme. Ya desde su contradictorio apellido, los Sisters son una interesante reflexión sobre las continuas paradojas que viven a lo largo de la cinta. Dos caracteres simbióticos, que se complementan a la perfección, interpretados por dos actores magistrales, siendo John C. Reilly el que, de verdad, se hace con el oro. Ambos ejemplifican el diálogo que puede tener el propio ser humano en una tierra construida a base de matanzas, horror y violencia, que tiene el reto de cambiar su modo de ver la vida sino quiere acabar extinguiéndose. De ahí, que los dos protagonistas dancen alrededor de un peligroso abismo que, siguiendo esa paradoja que impera en la película, acaba siendo un viaje iniciático con el que tendrán que reiniciar sus vidas.
Una joya cinematográfica, una obra maestra
Después están los secundarios, maravillosos, que muestran el deseo de Audiard de dejar bien claro que su wéstern es más un drama sobre la violencia. Interpretados por Riz Ahmed y Jake Gyllenhaal, ambos ejemplifican los deseos (idealizados incluso) de una sociedad utópica igualitaria. Su ambición por el oro no es egoísta, sino altruista. El ansia del progreso que se ve coartado por nacer en una espiral de violencia.
Audiard y Bidegain ponen entre las cuerdas a personajes extremos para un soberbio ejercicio cinematográfico, que rompe con los esquemas de lo que debe esperarse de una cinta de género. 'Los hermanos Sisters' es un certero tiro olímpico del aclamado cineasta francés, que firma su obra más redonda desde la brutal 'Un profeta'. Una lástima que esa mirada, tan profundamente europea, no haya calado entre el público estadounidense, que ha dado la espalda a un título que, sin duda, honra mucho mejor al género que otras cintas con miradas más autocomplacientes. Más allá de debates sobre su rendimiento en taquilla, se está ante una auténtica obra maestra, una sublime joya del cine contemporáneo.
Nota: 9
Lo mejor: John C. Reilly y los majestuosos paisajes, que son, por cierto, españoles.
Lo peor: ¿Cómo ha podido ser ignorada esta obra maestra fuera de Francia?