Había una gran expectación por ver el siguiente film de la zaragozana Pilar Palomero tras su ópera prima, la magnífica 'Las niñas', con la que debutó por la puerta grande al alzarse con la Biznaga de Oro al mejor largometraje en el Festival de Málaga y lograr cuatro Premios Goya, entre ellos el de mejor película. La cineasta da un giro grande con 'La maternal', Palma de Plata a la mejor actriz en la 70ª edición del Festival de San Sebastián, con la que se acerca a un estilo de cine con enfoque de denuncia social que bordea la fina línea entre ficción y documental, con una narración alejada del concepto de propuesta autorreferencial.
Aunque 'Las niñas' era un ejercicio de ficción, Palomero se inspiró en su propia infancia en la Zaragoza de inicios de los 90 para realizar un cuidado retrato de la presadolescencia femenina en un ambiente mucho menos avanzado de lo que se veía desde Madrid o Barcelona y un fuerte contraste entre las grandes capitales y las ciudades de provincias. En el caso de 'La maternal', la directora, quien también firma el guion, apuesta por plasmar una realidad de la que se habla poco pero que está presente aún en la sociedad española: la maternidad en la adolescencia.
Consciente de la complejidad de la temática, Palomero apuesta por una narración en primera persona que permite ver que lo que se está narrando es la historia concreta de su protagonista, Carla, una adolescente de 14 años que se ha quedado embarazada de su mejor amigo; pues la joven termina confluyendo con otras adolescentes que también han sido madres a una edad demasiado temprana, pero sus realidades son completamente diferentes, dejando claro así que se trata de situaciones tremendamente subjetivas, aunque existan ciertos patrones en común.
En esos patrones en común, donde Palomero incide, aunque de forma tremendamente sutil, provocando que la historia fluya de manera orgánica. Aquí se ve, por ejemplo, que Carla es hija también de una madre que la tuvo siendo adolescente, Penélope, quien tuvo que hacer frente a una maternidad a solas, sin herramientas y provocando que Asuntos Sociales tenga que intervenir, más por ser una progenitora caótica en constante aprendizaje que otra cosa. Palomero, con estos antecedentes, recuerda que, en muchas ocasiones, las adolescentes terminan reproduciendo lo que sus madres han vivido.
Pilar Palomero ofrece una mirada social cercana a la del cine de los Dardenne o Sean Baker
A ello se suma que la llegada de la joven a un centro para madres menores de edad, donde Palomero aprovecha para expandir su denuncia social, desde ese enfoque en primera persona del que se ha hablado antes. Es aquí donde la cineasta pone el foco en las deficiencias del sistema a la hora de hablar de educación sexual en los menores; de cómo se ha olvidado hablar del sexo desde un enfoque emocional, más allá de la prevención anticonceptiva y las infecciones de transmisión sexual; el fácil acceso a la pornografía; de cómo son entornos donde las menores pueden sufrir violencia machista y abusos, tanto con una pareja de la misma edad como de familiares o allegados cercanos; la situación de vulnerabilidad socioeconómica de muchas de ellas.
Palomero da voz a esas niñas que tuvieron que ser mujeres antes de tiempo, lo hace con respeto, dignidad y humanidad; deja que sean ellas mismas las que narren sus relatos. Aquí, Palomero, entremezcla actrices profesionales y no profesionales, varias de ellas con experiencia en el centro de menores que inspiró al film, lo que le da mayor autenticidad al relato de Palomero. En medio, un torbellino interpretativo, Carla Quílez. La actriz debutante que también presta su nombre a su personaje y que sorprende al mostrar una madurez excepcional para un profesional de su edad. Quílez sabe transmitir esa furia interna que vive la Carla del film, lo hace con una maestría extraordinaria, recordando a Émilie Dequenne en 'Rosetta', Rod Paradot en 'La cabeza alta' o, más recientemente a Joely Mbundu en 'Tori y Lokita' o Eden Dambrine en 'Close'. Habrá que seguir muy cerca la evolución de Quílez, que ya aspira a ser la mejor de su generación. Mención también para Ángela Cervantes, quien sabe retratar con humanidad a esa madre veinteañera que sigue viviendo ese dilema entre ser mujer y a la vez madre.
Aunque Palomero da voz a esas adolescentes convertidas en madres, tampoco olvida a los profesionales que buscan que salgan adelante, creando así también una brecha de esperanza respecto a la generación a la que pertenece la madre de la protagonista. En esa línea, muestra la cooperativa que da alojamiento a las adolescentes durante su embarazo y en los meses o años posteriores, dándoles la oportunidad de poder seguir realizando sus estudios, aunque sin olvidar sus nuevas responsabilidades como madres. Aquí, la cineasta, a pesar de reconocer la labor de esos profesionales (asistentes sociales, orientadores escolares, psicólogos, coordinadores...), también señala la falta de recursos a los que se enfrentan, volviendo a incidir en la mirada de denuncia social de su propuesta.
Palomero mantiene el espíritu intimista de 'Las niñas', además de seguir retratando una feminidad en evolución. No obstante, con 'La maternal' se ve una evolución espléndida hacia un estilo de cine que evoca, en su parte técnica (planos secuencia o cámara en el hombro), al estilo de los Dardenne; con una mirada de barrio que recuerda a la de Sean Baker; con una protagonista con un volcán interno propio de los personajes de Emmanuelle Bercot, y un retrato esmerado de los servicios sociales propio de Jeanne Herry. Un ejercicio magistral que erige a Palomero como uno de los cineastas con mirada social más interesante de la nueva ola de realizadores españoles. Una joya que ya aspira a entrar entre los títulos imprescindibles de este 2022 que se acerca a su final.
Nota: 9
Lo mejor: Descubrir el talento de Carla Quílez y el equilibrio de Palomero en su denuncia social, que realiza con autenticidad, dignidad y humanidad.
Lo peor: Su desenlace parece algo precipitado, dejando al público la interpretación de lo que sucede.