Hay dos escenas demoledoras en 'Manchester frente al mar'. Demoledoras en el sentido más visceral de la palabra: ambos momentos te destrozan por dentro, sin previo aviso. Ambas suponen un punto de inflexión para el protagonista de la historia, Lee Chandler, un hombre aplastado por su culpabilidad y una incapacidad para gestionar sus sentimientos.
'Manchester frente al mar' es la tercera película dirigida por Kenneth Lonergan, tras 'Puedes contar conmigo' y 'Margaret'. Lonergan está especializándose en melodramas protagonizados por personas rotas cuyas acciones erráticas tienen consecuencias que les vienen muy grandes. Es un terreno muy complicado que se solapa con el de eso que llamamos, a menudo con desprecio y condescendencia, el telefilm de sobremesa.
Es peligroso, sí, pero nadie en su sano juicio diría que 'Manchester frente al mar' cae en esa trampa. A diferencia de otras oscarizadas películas menos complejas de lo que se dice de ellas, como 'La habitación' el año pasado o 'Lion' este mismo año, este melodrama sabe trascender el morbo de la tragedia, ir más allá del drama más básico y pornográfico para hacernos reflexionar sobre el fondo. ¿Qué ocurre con nosotros cuando hemos sobrevivido a la catástrofe?
Ayuda lo acertada que es su estructura. La primera mitad del metraje nos muestra al misterioso Lee (interpretado por Casey Affleck con sutileza y hondura), un hombre de menos de cuarenta años que está muerto en vida. Ocupa sus días en hacer labores de mantenimiento en un edificio, no se relaciona con nadie y se emborracha por las noches. No sabemos qué le ha llevado a esa situación, aunque algunos flashbacks nos hacen ver que en el pasado, Lee tuvo mujer e hijas. Y, aunque inmaduro e imperfecto, era feliz con su familia.
Con muchos otros actores, el papel de Lee habría quedado plano: un hombre silencioso, con cara de pena, pocas palabras y no muchas más acciones. Incluso habría aburrido. Pero en manos del Affleck "menor", vivimos, entendemos y sufrimos el complejo abanico de sentimientos que atraviesa su personaje, con muy pocos recursos.
La repentina muerte de su hermano, que estaba enfermo del corazón, llevará a Lee a salir de su retiro geográfico y vital y le obligará a volver a su Manchester natal en Nueva Inglaterra, al noreste de EE.UU. Allí tendrá que hacerse cargo de su sobrino, un adolescente llamado Patrick cuya madre alcohólica desapareció hace años. El pasado familiar se nos deja ver poco a poco mediante flashbacks, mientras las reacciones de los lugareños ante la reaparición de Lee no hacen más que aumentar nuestra curiosidad. ¿Qué ocurrió con la familia de Lee?
No se nos contará: se nos mostrará en cierto punto del metraje, en una de esas dos escenas que decíamos al principio, que gracias al montaje, la estructura y la simplicidad de su tratamiento se queda grabada en la retina. Ayuda la elegante partitura de Lesley Barber, que es efectiva subrayando durante gran parte de la cinta sin recargar, pero por suerte desaparece en la otra escena más dura que comentábamos.
Y decimos que se nos muestra en vez de contarse, porque 'Manchester frente al mar' es una película sobre la falta de comunicación. Sus personajes hablan, hablan mucho (de hecho, hay muchas escenas de "small talk", de conversaciones cotidianas que a menudo sirven de alivio cómico), pero no dicen lo que tienen que decir. Sobre todo Lee, que cuando se tiene que enfrentar verbal y físicamente a sus heridas, se derrumba, niega, suplica.
Hay una reflexión, no sabemos si intencionada o no, sobre un tipo de masculinidad mal entendida. El personaje de Casey Affleck, que sostiene la película sobre sus hombros, no se permite a sí mismo una muy necesitada redención, mientras que la mujer de la película, interpretada por Michelle Williams, sí es capaz de perdonarse, de procesar las heridas, salir adelante, comunicarse. "No te dejes morir así", es una de las frases más reveladoras del guion, que resume lo que está haciendo el protagonista consigo mismo.
Y esta es una película de hombres: las relaciones entre Lee, su hermano, Joe (Kyle Chandler), y su sobrino, Patrick (Lucas Hedges), son las protagonistas. Y su falta de comunicación, de sinceridad y de catarsis están perfectamente enmarcadas en ese infierno helado que es Manchester. Apacibles paisajes que encierran un dolor silencioso.
Por otra parte, el retrato de la mujer es algo problemático. Los personajes femeninos son alienados mientras que entramos en la psique de Lee y Patrick en profundidad. Randi (Williams) es madre enferma, madre controladora y madre cuidadora, generosa y compasiva en ese intento de catarsis que Lee rechaza, en la segunda de las escenas que anunciábamos. La actriz está siendo nominada a todos los premios posibles por su intensa interpretación, y se lo merece, pero su personaje está carente de complejidad. Es una herramienta narrativa y un instrumento para generar sentimientos en el protagonista.
Y si comparamos la conducta de Elise, la madre de Patrick interpretada por Gretchen Mol, con la de Lee, encontraremos un peligroso doble rasero por parte de Lonergan. Lee es alcohólico (aunque Affleck ha negado esto en algunas entrevistas, lo cual también es problemático por su parte, pero esto es un tema mucho más complejo que no trataremos aquí), tiene tendencias violentas y ha cometido grandes errores en su vida, e incluso vemos que puede reincidir en ellos. Elise también es alcohólica, pero sus negligencias como madre se muestran en los flashbacks con un tono siniestro e incómodo. Al final, ella tampoco es capaz de perdonarse a sí misma, aunque sus errores tienen consecuencias mucho menos graves que los de Lee.
Las demás mujeres son alivios cómicos en su flirteo o marujas cotillas que sirven para retratar a una sociedad pueblerina, cruel e impía. Se ve claramente en la secuencia en la que Lee busca trabajo en Manchester.
Un reparto bien dirigido y un actor en estado de gracia
A pesar de estas reflexiones, seguimos subrayando que 'Manchester frente al mar' es uno de los melodramas más sólidos y potentes que hemos visto en años. Además, Lonergan dirige muy bien a un reparto lleno de secundarios que funcionan como un reloj. Todos ellos son satélites al protagonista, Casey Affleck, que brilla y conmueve en los momentos más duros con esa cara de niño grande. El único que no da la talla, a pesar de haber recibido una nominación al Oscar (de los seis a los que aspira la película), es Lucas Hedges, el joven de 21 años que da vida a Patrick. Protagoniza algunos de los momentos más dramáticos de la cinta, y en ninguno de ellos resulta del todo creíble.
Uno se olvida, de todos modos, viendo cómo los demás intérpretes entregan lo que tienen que entregar, y cómo Michelle Williams es capaz de remover con pocas escenas. Pero sí, es Casey Affleck, probable ganador del Oscar a Mejor Actor este año (solo le hace frente Denzel Washington por 'Fences', que acaba de ser premiado por el sindicato de actores), el que impregna a su personaje, y a la película, de un complejo rango de sentimientos que van de la culpa a la desesperación, y una personalidad compleja y enigmática. Y lo que es mejor (o peor): nos destroza al no permitirse (ni permitirnos) una redención. Quizá esa redención venga el año que viene, pero esta primavera, el hielo se derretirá, pero el corazón de Lee seguirá completamente roto.
Nota: 8
Lo mejor: Las interpretaciones de Casey Affleck y Michelle Williams y dos escenas devastadoras
Lo peor: Un problemático retrato de los personajes femeninos