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CRÍTICA

'Mandy': Lisérgica venganza

Crítica de 'Mandy', lo nuevo de Panos Cosmatos protagonizado por Nicolas Cage. En cines a partir del 9 de noviembre.

Por Javier Parra González 9 de Noviembre 2018 | 13:00

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Durante el proceso creativo de 'Beyond the Black Rainbow', obra de culto con la que Panos Cosmatos sorprendía a medio mundo por haber sido capaz de firmar un título de corte experimental con una personalidad única, el director también creó de forma paralela la que, ocho años después del estreno de aquella, se ha convertido en su segunda película, 'Mandy'.

Mandy

Con una premiere mundial que tuvo lugar en Sundance, tras su paso por la Quinzaine des Réalisateurs del pasado Cannes, Cosmatos conseguía el premio al Mejor Director en el Festival de Sitges, galardón que no hacía otra cosa que confirmar el talento de un cineasta que, más allá de haber dirigido lo que bien podría definirse como "una película de venganza con un Nicolas Cage en estado puro", se consagra como uno de los talentos a tener en cuenta para toda esta nueva generación de directores asociados al género fantástico.

Por aquello de no querer dar puntada sin hilo, el italo-canadiense configura su segundo largometraje con toda una serie de elementos que convierten a 'Mandy' en un título con tantas lecturas a tener en cuenta que es descabellado pasar a analizarla como un mero título de horror con despuntes hacia el gore y lo fantástico.

Mandy

Dicen las teorías en torno a la simbología numérica que, como el último de los números maestros, el 44 supone un culto a la justicia y la honradez, el cual viene a representarse en el film como uno de los elementos que acabarán por unir de forma espiritual, casi cósmica, a los personajes de Red Miller (Cage) y la Mandy que da nombre al título, hipnóticamente interpretada por Andrea Riseborough. Por si la numerología no era suficiente, Cosmatos sigue la línea que ya dibujaba en su debut, sirviéndose de un onirismo representado de forma exquisita por Benjamin Loeb, su director de fotografía.

Con todos los elementos para convertirse en futuro título de culto, la acción nos lleva hasta el año 1983, donde un hombre desesperado y hambriento de venganza decidirá ir detrás del sanguinario culto que ha acabado con la vida de su amada.

Mandy

Poética pesadilla

Teniendo como fuente de inspiración elementos propios del death metal y el rock'n'roll (la película ya comienza con toda una declaración de intenciones a través de una cita directa hacia el espíritu del rock), la simbología de la que parte 'Mandy' convierte la experiencia en una revisión de los arquetipos clásicos de las leyendas medievales. Para ello, Cage toma posesión de la historia para representar al héroe, una suerte de héroe mitológico, que deberá llevar a cabo su heroica gesta en nombre del amor.

El resto de elementos que juegan a favor de esta historia como lectura de los patrones del horror, se configuran a través de jinetes infernales que parecen salidos del universo de los cenobitas de 'Hellraiser', peleas con motosierras para el recuerdo, cadenas y, como si de una gesta medieval se tratase, el brebaje que se nos presenta cual elemento indisoluble de la historia no es otro que LSD, lo que acabará por otorgar a 'Mandy' de un lirismo pasado de vueltas que acabará por dibujarse cual lienzo que quiere representar la más bella de las pesadillas.

Nota: 7

Lo mejor: Todo el empaque visual que la acompaña.

Lo peor: Que Nicolas Cage sea la cara y la cruz de una misma moneda, pudiendo su histrionismo dejar fuera a quienes hubiesen preferido un tono mucho más serio para la película.

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